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1973-1974: Una aventura más que una competición (I)

La primera edición incluyó tres barcos de la Marina Real Británica y ganó el único no europeo

Salida de Portsmouth el 8 de septiembre de 1973.
Salida de Portsmouth el 8 de septiembre de 1973.REPRODUCCIÓN DEL LIBRO 'Sailing Legends'

Una regata alrededor del mundo, con escalas y asistencia técnica, en una embarcación con una tripulación completa. Así sería la prueba deportiva más larga, exigente y peligrosa hasta entonces conocida. Una aventura más que una competición deportiva.

La idea fue concebida por Guy Pierce y Anthony Churchill poco después de terminar otra mítica regata, la Golden Globe Race, patrocinada por el diario británico Sunday Times. Una regata en solitario que resultó un verdadero desastre, de los nueve barcos que tomaron la salida en 1968, solo uno, el Shuaili de Robin Knox-Johnston, acabó la regata después de casi un año (14 de junio de 1968 - 22 de abril de 1969)­. El fracaso de la Golden Globe, lejos de intimidar a los futuros participantes, alimentó las ganas por competir en el nuevo desafío.

Nombre, nacionalidad y patrones de los 17 barcos de la primera edición

- Sayula II (Mexico) Ramón Carlin
- Adventure (Reino Unido) Patrick Bryans – Malcolm Skene – George Vallings – Roy Mullender
- Grand Louis (Francia) André Viant
- Kriter (Francia) Jack Grout – Michel Malinovsky – Alain Gliksman
- Guia (Italia) Giorgio Falck
- Great Britain II (Reino Unido) Chay Blyth
- Second Life ( Reino Unido) Roddie Ainslie
- CSeRB ( Italia) Doi Malingri
- British Soldier (Reino Unido) James Mayatt
- Tauranga (Italia) Erik Pascoli
- Copernicus (Polonia) Zygfryd Perlicki
- 33 Export (Francia) Jean-Pierre Millet – Dominique Guillet
- Otago (Polonia) Zdzislaw Pienkawa
- Peter von Danzig (Alemania) Rehinhard Laucht
- Pen Duick IV (Francia) Eric Tabarly
- Burton Cutter (Reino Unido) Leslie Williams – Alan Smith
- Jakaranda (Sudáfrica) John Goodwin

200 millones lanzados por la borda

El reto de lanzar otra regata parecida y encontrar patrocinadores no fue tarea fácil. Dos años más tarde, en 1971, en un pub en Portsmouth (Reino Unido), el almirante Otto Steiner, miembro de la Royal Naval Sailing Association, convencido de que la idea de Pierce y Churchill tenía potencial, y el coronel Bill Whitbread, perteneciente a una conocida familia de fabricantes de cerveza, establecen las normas de la que sería la primera edición de la Whitbread Round the World.

La Marina Real Británica consideró la prueba como un inmejorable método para probar sus unidades; además asumiría el control operativo de la competición y cedería su base en Portsmouth como puerto de salida. Sin embargo, fue el apoyo económico de la firma cervecera Whitbread PLC la que facilitó poner en marcha la vuelta al mundo a vela, y animó a participar a otros patrocinadores.

Una marca de vino espumoso, dos emisoras privadas de radio, un centro de estudios e investigaciones y otra conocida marca de cerveza, 33 Export, además de varios empresarios que pagaron de su bolsillo, invirtieron los 10 millones de pesetas que cada tripulación gastaría en la regata. En total, casi 200 millones lanzados al mar por el placer de jugarse la vida, como decía en su crónica el diario El Mundo Deportivo.

El espíritu de la Whitbread73

A mediodía del 8 de septiembre de 1973, en medio de un espectacular ambiente, más de tres mil embarcaciones se habían dado cita para presenciar el histórico inicio de la prueba. Por delante, más de 27.000 millas náuticas (50.000 kilómetros) y siete meses de navegación, con escalas en Ciudad del Cabo, Sidney y Río de Janeiro antes de volver a Reino Unido. Una flota de 17 veleros procedentes de siete nacionalidades -con esloras entre los 13 metros, el más pequeño, y casi 25, el más grande–, con 167 marineros, zarpó rumbo a Ciudad del Cabo (Sudáfrica) en la primera etapa.

