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Nadal y la hora de los valientes

El tenista español, que juega este lunes ante Kohlschreiber, quiere mejorar el saque y la agresividad al resto

J. J. M.
Nadal, al servicio en el partido ante Dodig.servicio
Nadal, al servicio en el partido ante Dodig.servicio stan honda (AFP)

“Es importante tomar decisiones agresivas y valientes durante los torneos”. La frase es de Rafael Nadal y avisa de lo que viene. El español, que hoy se mide en los octavos a Kohlschreiber, afronta la segunda semana del Abierto de EEUU sabiendo que en el horizonte de los cuartos podría aparecer Roger Federer. Ya no hay partidos de aliño ni contrarios desconocidos. Solo quedan duelos para fuertes. En ese contexto, Nadal ha identificado los apartados del juego en los que tiene margen de mejora. Él, que tiene un alto sentido de la autocrítica, no se deja mecer por estadísticas engañosas: es el único tenista que no ha cedido un break, lo que no quiere decir que esté sacando brillantemente; y ha sumado 17 roturas, lo que no significa que esté restando siempre donde querría.

“Ya me romperán”, dijo el mallorquín. “No sentí que estuviera sacando genial en los tres primeros partidos (…) Estoy ganando porque juego bien desde la línea de fondo y tomo las decisiones correctas en los momentos adecuados. Es algo en lo que voy trabajar. Necesito sacar mejor”.

La central de Nueva York es una pista huracanada. Desde los vomitorios que distribuyen a los espectadores sopla un viento que molesta a los tenistas y favorece a los sacadores con la suficiente potencia como para domarlo cuando les aúlla en contra. En la caseta, como en su propio equipo, no ha pasado desapercibido un dato de los partidos del número dos: intentándose aclimatar a las circunstancias de juego, disparó nada menos que cinco dobles faltas en su primer partido, y suma siete en un torneo que ha vivido sin enfrentarse a grandes restadores.

Cuando pierde el hilo al servicio, se descoordina. Tiene bajones” Toni Nadal

“Ante Dodig [en tercera ronda] no sacó mal, fue aceptable, aunque es verdad que en algún momento se descoordinó”, resumió Toni Nadal, tío y entrenador del mallorquín. “El primer día, cuando hizo cinco dobles faltas, llegó a juntar dos en algún juego. Cuando pierde el hilo en el saque, se queda un poco descoordinado. Como le pasa más veces de lo normal tiene bajones en el servicio”.

En su partido frente al croata, Nadal intentó restar más agresivamente, anclado sobre la línea, una de las claves en sus éxitos recientes: no pierde pista y le quita tiempo a sus rivales para armar el siguiente ataque. Esa decisión casi contranatura, porque él siempre fue un restador aculado contra la valla y fiado en la fortaleza de su brazo, ha sido fundamental en sus últimos triunfos contra Novak Djokovic (semifinales del Masters 1000 de Montreal) y Federer (cuartos del Masters 1000 de Cincinnati). En consecuencia, el mallorquín trabaja para no perder el hilo engullido por los fondos de la Arthur Ashe.

“La idea de juego de Rafael ha sido clara durante todo este tiempo y es cuestión de ser valiente dentro de la pista”, argumentó su técnico. “Ahora, los rivales cada vez son más difíciles. Es normal que en los primeros partidos tengas nervios y que, teóricamente, no necesites jugar tan bien como al final. Los jugadores de nivel ya saben que se tienen que exigir en función del rival que tengan. A medida que van pasando, no queda más remedio que jugar mejor y mejor. Es como si uno va a correr los 100 metros o el maratón y va destacado. ‘Corro, pero si al lado llevo uno que me va encima, tengo que forzar más”.

Así pasan las cosas en Nueva York. Donde algunos observadores ven perfección (“Lo único que tiene que mantener es la salud de su rodilla. El resto, su tenis, tiene una pinta fantástica”, dijo Jim Courier), Nadal ve la oportunidad de atacar el título a ritmo de crucero. “Me toca dar un paso, un pequeño salto de nivel”, dijo antes de luchar por los cuartos.

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Sobre la firma

J. J. M.
Es redactor de la sección de Madrid y está especializado en información política. Trabaja en el EL PAÍS desde 2005. Es licenciado en Historia por la Universidad Complutense de Madrid y Máster en Periodismo por la Escuela UAM / EL PAÍS.

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