_
_
_
_
_

Francia se da un homenaje

Geniez gana la etapa reina con un recorrido típico del Tour sin que los favoritos marquen diferencias

Geniez entra vencedor en la meta de Peyragudes.
Geniez entra vencedor en la meta de Peyragudes.Javier Lizon (EFE)

Por fin salió el sol y le dio de lleno a otro ciclista francés en una exhibición del equipo francés La Française des Jeux y llegando la vuelta a Francia en una etapa clásica del Tour: larga distancia (225 kilómetros más 16 de salida neutralizada y cuatro puertos largos, de entre 16 y 24 kilómetros de ascensión). Parecía el Tour en todo, menos en el público, más recogido que en la ronda francesa o más desperdigado. Pero lucía el sol (los pingüinos se habían ido a casa) y eso lo agradecieron los ateridos ciclistas, y le sacó una sonrisa de oreja a oreja a Alexandre Geniez cuando enfilaba los últimos 300 metros a sabiendas de que tenía tiempo incluso para orinar. Los favoritos no se hicieron daño, aunque lo intentaron, pero con escasa fuerza, con escaso reprisse como para sorprender al líder Nibali, que viaja con una comodidad que a veces resulta insultante.

Algunos se quedaron por el camino, bien porque el cuerpo dijo basta, bien porque la lógica dijo que hasta ahí llegaba el esfuerzo previo al Mundial. Por ahí, por las duras rampas del Puerto del Cantó, se quedó Gilbert, el campeón del mundo en ruta. Y en las duras rampas de La Bonaigua, echó el pie al suelo Tony Martin, el aspirante a campeón del mundo contrarreloj. El reguero fue mayor dejando a algunos equipos con cuatro y cinco ciclistas en carrera.

Era un día soleado y bello, después de los primeros nubarrones y las primeras gotas de lluvia que anunciaban malos tiempos. Pero el ciclista a veces tan frágil, a veces tan duro, es capaz de resucitar cada noche como una persona nueva. Y por eso había cantos de guerra. Cuando la carretera encontró el primer desnivel se fueron 28 ciclistas y... todos a correr como locos desesperados, cuando aún quedaba un mundo por ascender, 80 kilómetros puntuables y muchos otros de los que puntúan las piernas y los pulmones.

Era un sol francés y el FDJ se puso la bandera en la espalda y no para quitarse el frío, precisamente. Por delante, Geniez, el ciclista que sufrió una mononucleosis que le frenó en seco, que había empezado en el mountain bike y que había hecho la carrera en el extranjero antes de retornar a su país (caso raro en el ciclismo francés), por detrás, su compañero Pinot, dale que te pego, ataca que te ataca; una, dos, tres, cuatro veces sembrando de polémica una estrategia difícil. Pinot quería ascender posiciones en la clasificación, pero Geniez quería y podía ganar (y ganó). Curiosa esa imagen de Geniez esforzándose en meter minutos y Pinot tirando del pelotón para atrapar al atrevido Roche, que buscaba recuperar el tiempo perdido en Andorra.

La carrera estaba rota en mil pedazos, como corresponde a las grandes pruebas, algo que siempre sucede cuando entre medio las dificultades se acumulan. No es lo mismo llanear y al final subir una pared, que subir cuatro paredes casi sin llanear, casi sin respirar, con la meta como único destino plácido, sin altos en el camino.

Intentar lo intentaron todos: los 28 que rompieron el grupo casi al principio, los seis que luego rompieron la escapada (donde volvía a estar Barguil), los dos que rompieron el grupito, Geniez y Cardozo, y sobre todo Geniez, que dejó al portugués, más timorato,bajando el puerto de Balés y ya no miró hacia atrás sino hacia adelante.

Y lo intentaron los llamados para la gloria final, pero o las fuerzas están justas o están igualadas. Lo intentó Purito Rodríguez, Samuel Sánchez, Valverde (que había ganado en Peyragudes en el Tour 2012). Lo intentó Pinot, activista infatigable, guerrillero, pertinaz. Lo intentó Roche, que al final solo obtuvo como recompensa un cofre de 13 segundos. A todos les puso el aliento en la nuca Nibali, el líder y de momento el jefe de la carrera, el ciclista que camina tranquilo, sin acelerones ni derrapajes, patrullando el grupo sin riesgos aparentes. Todos están en un pañuelo (a la vista de lo que queda por recorrer), pero el pañuelo es suyo y lo guarda en el bolsillo con la cremallera de seguridad.

Ayer se limitó a aguantar, tras haber mandado al equipo que no dejara irse a los 28 prófugos del pelotón. No era días para locos. Era un día francés y Geniez lo agarró por el cuello y no lo soltó. Porque al final salió el sol por Peyregudes (tras subir parte del mítico Peyresourde), que como todo el mundo sabe está muy lejos de Antequera.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_