Valverde contra los chavalillos

Hay utensilios que se resisten a desaparecer e inventos que sufren para hacerse imprescindibles en la vida cotidiana, como pasa con el rulo del rollo de papel higiénico. Un marido harto de las broncas de su pareja por dejar en el portarrollos siempre el rulo del rollo acabado, inventó el rulo biodegradable, que se puede arrojar sin miedo de atascos por el retrete. A pesar de que posiblemente se salven algunos matrimonios del divorcio, al invento le cuesta despegar, no solo por las críticas de los responsables de las depuradoras de agua, que dicen que dejan restos intratables, sino también por lo complicado que es cambiar hábitos de décadas.

Lo mismo pasa en el Tour del 14, que se encuentra en un cruce de caminos. Los viejos de la generación 80 siguen sintiéndose si no imprescindibles sí al menos necesarios, y los jóvenes de los 90 ya empujan, pero tardan en encontrar su hueco. Mientras la victoria final de un hombre intermedio, siempre los Tours de transición son para corredores de generaciones perdidas, y con Nibali, que es del 85, parece cosa hecha. Desaparecidos con los huesos rotos Contador y Froome, es a Valverde a quien le toca defender a la vieja escuela, al rulo de siempre, frente a los chavalillos ambiciosos que quieren comerse el mercado.

Quizás demasiada carga para el murciano que sigue sin ser él mismo en el Tour y que subiendo Risoul no solo perdió en los últimos kilómetros el habitual minuto con el Nibali laborioso, hormiga que día a día acrecienta su carga, sino que vio como entre Bardet, Pinot, Van Garderen y una avería en el cambio, le devolvían casi con creces el golpe que les había dado subiendo a Chamrousse. Antes de los Pirineos, que se asaltan el martes tras el descenso hacia Nimes del domingo y el día de descanso del lunes, Valverde se encuentra a 4m 37s del líder Nibali y aventaja en 13s y en 29s, respectivamente, a Bardet y Pinot, quienes, aunque aún no han ganado nada (y si lo ganan será con el permiso de Nairo, Majka, quien ganó la etapa, y otros chavales del 90 que son muy fuertes y no solo físicamente), prometen ser esta década próxima los Anquetil y Poulidor, los Fignon e Hinault o los Magne y Leducq de la prehistoria del Tour, lo que Francia llevaba casi 30 años esperando. Son más síntomas del cambio de época que se acelera en el ciclismo.

En el Tour, un día hace olvidar rápidamente al anterior, pero Valverde se mantiene fiel siempre a sí mismo, como dice Eusebio Unzue, su director, quien recuerda al cura de las bodas, para lo mejor y para lo peor: lo que le hace más grande le hace también más vulnerable. Antes de salir de Grenoble, bajo unas nubes que si no amenazaban lluvia prometían al menos una sombra agradecida en parte de la etapa (pero no en el Izoard, donde siempre quema el sol y el desierto invade Francia), Valverde fue al autobús de Pinot y se disculpó con el joven francés por lo del día anterior. Lo del día anterior fue que el francés, con el que se había emparejado en persecución del escualo veloz, le pidió relevos y Valverde le dijo aquello de que no podía pero luego le mostró que sí que habría podido, esprintándole y sacándole 3s. “Fue un error”, le dijo su director, Eusebio Unzue, a Valverde. “Colaborando quizás no habríais alcanzado a Nibali, pero sí habríais sacado más tiempo a Bardet, y eso había que pensarlo”. “Ya”, le respondió el murciano. “Pero tenía miedo de que después Pinot me la liara y me dejara solo…”. Y cuando les habla así, en su equipo no saben cómo tomárselo, cómo interpretar esa crudeza, esa falta de madurez ciclista que saben que nunca alcanzará: no entienden tampoco cómo un hombre ganador como él sufra de repente ese tipo de miedos que le llevan a racanear, a sufrir, a no atreverse a quedarse solo, a tomar el destino en sus manos.

Pinot me rozó la bici y se me rompió el cambio, y tuve que subir con el plato grande." Alejandro Valverde

Lo de la subida a Risoul fue diferente, pero similarmente decepcionante para el as murciano. Después de una etapa fulgurantemente corrida, sin respiro para los de la fuga (entre ellos estaba Nieve, a quien el empacho de toblerones de Porte le ha dejado con la responsabilidad de salvar el Tour del Sky), a los que el pelotón nunca les dejó tiempo para recuperar; después de que el Ag2r, olvidando un día la mentalidad conservadora, acelerara más aún la carrera en el descenso del Izoard por la Casse Déserte, homenaje a los medallones de Bobet y Coppi, que siempre pasaban solos por ahí, como solo los campeones lo hacen, los buenos se encontraron mirándose las caras en la subida a Risoul. Como a Nibali le aburría la película, se fue a falta de cuatro kilómetros. Solo Peraud (32 años, pero solo cuatro de ciclista de carretera) le aguantó. En un intento último de disimular, a 3,5 kilómetros, atacó Valverde, y con ello solo logró mostrar a sus rivales que no era el Valverde que ellos podían temer. “Pero también sufrí porque Pinot me rozó la bici y se me rompió el cambio, y tuve que subir con el plato grande”, dijo el murciano.

“Nibali es el patrón. El único aliciente de este Tour es la lucha por ser segundo”, resume Unzue. “¿Qué va a hacer Nibali sino irse cuando quiera viendo lo fácil que se lo ponemos los demás corriendo solo por el podio?”.