_
_
_
_
_

Multitudinario adiós a Aragonés

El fútbol español despide a Luis en un emotivo funeral Jugadores, entrenadores y directivos se reúnen en Tres cantos para el último adiós a un hombre "legal" y un mito del Atlético y de la selección

Diego Torres
Cesc, Puyol y Xavi, a su llegada al tanatorio de Tres Cantos.
Cesc, Puyol y Xavi, a su llegada al tanatorio de Tres Cantos.Kiko Huesca (EFE)

La misa de exequias que precedió al entierro de Luis Aragonés, esta tarde, reunió a la práctica totalidad de los representantes del fútbol español en la capilla del tanatorio de Tres Cantos. Destacó la delegación del Barcelona, que por haber jugado ayer pudo acudir en gran número, con Carles Rexach, extécnico y exjugador, con Andoni Zubizarreta, director deportivo, y los jugadores que más relación tuvieron con el difunto entrenador, Xavi, Puyol, Cesc e Iniesta.

El cielo se despejó descubriendo Guadarrama cuajada de nieve. Hacía un día brillante en Madrid cuando la multitud se reunió para despedir al hombre que, tras su muerte a los 75 años, el sábado de madrugada, dejó instalada la certeza general de haber proporcionado una identidad al fútbol español. Acudieron los viejos compañeros y empleados del Atlético: Ufarte, Pradito, Reina, Zambrano, Collar, Adelardo, Calleja, Navarro, Cascallanas, Gárate, Eugenio Leal, el doctor Ibáñez, Luengo, Rodri y Quique Ramos, entre otros. El presidente rojiblanco, Enrique Cerezo, acompañó a la esposa, los hijos y los nietos de Luis, y en los últimos bancos se sentaron los madridistas, Hierro y Gordillo, que tantos dolores de cabeza le causaron cuando eran jugadores, el expresidente blanco Lorenzo Sanz, y el actual presidente Florentino Pérez acompañado de Emilio Butragueño. Junto a ellos se situó Miguel Torres, presidente del Getafe, y Bernd Schuster, entrenador del Málaga y exjugador a las órdenes de Luis en el Atlético, luciendo una piel tostada por el sol meridional.

Más información
El hombre que puso música al balón
El eterno canchero, por JOSÉ SÁMANO
Míster, nunca fuimos japoneses
¿Quién no se acuerda de él?, por ENRIQUE CEREZO
El Tío Luis, por MIGUEL MORA

Efectuadas las lecturas del libro del Apocalipsis y de los Salmos, y hechas por el diácono y la presbítera las referencias a “la Nueva Jerusalén que descendía del cielo”, el sacerdote procedió a completar la liturgia de la homilía que en estas misas consiste en recordar a la asamblea que la muerte es solo el principio de algo mucho mejor. “Jesús ha muerto y resucitado”, proclamó el sacerdote, “no estamos hechos para la muerte; estamos hechos para la vida. Este es un paso hacia la vida eterna y allí nos espera, más que un juez, un padre Dios. Un buen padre que nos recibe del lado de la muerte con brazos acogedores”.

Carlos Marchena, uno de los centrales que levantó la Copa de Europa en 2008, y objeto particular de una digresión pícara en la famosa charla de Luis antes de la final de Viena, se reunió con los futbolistas del Barça en el fondo del templo. Los abrazó afectuosa la secretaria de la selección, Silvia Doroscherova, que parecía desconsolada, junto a Paloma Antoranz, la jefa de prensa. En un rincón del recinto, el profesor Jesús Paredes, preparador físico de todos los equipos de Luis en las últimas dos décadas, no pudo contener las lágrimas que le fueron rodando por el semblante serio. José Luis Ochotorena, el entrenador de porteros del Valencia y la selección, recordó emocionado que no podía faltar a la despedida de un hombre “legal”. Un hombre que, más allá de sus habilidades profesionales, provocó sobresaltos y risas sin fin a todos aquellos que trabajaron junto a él. La comitiva recordó a Luis por su poderoso sentido ético, por su carácter extrañamente poético, por sus intuiciones pedagógicas, por sus métodos irreproducibles o por esa bravura con que afrontó el final. En definitiva: por, lo que el propio Luis una vez llamó “españolía”.

El presidente de la federación española de fútbol, Ángel María Villar, participó de la eucaristía junto con la familia de Luis, después de que el sacerdote procurase reconfortar a los feligreses con palabras esperanzadoras acerca del destino que espera al difunto en el más allá. “Un verde y cuidado campo de fútbol en los cielos”, anunció, “en el que Dios padre reina observando en el puesto de entrenador”.

Dicho esto y rezadas las oraciones, el cura invitó a los presentes a abandonar el recinto y dejar a la familia en paz para proceder al entierro del cuerpo, dispuesto en un féretro, junto al altar. El Lobo Carrasco, otro de los conmovidos exjugadores de Luis, salió del tanatorio admirado ante la entereza de su exjefe, que sufrió la leucemia prácticamente en silencio durante un año, procurando que nadie supiera que estaba enfermo. “Los tenía cuadrados”, ponderó el Lobo.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Sobre la firma

Diego Torres
Es licenciado en Derecho, máster en Periodismo por la UAM, especializado en información de Deportes desde que comenzó a trabajar para El País en el verano de 1997. Ha cubierto cinco Juegos Olímpicos, cinco Mundiales de Fútbol y seis Eurocopas.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_