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La pócima mágica de Phil Jackson

El entrenador cuenta cómo gestionó los egos en los Bulls de Jordan y los Lakers de Kobe

Robert Álvarez
Kobe Bryant con Phil Jackson cuando este era entrenador de los Lakers
Kobe Bryant con Phil Jackson cuando este era entrenador de los Lakersd. m (REUTERS)

“A veces, cuando relleno formularios, en la casilla profesión escribo ‘mago’. No pretendo engañar a nadie. Lisa y llanamente, cuando pienso en la labor de equilibrar egos que tenemos que realizar los entrenadores de la NBA, creo que la mejor manera de definirla consiste en decir que hacemos magia”. Así entiende su profesión Phil Jackson (Deer Lodge, Estados Unidos, 1945). En el salón de su casa en Playa del Rey, Los Ángeles, el entrenador más laureado de la NBA, escribió con la colaboración de Hugh Delehanty el libro Once Anillos que ahora publica en castellano (Rocaeditorial).

La visión de Phil Jackson sobre el baloncesto es tanto o más interesante por su condición de entrenador exitoso —11 títulos en 20 temporadas, además de dos títulos como jugador— como por sus particulares métodos. “Admito que no soy un experto en teoría del liderazgo, pero sí sé que el arte de transformar a un grupo de individuos jóvenes y ambiciosos en un equipo integrado de campeones no es un proceso mecánico. Consiste en un misterioso número de malabarismo que, además de exigir un conocimiento cabal de las seculares reglas del juego, necesita un corazón abierto, una mente despejada y una gran curiosidad sobre las modalidades del espíritu humano”, afirma.

Portada del libro de Phil Jackson
Portada del libro de Phil Jackson

Hijo de dos ministros del Movimiento Pentecostal, su infancia fue muy austera. En su casa no se permitía bailar ni ver la televisión. El baloncesto le abrió nuevas perspectivas. Abandonó sus estudios de ciencias políticas para ahondar en los de psicología, religión y filosofía, especialmente la oriental. Fue apodado el Maestro Zen. Hay quien relativiza su éxito en razón de que contó con dos magníficos equipos —Chicago y Lakers— liderados por dos de los mejores jugadores de todas las épocas. Puntualiza: “En el caso del triángulo ofensivo (su sistema de juego predilecto), no puedes esperar a que los Jordan y los Kobe Bryant de este mundo pongan en práctica su magia. Los cinco jugadores deben estar plenamente integrados en cada instante o el sistema falla. Esta actitud fomenta un proceso ininterrumpido de solución grupal de problemas en tiempo real, no solo en el sujetapapeles del entrenador durante los tiempos muertos”.

Una noche soñé que zurraba a Kobe Bryant y abofeteaba a Shaquille O’Neal”

Jackson advierte de los peligros que acechan a los jugadores de la NBA. “Se ven inmersos en un universo que refuerza la conducta narcisista. Acaban rodeados por legiones de representantes, promotores, seguidores y otros aduladores que repiten machaconamente que son el no va más. Tardan muy poco en empezar a creérselo”.

Uno de los dilemas fue en su primera etapa en los Lakers, cuando un jovencísimo Bryant le disputaba el liderazgo a Shaquille O’Neal. “Una noche soñé que zurraba a Kobe y abofeteaba a Shaq”, confiesa. Admite que aconsejó a los Lakers que se desprendiesen de Kobe, al que consideró “imposible de dirigir”. Años más tarde, todo cambió: “Lo más gratificante fue ver que dejaba de ser un jugador egoísta y exigente para transformarse en un líder al que sus compañeros querían seguir. El liderazgo no consiste en imponer tu voluntad, sino en dominar el arte de dejarte ir”.

Me conmovió cómo superó Pau el estigma de ‘blandito’ que le había perseguido”

Sobre Pau Gasol, cuenta: “Fue la persona correcta en el momento adecuado. En cuanto se incorporó (febrero de 2008), dejamos de ser un equipo que luchaba por arañar cien puntos por encuentro para transformarnos en una veloz máquina de anotar que promediaba más de 100 puntos y se divertía muchísimo al conseguirlo”. Pormenoriza las virtudes del pívot español y añade: “Su debilidad principal tenía que ver con la escasa fuerza de su cuerpo de cintura para abajo. Los pívots más sólidos y agresivos solían apartarlo en los bloqueos”. “Cuando Boston nos arrasó (en la final de 2008), fue etiquetado de ‘blando’, pero sabíamos que no era cierto. De todas maneras, si pretendíamos ganar el campeonato teníamos que modificar esa percepción”. Ganaron el título en 2009 y se tomaron el desquite ante los Celtics en 2010. “Los jugadores se convirtieron en un ejemplo de valor y de trabajo en equipo. Me conmovió ver cómo Pau superaba el estigma de ‘blandito’ que durante dos años lo había perseguido”.

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Sobre la firma

Robert Álvarez
Licenciado en Periodismo por la Autónoma de Barcelona, se incorporó a EL PAÍS en 1988. Anteriormente trabajó en La Hoja del Lunes, El Noticiero Universal y el diari Avui.

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