_
_
_
_
_

Supersticiones

No he encontrado un brasileño que no desarrolle una pequeña, íntima o compartida superstición los días de los partidos cruciales y, paralelamente, no he visto pueblo que exija más a su equipo

Antonio Jiménez Barca
Un aficionado de Brasil reza poco antes del partido de su selección ante México.
Un aficionado de Brasil reza poco antes del partido de su selección ante México.Antonio Lacerda (EFE)

Conozco a una mujer que cada vez que juega Brasil se pone la misma camiseta para atraer la buena suerte y que se la va poner mientras Brasil siga en el Mundial. Hay un periodista joven que colgó en Facebook la foto de una vela que encomendó a no sé qué santo y que, convencido de que la cosa funcionó, promete encenderla, de forma idéntica, en cada partido; hay otro que no ve los partidos con sus amigos de toda la vida porque una vez lo hizo y perdieron y ya nunca jamás…; sé de quién contempló el partido de Brasil contra México en la misma incómoda posición, medio inclinado en el sofá, aún con riesgo de contraer tortícolis o una contractura, convencido de que en cuanto cambiara de postura los mexicanos marcarían y a ver quién se lo explica a los demás que por mi culpa…; sé de otro que reconvenía a un compañero de trabajo porque se fue al baño en el momento justo en que Croacia marcó y que le conminó a partir de entonces a ver los partidos meado desde el principio para no levantarse de la silla y salir de la oficina y conjurar la mala suerte, hombre, que pareces nuevo.

Y así.

No he encontrado un brasileño que no desarrolle una pequeña, íntima o compartida superstición los días de los partidos cruciales de su selección. Y que no la ponga en práctica resueltamente, sin ningún embarazo y que no la publicite. Así, los partidos son un cruce alucinante y muy divertido de prácticas rituales.

Más información
La camiseta de Cafú
Estadios y favelas
Abucheos

Y yo no me lo creo, pero hasta dicen que Pelé es algo gafe y que basta que él pronostique un resultado, o un ganador, para que no se cumpla, con lo que supongo que el delantero más genial de la historia del fútbol se cuida más de la cuenta a la hora de aventurar resultados.

Paralelamente, no he visto pueblo que exija más a su equipo. Días después del empate con México (que ya lo firmaría la España exhausta de hoy), una dentista de 64 años conversaba sobre el juego con su ayudante. Durante media hora, lo que duró el empaste, y mientras el cliente permanecía con la boca abierta por razones odontológicas y admirativas, la dentista-abuela y su ayudante no dejaron ni un momento de poner a caldo al equipo de Brasil ante el hecho inusitado de no haber sido capaz de marcar un gol a los mexicanos durante 90 minutos. Sé que al cliente le hubiera gustado intervenir y replicar que el adversario también juega, señoras, y añadir que el portero mexicano se convirtió en una suerte de muralla china del balompié esa tarde mágica y despejó varios balones que en cualquier otro partido habrían acabado convirtiéndose en gol. Pero también sé que no les habría convencido.

Le exigimos a la selección lo que ahora estamos empezando a exigirle al país”, dice una vecina de São Paulo

“Nos acostumbraron mal. La selección es nuestra tregua, es lo que siempre hemos hecho de bueno. Hemos sido campeones cinco veces. Por eso les exigimos siempre y si no ganan nos sentimos tan mal. Le exigimos a la selección lo que ahora estamos empezando a exigirle al país”, decía hace poco una vecina de São Paulo.

Aunque, si uno lo piensa bien, es normal que quien es capaz de ver el partido en la misma postura torcida e incómoda o quien se sacrifica y no lo ve con sus amigos de infancia porque así cree ayudar a la causa reclamen a sus jugadores algo que va más allá del sacrificio y de la suerte: la victoria.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Sobre la firma

Antonio Jiménez Barca
Es reportero de EL PAÍS y escritor. Fue corresponsal en París, Lisboa y São Paulo. También subdirector de Fin de semana. Ha escrito dos novelas, 'Deudas pendientes' (Premio Novela Negra de Gijón), y 'La botella del náufrago', y un libro de no ficción ('Así fue la dictadura'), firmado junto a su compañero y amigo Pablo Ordaz.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_