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Un patinador y algún sueño

Javier Fernández, abanderado español, lidera a un grupo de 20 deportistas del que es el más claro aspirante a medalla

Amaya Iríbar
Javier Fernández, en el centro, con parte de la delegación española.
Javier Fernández, en el centro, con parte de la delegación española.ADRIAN DENNIS (AFP)

Mientras los periodistas se quejan en Sochi de sus hoteles a medio hacer, las asociaciones de derechos humanos de la falta de respeto del Gobierno ruso hacia los gais y las protectoras de animales del trato dado a los perros callejeros, suceden dos hechos incontestables: el primero es que la seguridad preocupa y mucho a los organizadores y a Vladimir Putin, así que, dicen, la ciudad a orillas del Mar Negro se llena de militares, policías y farragosos controles. Y el segundo es que la competición ya ha empezado, aunque la inauguración oficial de los Juegos de Invierno será hoy a media tarde.

Hay otro hecho presumible. España, que llega a la cita con 20 deportistas, igualando la mayor representación de la historia, la de Grenoble 1968, ve más cerca que nunca una medalla en una cita, que por tradición e instalaciones, suele ser testimonial en un país acostumbrado en los últimos años a la gloria deportiva. El culpable es un madrileño de 22 años, hijo de militar y a mucha honra, que dejó España hace unos años para triunfar en el patinaje artístico, una especialidad tan minoritaria en su país. Javier Fernández llevará hoy orgulloso la bandera española en el desfile, pero hace cuatro años que no vive en España.

Como muchos de sus compañeros su éxodo tiene que ver con la mejora deportiva. Fernández probó en Estados Unidos, pero es en Toronto (Canadá) donde ha escalado hasta la élite, lo que se refleja en los dos últimos títulos europeos que se ha llevado a casa y el bronce mundial. El madrileño ya sabe lo que son unos Juegos Olímpicos (fue 14º en Vancouver), y lo que es más importante, los jueces ya saben quién es ese chico con facilidad para las piruetas y para la interpretación sobre los patines.

España iguala la mayor representación de la historia, la de Grenoble en 1968

A pesar de ello, no lo tendrá fácil, pues sobre el papel al menos dos patinadores parecen mejores (el canadiense Chan, campeón del mundo, y el japonés Hanyu, compañero de entrenamientos de Javi). Además, hay otro japonés que puede dar guerra y nadie puede descartar a los rusos, que patinan en casa, lo que tiene su importancia en un deporte con una parte subjetiva importante.

Fernández, que está vez no perdió los patines camino de Sochi pero sí sufrió un retraso de varias horas en su vuelo, es la opción de medalla más clara (con todo lo aventurado que supone una afirmación de este tipo) y es también una gran noticia para el deporte español que, de conseguirla, rompería un maleficio que solo se ha quebrado dos veces —el oro de Paquito Fernández Ochoa en Sapporo 1972 y el bronce de su hermana pequeña, Blanca, en Albertville 1992—, borrado ya del mapa olímpico el tramposo Juanito Muehlegg. Lo haría en uno de los grandes deportes de los Juegos, el patinaje artístico —uno de esos que tienen tanta demanda que ni siquiera todos los periodistas pueden presenciar la competición—, ahora que el Comité Olímpico Internacional se ha empeñado en abrir el calendario a nuevos espectáculos, como el esquí acrobático.

Al margen de Fernández todo es soñar. Se puede soñar con Queralt Castellet, a la tercera va la vencida; con los chicos del snowboard, esa disciplina vertiginosa en la que los competidores se van eliminando mientras bajan a toda velocidad sobre la tabla, y hasta con Carolina Ruiz, la más experimentada esquiadora española, o Victoria Padial, que acaba de lograr dos medallas en el Europeo de biatlón. Pero es soñar. Aunque de ese tipo de sueños, y de un montón de trabajo, nace a veces la gloria olímpica. Lo importante es que empiece la acción.

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Sobre la firma

Amaya Iríbar
Redactora jefa de Fin de Semana desde 2017. Antes estuvo al frente de la sección de Deportes y fue redactora de Sociedad y de Negocios. Está especializada en gimnasia y ha cubierto para EL PAÍS dos Juegos Olímpicos y varios europeos y mundiales de atletismo. Es licenciada en Ciencias Políticas y tiene el Máster de periodismo de EL PAÍS.

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