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Final de la Copa del Rey
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Adiós Barça, hola Madrid

Tres derrotas en una semana ante rivales diferentes... Señal inequívoca de la imparable decadencia azulgrana

Ramon Besa
Messi, durante el partido.
Messi, durante el partido. alejandro ruesga

La Copa encumbró al Madrid y descabalgó al Barça. La final fue consecuente con el momento futbolístico de ambos equipos, respetuosa con el estado de forma de sus figuras y también generosa por una vez con Florentino. Bale marcó el gol del triunfo después de un inicio excelente de Isco mientras Neymar se encogía ante Casillas y no había noticias de Messi. La caída del 10 ha provocado el desplome del Barça, eliminado de la Champions, derrotado en la Liga y perdedor de la Copa. Hasta tres derrotas consecutivas han acumulado los azulgrana en una semana frente a distintos rivales, siempre a rebufo en los distintos campos, nunca protagonistas, señal inequívoca de una imparable decadencia firmada anoche en Mestalla.

Ha ido encogiendo y cediendo el Barça hasta desvencijarse y paralelamente se ha estirado el Madrid, ya campeón de España, a la espera de disputar la Champions y la Liga. Los madridistas son hoy un equipo más ambicioso y enérgico que los barcelonistas, que han reventado con un plantel diezmado, no corregido, contemporizador y buen perdedor, también en Mestalla. No les queda mayor consuelo a los azulgrana que el haberse batido con el punto de épica suficiente para ser reconocidos como un buen rival, desprovisto ya de grandeza, víctima de su fútbol envolvente, necesitado de una renovación y de un portero, su punto débil, sobre todo en partidos que se resuelven por detalles y cuando en el arco rival actúa Casillas.

Aunque el resultado fue diferente a los dos partidos de Liga, el clásico tuvo también varios pasajes en la Copa. Ha habido, sin embargo, una constante desde que se cayeron los centrales titulares y el portero del Barcelona. Aun sin Cristiano Ronaldo, cada llegada de los delanteros del Madrid se anunciaba como una ocasión en el marco de Pinto. Ni siquiera necesitaban rematar a portería sino que les alcanzaba con pasar de la divisoria y enfocar la cancha del Barça. El campo se abría para el Madrid y la hinchada azulgrana cerraba los ojos, espantada por la afrenta blanca y desconfiada con la línea de contención propia, lenta en el repliegue, desordenada posicionalmente, rematada por un portero frágil, blando de pies y manos, como Pinto.

Abatido el meta, el Madrid interrumpió su arrebato, convencido de que si precisaba un segundo gol lo marcaría cuando le diera la gana. Así que durante un rato se entregó a un ejercicio defensivo estupendo en comparación con el del Barça. Tenía Ancelotti el encuentro en el punto que quería desde que cantó la alineación. Apostó por Isco y el Madrid vivió del momento Isco. El partido estuvo monopolizado en su arranque por el exquisito jugador madridista, fogoso en defensa, desequilibrante en ataque, como se advirtió en el 1-0: le rebanó el cuero a Alves, habilitó la contra a partir de Bale y Benzema y marcó Di Maria. El gol expresó la mejor virtud del Madrid y también el mayor de los defectos del Barça.

La final y el momento de ambos equipos fueron retratados en los dos goles blancos

El vértigo blanco contrastaba con la pausa azulgrana. Excesivamente parsimonioso, el Barcelona no encontraba a Messi y el Madrid se disparaba con Isco, Benzema y Bale. El cuarto de hora inicial de los muchachos de Ancelotti resultó incontenible para la defensa del Barcelona de la misma manera que la media hora de partido monopolizada por el Barça nunca desestabilizó al Madrid. A pesar de que solo mediaba un gol de diferencia, el partido parecía resuelto a favor del Madrid desde el tanto de Di María. La previsibilidad azulgrana era tan escandalosa, en la cancha y también en los cambios, que confundió al Madrid.

Arrimado y confiado el equipo de Ancelotti al campo del Barça, llegó el momento Bartra. A falta de finura y velocidad de circulación, redundante en poner centros y falto de tiro y ocasiones, el Barcelona encontró remedio a balón parado, a la salida de un córner botado por Xavi y rematado por el central, imponente en el salto ante Pepe. Así funciona la lógica del fútbol: señalado como defensa, el valiente Bartra funcionó como delantero. Espantado, el Madrid pasó un mal rato, hasta que apareció Bale, protagonista de la jugada cantada desde el inicio, el contragolpe propiciado por un error del Barça igualmente denunciado: falló Alves, no respondió Messi y el despliegue monumental de Bale fundió a Bartra y retrató a Pinto.

El partido, la final y el momento de ambos equipos, retratado perfectamente en los goles, siempre un punto por encima el Madrid.

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Sobre la firma

Ramon Besa
Redactor jefe de deportes en Barcelona. Licenciado en periodismo, doctor honoris causa por la Universitat de Vic y profesor de Blanquerna. Colaborador de la Cadena Ser y de Catalunya Ràdio. Anteriormente trabajó en El 9 Nou y el diari Avui. Medalla de bronce al mérito deportivo junto con José Sámano en 2013. Premio Vázquez Montalbán.

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