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La felicidad según Johnny

Castroviejo vive junto a Nairo Quintana casi las 24 horas del día, como escudero

Carlos Arribas
Castroviejo, en el último Tour de Romandía.
Castroviejo, en el último Tour de Romandía. m. steele (Getty)

“Cada uno busca la mejor manera de ser feliz, ¿no? Y a mí no me haría feliz la presión de tener que sacar siempre buenos resultados, pero sí ver que otros los consiguen también gracias a mi trabajo”. Así habla Jonathan Castroviejo, que comparte habitación e historias y lecciones de vida con Nairo Quintana, el favorito para ganar el Giro. Cuando habla Castroviejo, o Johnny, como se le llama entre amigos para abreviar, tiene que entrecerrar los ojos, desbordados ya por la intensa luz del Mediterráneo, y su color, ese azul pintado de azul al que cantaba volando Domenico Modugno, nacido en la provincia y apellidado como la localidad en la que se aloja el Movistar, una autovía fea junto a la zona industrial de Bari. Y aunque deslumbrados, los ojos están alegres, pues hace calor, ya huele a Giro de verdad, y bellas muchachas esperan en el vestíbulo para cubrirles de flores, y Amador y Ventoso, que también han batallado contra el viento y la lluvia en la travesía irlandesa, se sienten recompensados simplemente con la alegría de poder comer pasta al dente, quizás.

CLASIFICACIÓN GENERAL

1. Michael Matthews (Aus/Orica) 10h6m37s

2. Alessandro Petacchi (Ita/Omega) a 8s

3. Daniel Oss (Ita/BMC) a 10s

4. Luke Durbridge (Aus/Orica) a 14s

8. Rigoberto Uran (Col/Omega) a 19s

14. Cadel Evans (Aus/BMC) a 21s

16. Samuel Sánchez (BMC) a 21s

59. Nairo Quintana (Col/Movistar) a 1m9s

116. Purito Rodríguez (Katusha) a 1m47s

ETAPA DE HOY

Giovinazzio-Bari 121 Km.

Ha aterrizado en la Apulia, el tacón de la bota ítala, con todo el pelotón del Giro hace nada y ya está de nuevo en bicicleta, unas pedaladas el día de descanso, una apreciación del viento que les soplará hoy a todos, del asfalto verdaderamente resbaladizo del sur de Italia. Y con ello construirá su trabajo de protección de Nairo, que consiste en estar siempre a su lado en las etapas llanas, hasta cuando se para a orinar, y luego taparle el viento cuando progresa en el pelotón. “Con Nairo siempre he tenido buena química, me gusta la madurez y el poso que tiene, pese a lo joven que es, cómo se sabe manejar en todas las situaciones, cómo sabe mandar e imponerse ante los más grandes, ante los abusones en el pelotón”, dice el ciclista vizcaíno (de Getxo exactamente), de 27 años, pequeñito de talla pero gran rodador, y además pasa bien la montaña, como demostró ya de amateur, quedando segundo en la Ronda de l’Isard, la carrera pirenaica que filtra a los grandes escaladores. “Sí, soy el campeón de España contrarreloj pero para nada me ha cambiado el chip”, dice el ciclista que se dio a conocer para el gran público en los Juegos de Londres, cuando con su trabajo vuelta tras vuelta cimentó la histórica fuga en la que todo el pelotón se escapó del equipo británico en el que Wiggins tiraba para Cavendish. Y el año pasado, en el Tour, ya empezó a mostrar su devoción y su buen trabajo por Nairo, y la convivencia en la habitación, cuando, eliminado Valverde en un abanico, el colombiano debió asumir el liderato del segundo y lo hizo brillante: segundo, mejor joven, una etapa, rey de la montaña y pesadillas de Froome.

Me hace feliz ver que otros consiguen buenos resultados gracias a mi trabajo”

Su química buena con Nairo Quintana se puso a prueba durante varias semanas esta primavera, y la reacción no reventó: al contrarió, la relación se solidificó. “Yo solía a ir a entrenar en altura al Teide, pero este año quería que me acompañara mi pareja, que está esperando un niño, y veía que en el Teide se iba a morir de aburrimiento mientras yo estuviera entrenando”, cuenta Castroviejo, quien no puede esconder su espíritu aventurero, su curiosidad por recorrer el mundo con una mochila al hombro, en campings, en caravana. “Así que le propuse a Nairo si podía irme a Colombia a entrenarme con él, y a él le pareció perfecto”. Con Nairo se fue a Tunja, a 2.800 metros de altitud, allí donde Indurain le ganó a Olano el Mundial de contrarreloj del 95 y donde tiene casa y tiene a su familia, a su mujer, a su hija recién nacida, el escalador colombiano. “Yo me quedé en un hotel con mi mujer y todos los días salíamos juntos y mi mujer se quedaba en la ciudad”, dice Castroviejo, para quien la felicidad también fue eso. “Recorrimos sus lugares de toda la vida, Cómbita, donde viven sus padres, Arcabuco, donde iba a la escuela, y entrenamos simulando lo que podría ser el Giro. Etapas de montaña, llanas, contrarreloj, tras coche… Nos fue muy bien”.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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