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La valentía de México tiene recompensa

El Piojo Herrera destroza a Croacia (3-1) con Chicharito y Peralta en la punta de ataque cuando un empate era suficiente

Juan Diego Quesada
Javier Hernández celebra uno de los goles de México
Javier Hernández celebra uno de los goles de MéxicoREUTERS

Un México desatado tumbó a Croacia con todas las de la ley (3-1). El valiente Miguel Piojo Herrera se la jugó con un par de delanteros cuando el partido tenía que tomar rumbo mediada la segunda parte y a fe que le salió bien. A los mexicanos les valía el empate para clasificarse a la siguiente ronda pero en vez de echarse atrás y esperar en la cueva, Herrera mandó a los suyos al frente con una voracidad extraordinaria. Márquez marcó el primero de un cabezazo tras elevarse entre las torres croatas, una faena que remataron Guardado y Javier Chicharito Hernández, un invitado de última hora. 

Los croatas habían insinuado en la previa que se sentían mejores futbolistas que los mexicanos. Mala idea. No conviene azuzar a unos muchachos que comienzan la liturgia del partido cantando “al grito de guerra” el himno. En la primera parte uno y otro equipo se estuvieron tanteando, como dos vecinos en la primera barbacoa juntos. La segunda fue otra cosa. Croacia, más necesitada de la victoria, pareció dar un paso al frente. Era un espejismo.

La tormenta mexicana estaba por desatarse. Herrera está convencido de que su nueve titular en este Mundial es Oribe Peralta pero la sensación de dejar a un delantero de la talla de Hernández en el banquillo le inquieta. A la hora de la verdad acabó jugando con los dos. Niko Kovac, el técnico croata, no tenía plan para contrarrestar tamaña osadía. En su cabeza había visualizado otro partido. No supo o no pudo reaccionar. Chicharito comenzó a bajar los balones que le llegaban desde los costados. Peralta amenazaba con cazar alguna segunda jugada. Se sucedió el acoso de los de Herrera con algún penalti que el árbitro ignoró.

El gol llegó de la mano de Márquez, el kaiser de Michoacán, el primer jugador en portar el brazalete de capitán en cuatro mundiales distintos. La suerte estaba echada. El comienzo había sido bien distinto. Los de Niko Kovac se habían hecho con la iniciativa desde el pitido inicial. El grandullón Mandzukic chocaba con el portero Guillermo Ochoa en los saques de esquina, como avisándole de que no iba a ser un día plácido. No eran más que balas de fogueo. México aguantó replegado atrás, muy juntas las líneas, cinco en la retaguardia si era necesario. Modric trotaba de un lado a otro arrastrando la pelota, sin encontrar la rendija.

El primer susto, sin embargo, se lo llevaron los croatas. El flaco Héctor Herrera, ese mexicano con un aire a Di María, recibió una pared en tres cuartos de cancha, orientó el balón hacia su pierna buena y soltó un zurdazo que el veterano Pletikosa iba a ver entrar en su portería como un espectador privilegiado. El balón acabó en la cruceta. El partido se enrareció. Los croatas, de pierna fuerte, fueron al choque pero los mexicanos también supieron jugar en lo subterráneo. A veces en exceso. El muy temperamental Márquez pese a los años, cortó un contraataque con una violencia desmedida que pudo costarle el camino a los vestuarios.  

La segunda parte iba a ser decisiva. Croacia necesitaba un gol si no quería quedarse en primera ronda. Los de Kovac se asomaron al precipicio partiéndose por la mitad. La defensa y los dos mediocentros, los talentosos Modric y Rakitic, necesitaban prismáticos para ver a los de arriba, Olic, Perisic y  Mandzukic. Por ahí se coló México. Guardado y Herrera coparon la autopista y encontraron buenos socios arriba. Chicharito había salido por un Giovani Dos Santos que no había encontrado su sitio en toda la tarde. Los laterales Layún y Paul Aguilar le empezaban a tomar el gusto a pisar área ajena.

El segundo gol fue cuestión de buen fútbol, que no solo de testosterona vive este equipo. Tras una triangulación en la derecha, el balón le quedó franco dentro del área a Guardado. Fusiló a Pletikosa. Chicharito, el jugador que más había reclamado con el cero a cero unas manos dentro del área de un defensa croata, hizo el tercero también de cabeza. Márquez, otra vez, había peinado en el primer palo y había servido en bandeja el gol. Chícharo estaba dando un recital de cómo se juega al fútbol, con y sin balón. Ivan Perisic hizo el gol de la honra de los balcánicos.

El explosivo Miguel Herrera, a quien se le presupone más corazón que cabeza, ganó el partido en la pizarra. Llegó a Brasil como un motivador pero va camino de convertirse en un estratega. Celebró los goles en la banda como un poseso. Estaba empapado y el parte meteorólogico no había pronosticado lluvia. En la otra orilla le espera Holanda.

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Sobre la firma

Juan Diego Quesada
Es el corresponsal de Colombia, Venezuela y la región andina. Fue miembro fundador de EL PAÍS América en 2013, en la sede de México. Después pasó por la sección de Internacional, donde fue enviado especial a Irak, Filipinas y los Balcanes. Más tarde escribió reportajes en Madrid, ciudad desde la que cubrió la pandemia de covid-19.

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