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La esquiadora que cogió el rifle

Victoria Padial, primera española olímpica en biatlón, llega con la autoestima de dos platas europeas en una disciplina que reúne el esfuerzo de la carrera y la templanza del disparo

Amaya Iríbar
Victoria Padial, durante la prueba de biatlón.
Victoria Padial, durante la prueba de biatlón. RADEK MICA (AFP)

El mismo día que Ole Einar Bjoerndalen, el noruego prodigioso, firmaba en Sochi y con 40 años cumplidos su 12ª medalla olímpica, igualando el récord en unos Juegos de Invierno de su compatriota Daehlie y prometiendo más espectáculo en un par de días, Victoria Padial, que también es biatleta, se calzaba los esquíes, agarraba el rifle y se iba a probar una vez más la pista olímpica, que ya conoce y donde hoy entra en acción. Una pista que le gusta porque “es muy dura, con subidas muy fuertes”, lo que le va bien, pero que no hace que la granadina despegue ni un milímetro los pies del suelo. Ni la pista lo provoca ni esas dos medallas que consiguió hace pocos días en el Europeo de biatlón.

La suya ha sido una carrera de obstáculos hasta convertirse, hace cuatro años, en la primera española olímpica en esta disciplina de militares y luego para seguir entrenándose y compitiendo por todo el mundo. “Mi casa está en Granada, pero viajo como una loca”, contaba ayer, después de pasar un control antidopaje sorpresa que le pilló cenando; “estoy fuera de casa 300 días al año”.

A su lado va siempre el francés Alex Nappa, que hace de entrenador, utilero, logista y lo que haga falta. Recorren Europa en furgoneta y se quedan en apartamentos para ahorrar. “Nos lo costeamos todo nosotros”, afirma Padial, “y el biatlón es un deporte caro”. Hay que comprar esquíes para todos los distintos tipos de nieve, la ropa de esquí, la carabina, la munición… y luego están los viajes, para competir o entrenarse. Ellos van mucho a Francia, donde hay más instalaciones especializadas. Para financiar todos esos gastos, más los desplazamientos, Padial cuenta con algunos patrocinadores fuera de España y con las aportaciones privadas que ella misma pide a través de su página web. La biatleta se muestra muy crítica con la federación y con el equipo nacional, copado por militares y a los que, dice, no exigen resultados.

Nos lo costeamos todo nosotros, y el biatlón es un deporte caro” Victoria Padial

Pero hablemos de deporte. Padial empezó a esquiar de niña en Sierra Nevada y muy pronto se decantó por el esquí de fondo. Hace seis años, cuando sintió que se estancaba, probó a disparar. “Me impactó mucho. Al principio me parecía muy difícil, pero luego crea adicción”, afirma; “en la primera carrera que hice de 10 disparos fallé nueve”.

El biatlón es un deporte de resistencia, velocidad y precisión. En la prueba de hoy las esquiadoras dan tres vueltas a un circuito de 2,5 kilómetros. Al final de la primera vuelta, con el corazón ya acelerado, deben tumbarse y realizar cinco disparos. Al final, de la segunda, cuando ya se nota el cansancio, otros cinco de pie. Por cada tiro fallado son penalizadas con 150 metros más de carrera.

“Lo que me gusta es la combinación de dos cosas tan diferentes”, dice la granadina. Esa mezcla de esfuerzo físico máximo y templanza para disparar requiere no solo mucha preparación física y técnica sino también psicológica, para pasar de la excitación que da la carrera al reposo necesario para dar en la diana. “Requiere un entrenamiento muy personal. En mi caso cuanto más combativa voy, cuanto más acelerada, mejor disparo. Pero tardas tiempo en encontrar el método”, añade Padial, quien asegura que no es de ponerse nerviosa en las competiciones.

Padial, como sus rivales, sabe que se lo juega todo en el tiro, porque en el esquí las competidoras se han igualado mucho y es más impredecible que la carrera, lo que permite sorpresas hasta la última vuelta. El objetivo es meterse entre las 60 primeras para entrar en la prueba de persecución del martes —el otro español en liza, Víctor Lobo, debutante, terminó el 84º de 87 participantes fallando estrepitosamente en la primera ronda con el rifle y perdió esa oportunidad—, aunque se permite soñar con acabar entre las 30 primeras. Hace cuatro años en Vancouver, donde Bjoerndalen sumó dos medallas más camino de la gloria, ella fue la 86ª. “Ya sé que a veces solo importan las medallas”, se despide, “pero para nosotros solo estar aquí ya es un milagro”.

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Sobre la firma

Amaya Iríbar
Redactora jefa de Fin de Semana desde 2017. Antes estuvo al frente de la sección de Deportes y fue redactora de Sociedad y de Negocios. Está especializada en gimnasia y ha cubierto para EL PAÍS dos Juegos Olímpicos y varios europeos y mundiales de atletismo. Es licenciada en Ciencias Políticas y tiene el Máster de periodismo de EL PAÍS.

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