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El Giro encuentra su patrón

Etapa y 'maglia rosa' para Nairo Quintana que aisló a Rigoberto Urán en el descenso del Stelvio y lo remató en la subida final

Carlos Arribas
Nairo Quintana, con la 'maglia rosa'
Nairo Quintana, con la 'maglia rosa'Marco Alpozzi (AP)

A cada curva de la carretera cambiaba el paisaje, y había centenas de curvas, y cada paisaje llevaba impreso el recuerdo de una película, siempre con una montaña de fondo, gris y blanca, y rozando las nubes. Prados con margaritas a lo 'Heidi'; lomas oscuras como Mordor, y fumarolas surgiendo entre los abetos; y pasajes siniestros como en 'Sonrisas y lágrimas', o sombrío Stelvio, poblado de torvos leñadores tristes, como el Stelvio del relato de Thomas Bernhard… Pero cuando Nairo Quintana, moreno, tan oscuro, se elevaba sobre la bicicleta y pedaleaba ligero en la última subida a Val Martello, un puerto casi austriaco, con bosques donde viven osos pardos y vuelan águilas soberbias, el paisaje que le rodeaba no podía ser otro que el de 'La gran ilusión', la cercanía de la frontera, la libertad al otro lado, la victoria. Detrás, muy lejos, los derrotados. Urán hundido en rosa, por encima de todos. El Giro, al fin, en la tercera semana, en los capítulos en los que todo el relato debe hallar su sentido, encontró, al fin su patrón. Más que su patrón, su maestro, más italiano, si se puede, que los mismos italianos. Lo hizo en las montañas más altas, en el Gavia y en el Stelvio, entre la nieve y el miedo, donde nacen los campeones, siempre solos.

Clasificaciones

ETAPA:

1. Nairo Quintana (COL, MOV)          4h 42m 35s

2. Ryder Hesjedal (CAN, GRM)                       a 8s

3. Pierre Rolland (FRA, EUC)                 a 1m 13s

22. Mikel Landa (ESP, AST)                  a 14m 08s

GENERAL:

1. Nairo Quintana (COL, MOV)          68h 11m 44s

2. Rigoberto Urán (COL, OME)                a 1m 41s

3. Cadel Evans (AUS, BMC)                     a 3m 21s

19. José Herralda (ESP, MOV)              a 39m 04s

Hace un par de meses, cuando, para conocer cómo se corre en Italia, su equipo le hizo participar en la Tirreno-Adriático, donde lo derrotó Contador, tan poco le gustó a Quintana el estilo componedor con que en Italia se manejan y deciden las carreras, que una noche le dijo a su director, José Luis Arrieta, que iba a llamar al jefe del Movistar, a Eusebio Unzue, para decirle que le borrara del Giro, que él ni loco correría esa carrera en Italia, donde las motos deciden más que las bicicletas, y los helicópteros… Arrieta, sabio y experto, uno que debutó prácticamente como ciclista como gregario de Indurain en el Giro del 93, se lo impidió. Le dijo que se trataba de aprender, no de quejarse, y terminada la Tirreno se subió con él a hacer turismo a los Dolomitas. Vieron del Giro los puertos que la nieve les dejó, pero vieron, y estudiaron, sobre todo, el descenso del Stelvio (no todo, nos sus 27 kilómetros hacia Bolzano y sus 48 curvas de herradura diabólicas) y la subida irregular y dura a Val Martello. Desde aquel día, nada de lo que Quintana ha hecho en el Giro del que ahora es líder sólido (1m 41s, al segundo, Urán; 3m 21s al tercero, Evans, y luego, muy pegaditos, muy igualados, los jóvenes que siguen aprendiendo el sufrimiento: Rolland, Majka, Aru, Kelderman, y el veterano Pozzovivo, irredento) ha sido fruto del azar, sino de la planificación, salvo, evidentemente, las toses que acompañan sus actos de esfuerzos, los mocos pegajosos que no logra que su nariz deje de fabricar, la fiebre que le dobló unos días, las caídas… La víspera ya lo dijo a medias: habló de Pierre Rolland, que sería su aliado circunstancial porque es el único que se atreve a atacar de lejos, ya habló de la dificultad del descenso del Stelvio, de la necesidad de que no se amputara la etapa pese a la nieve y el hielo, y el miedo.

El Giro tan ambiguo, tan borroso como la bruma que juega al escondite en todos los valles dolomíticos a todas horas, buscaba su patrón y, llegadas las montañas verdaderas, lo encontró antes incluso de vestirlo de rosa. Lo encontró en el Gavia y en el Stelvio, donde el Movistar asumió la absoluta responsabilidad de la etapa para aislar a Urán, tan solo; lo volvió a ver en el polémico descenso del Stelvio, donde Quintana, su magro pecho protegido bajo la ropa por las hojas rosas de una Gazzetta, se lanzó tras Rolland y Hesjedal acompañado de su increíble Gorka Izagirre, mientras, escudados en una malinterpretación interesada de los consejos del Giro ("habrá motos en los seis primeros tornantes de la bajada para indicar el peligro con banderas rojas"), bajaron prudentemente el resto de corredores, confiados en una inexistente neutralización. Y lo encontró, sobre todo, en los 30 fantásticos últimos kilómetros, en los que Quintana, una vez que Izagirre, un tipo recto sobre todas las cosas que lleva siempre sus acciones hasta sus últimas consecuencias, se apartó agotado, se encargó él solo de tirar de Hesjedal y Rolland, los únicos que aguantaban su rueda, y de mantener las distancias, siempre rondando 1m 40s, con el grupo de Urán, en el que Landa, tremendo trabajador para Aru, y Rogers, espléndido para Majka, se dejaron todo. Pudo Quintana contra todos y pudo más aún en su terreno, en los últimos kilómetros de la subida, en los que multiplicó, alado, ligero, las diferencias y remató esprintando bajo la pancarta, con golpe de riñones, sin tiempo ni fuerzas para levantar siquiera los brazos.

“La clase no se pierde”

En la meta, donde no llovía, Aru casi lloraba y Quintana tosía y tosía. Y Aru, pese a la derrota, estaba emocionado, casi maravillado. Acababa de terminar entero, y fuerte, y solo tiene 23 años, la etapa más dura de su vida (solo 136 kilómetros, la mitad de subida, la mitad de bajada, corridos a 28 de media…), con frío y con nieve. Había sobrevivido, se sentía fuerte, y por eso dijo: “Todo el pelotón ha sido admirable, hasta los que lleguen a 45 minutos; todos son campeones que han luchado, que han corrido, en condiciones críticas”.

Y el más campeón de todos, quizás, el hombre que no tuvo miedo bajando y mostró un carácter indomable subiendo fue Quintana, quien entre toses se reivindicó, por supuesto, porque es un campeón pleno de orgullo al que no le gusta que se dude de su capacidad. "¿Que si con esta maglia he ratificado mi segundo puesto del Tour?", se extrañó el colombiano, de solo 24 años, ante una pregunta.

“Por supuesto que lo ratifica. Todos los resultados que he hecho este año, segundo en Tirreno, quinto en Cataluña, ratifican el tipo de corredor que soy. Ser segundo en el Tour no fue una casualidad. Y he conseguido ya la camisa rosa, cuando mucha gente me veía fuera de competición. Pero la clase no se pierde”.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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