Las tripulaciones estaban formadas por navegantes sin mucha experiencia atraídos por el deseo de aventura. Sin embargo, la mayoría de los patrones contaban con miles de millas navegadas. Como la organización de la regata surgió de unas conversaciones en la Royal Naval Sailing Association, no es de extrañar que las Fuerzas Armadas británicas tuviesen una nutrida representación, con tres barcos participantes. A estos había que sumarles otras dos embarcaciones inglesas, el Burton Cutter y el Second Life, en la que los tripulantes pagaron 3.000 libras cada uno por la experiencia.

La Marina francesa estaba representada por Eric Tabarly, que ya era un héroe deportivo nacional, y el Pen Duick VI. Otras tres embarcaciones francesas estarían en la línea de salida, junto con tres italianas, dos polacas, una alemana y una sudafricana. Y la única no europea, el Sayula II.

La edición más trágica

El seguimiento de las embarcaciones en aquellos tiempos en los que no existía la cobertura GPS era bastante complicado. Los barcos navegaban tomando rectas de altura (principales líneas de posición utilizada en navegación astronómica) con ayuda del sextante para poder situarse por estima sobre la carta náutica. No había partes meteorológicos y notificaban su posición por radio una vez a la semana, si tenían cobertura. El británico Roddy Ainslie, patrón del Second Life, al terminar la primera etapa de la regata admitió que la mayoría de las veces no tenían ni idea de en qué situación se encontraban.

La primera edición también demostró que sus dificultades podían convertirse en tragedia. Tres navegantes cayeron al agua y perdieron la vida. Paul Waterhouse, un cabo del Ejército británico, cayó por la borda del Tauranga y desapareció en el mar durante la segunda etapa de la regata; cuatro días después, cuando la flota se enfrentaba a fuertes vientos y mar arbolada a 350 millas al oeste de las islas Kerguelen, los patrones del 33 Export, Dominique Guillet y Jean-Pierre Millet, decidieron cambiar la vela de proa por otra más pequeña. Durante la maniobra, la embarcación recibió el golpe de una ola rompiente que escoró el barco hacia estribor, Guillet desapareció de cubierta. En la tercera etapa, Bernie Hosking, miembro de la tripulación de paracaidistas del Great Britain II, también cayó al mar durante un cambio de vela, y la tripulación no pudo rescatarlo tras más de dos horas de búsqueda.

El Sayula II, cerca del Cabo de Hornos.
El Sayula II, cerca del Cabo de Hornos.REPRODUCCIÓN DEL LIBRO 'Sailing Legends'

Por suerte, el cabo de Hornos, temido por todos, fue pasado con mar en calma. Solo uno de los barcos, el Second Life, tuvo que enfrentarse a una dura borrasca. Tres mujeres completaron las cuatro etapas en aquella primera edición, la polaca Iwona Pienkawa, a bordo del Otago, primera mujer en doblar el Cabo de Hornos, fue una de ellas; la italiana Zara Pascoli, en el Tauranga, y la británica Wendy Hinds, en el Second Life, también lo hicieron.

Todo un éxito

Catorce barcos finalizaron la prueba que se inició el 8 de septiembre de 1973, el Ketch, de 77 pies, Great Britain II, de Chay Blyth, fue el primero en cruzar la línea de llegada, tras 144 días. Pero la victoria en aquella primera edición fue para un barco más pequeño, el mexicano Sayula II, un Swan de 65 pies (19,81 metros), patroneado por Ramón Carlin, -tardó 152 días, 22 horas y 30 minutos- que cruzó la línea de llegada el 9 de abril de 1974.

Aunque, en tiempo real, el Sayula II no ganó ninguna etapa, Carlin, un multimillonario fabricante de electrodomésticos, de 50 años y navegante por placer, sin hacer alardes y con una tripulación muy unida, se proclamó vencedor absoluto en tiempo compensado. Su triunfo fue una sorpresa.

El éxito que representó que finalizaran 14 de las 17 embarcaciones consolidó la competición, que hoy se celebra cada tres años. Y como hace poco recordaba su director general, el noruego Knut Frostad, que tomó parte en cuatro ediciones, todo y nada ha cambiado en la competición oceánica más importante del mundo. Y hoy, la esencia de la aventura permanece intacta: largas amarras sin saber lo que tendrás que afrontar, exactamente igual que ocurría hace 40 años.

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