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Valdés cierra su taquilla

El portero, que se recuperará en Alemania, ha preferido despedirse del vestuario que del Barça "Gracias, gracias y mil veces gracias. Y os pido por favor que no dejéis de apoyarme. Per sempre, FORÇA BARÇA!", se despide en su carta

Valdés saluda a la afición esta temporda.
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Víctor Valdés vació el lunes su taquilla, se abrazó a sus compañeros y se fue de la ciudad deportiva de Sant Joan Despí dando por acabada media vida en el Barça. Lo hizo sin cámaras, en silencio. No ha querido que el club le rinda homenaje ni se ha prestado a despedirse a través de la prensa, seguramente porque no se fía de ella. Sabe Valdés lo que le dijo el presidente Josep María Bartomeu después de ofrecerle “todo lo que necesites” en el vestuario del Camp Nou y al parecer, no fue nada agradable. Y como es consciente de lo que piensa la afición de él –nada más anunciar que se iba, el estadio le recibió con una sonora ovación al siguiente partido en casa– no necesita mucho más, apenas al equipo. Y por ahí no le pillan por mucho que se le reproche ahora que no vaya a estar mañana con Puyol, con quien habló y quien es consciente de que cada día es un mundo para Víctor en su luchar por recuperarse, ni el sábado en el Camp Nou, pese a que el equipo luchará por la Liga.

De Víctor, los que han sido sus compañeros en el camerino no tienen reproche más allá de reconocerle sus rarezas, como si él no las conociera. Puede que a veces no le entienda ni su padre, pero le basta con meterse en la cama y tener la conciencia tranquila. Por eso se ha ido sin dar explicaciones. Para el club ha dado un portazo de mala educación. Los que le conocen saben que de él no se podía esperar menos. Para Valdés el fútbol empieza en el vestuario, acaba entre los tres palos y solo incluye la pelota, el escudo y la gente para la que juega, antes la grada que el palco. “Jamás le pega una bronca a un joven. Tú llegas y te asustas: ¡Hostia!, Valdés, piensas. Y luego es el primero que viene, te ayuda, te protege y te defiende. Es impresionante lo que Víctor hizo por mí”, asegura Marc Bartra. “Es un ejemplo de lo que debe ser un compañero en un equipo de fútbol. Con eso te lo digo todo”, sostiene Thiago. “Es mi hermano y punto” dice Pepe Reina, con quien creció y ganó un Mundial.

De Víctor, los que han sido sus compañeros en el camerino no tienen reproche más allá de reconocerle sus rarezas, como si él no las conociera

Andoni Zubizarreta, director deportivo del club, con quién hace meses aclaró lo que tenían que aclarar, dijo una vez que Valdés le recordaba a un portero alemán por sus conceptos técnicos. Y hasta el propio guardameta asume que tiene mucho de mentalidad germana, sobre todo por su obsesión por el perfeccionamiento. Trabajador compulsivo, ha chocado a veces con sus entrenadores, muy especialmente con Van Gaal, y también con los más cercanos, con los que le ayudaron a pulirse bajo los palos, como Unzué, más por desgaste en la relación que por otra cosa, o Busquets, con el que poco tardó en recuperar su relación, tan pronto como corrió un poco el aire entre ellos. La vida quiso que el último partido de Víctor en el Camp Nou coincidiera con la visita del Celta, equipo en el que Unzué ejerce de segundo de Luis Enrique.

A nadie debería extrañarle que esté en Augsburgo para recuperarse de la rodilla bajo la supervisión del doctor Ulrich Boeniscg, el mismo que le operó. Mete tierra de por medio para estar tranquilo, para centrarse en una rehabilitación que sabe que exige tiempo y sacrificio. Dice Piqué que a Víctor “siempre se le ha tenido en el punto de mira y ahora que se va, casualmente, todo el mundo le quiere. A veces en el Barça somos demasiado críticos y negativos”, sostiene el central. “A Víctor todo le ha costado el doble. Ha sido la persona a la que se ha tratado más injustamente en los medios, lo hemos visto sus compañeros y amigos aquí dentro. Ha sido una injusticia todo lo que ha tenido que vivir”, le defiende Xavi. "Valdés merece un monumento", completa Johan Cruyff.

“Víctor es como es”, suele decir Iniesta, “y a estas alturas, quien no le entienda, llega tarde”

Alves, en un reportaje que prepara TV3 y del que ayer se ofreció un adelanto, dice que “Víctor es un buen loco. Esta es una palabra que yo utilizo mucho para mí; la gente me dice que estoy loco y yo digo que soy un loco bueno. Los dos tenemos una manera intensa de vivir y disfrutar de la vida, como los buenos locos. Víctor es un loco del que estoy enamorado”. Todos echarán de menos sus increíbles imitaciones, que grababa en el vestuario y que se emitían después en las cenas colectivas. Valdés, tan intuitivo y explosivo como reflexivo, decidió en enero de 2013 que dejaba el Barcelona porque ya no le compensaba vivir como vivía. Luego escogió irse a jugar al Mónaco y vivir en la Costa Azul, y ha preferido decir adiós a sus compañeros en la solemne intimidad del vestuario y a la afición a través de una carta que ha hecho pública esta mañana.

Gracias a todos aquellos compañeros con los que he tenido el placer de compartir el trabajo que supone llevar ese escudo en el pecho día tras día, por haberme hecho sentir importante dentro de este grupo que hemos formado durante todos estos años. Porque todo se reduce a ello, somos nosotros, aquí y ahora. ¡Gracias Señores!", dice el portero en su misiva. Valdés escogió el cómo, y de nuevo no fue del agrado del club. "Per sempre, FORÇA BARÇA!", concluye la carta.

Hace muchos años que aprendió a llevar hasta las últimas consecuencias una consigna. “Sé tú mismo”. Y eso ha hecho al elegir qué hará ahora. “Me iré donde creo que debo irme; no me planteo qué busco, solo aquello que me motiva y me ilusiona”, dijo un día.

El lunes, al cerrar su taquilla no miró atrás. Sabe lo que deja y también lo mucho que le espera en la vida. Aunque a veces duela ser Valdés, Víctor no tiene nada de lo que arrepentirse, ni la sensación de que le debe nada a nadie en el Barcelona. Tal vez por eso su despedida de la que ha sido su casa tantos años fue tan íntima, dura y de verdad. No necesita más. Él es así. Bromista, recto y desconcertante para el que no le conoce; y fiel en función de quién le defina. “Víctor es como es”, suele decir Iniesta, “y a estas alturas, quien no le entienda, llega tarde”.

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