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La paradoja de Di María

El Madrid protegió al jugador mientras fue irregular y le traspasó cuando se consolidó.

Diego Torres
Di María, en el partido contra el Burnley.
Di María, en el partido contra el Burnley. PETER POWELL (EFE)

En medio de las celebraciones del título de la Liga 2011-2012, los veteranos del Madrid descubrieron indignados que el club había renovado en secreto el contrato de Ángel Di María. La mejora fue excepcional porque el futbolista llevaba meses jugando con problemas físicos, sin destacarse, y los dirigentes le saltaron un escalón salarial. Algo inusual en los procesos de subidas contractuales. El extremo pasó de cobrar dos millones de euros brutos a embolsarse siete. Sin apenas trayectoria, se vio igualado a gente como Xabi o Ramos.

Los jugadores del Madrid no han olvidado que Di María, hoy estigmatizado en los despachos, fue no hace mucho uno de los hombres más protegidos por la institución. Lo comentaban en el vestuario en estos días convulsos para el argentino, que desde que fue traspasado al Manchester no deja de repetir que él no se quería ir del Madrid, que el dinero no era lo importante, que nunca pidió ocho millones netos (16 brutos) como se dice. La última denuncia de Di María, en Radio América, fue decir que el Madrid conspiró para que no jugara la final del Mundial de Brasil. “Mandaron una carta a la AFA, la leí y la rompí”, reveló el futbolista, que quiso responder así a la conferencia que ofreció el presidente Florentino Pérez el viernes, casi íntegramente dedicada a explicar por qué traspasó a Di María. “Fue rotundo”, dijo el directivo. “No aceptó nuestra oferta”.

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Pocas veces la trayectoria de un futbolista del Madrid fue más paradójica. Sus compañeros ponen de ejemplo el caso de Di María para explicar la dinámica de flujos y reflujos que mueve la plantilla desde 2009. Y advierten que él, a diferencia de Casillas, supo largarse cuando las apariencias lo invitaban a seguir: cuando todo indicaba que se convertiría en una leyenda del madridismo.

Di María llegó al Madrid de la mano de José Mourinho y su agente, Jorge Mendes, y gozó desde el principio de la máxima protección de la directiva. Para quitarle competencia, el técnico le limpió el camino de Kaká, Higuaín, Callejón y Pedro León. Los sobrevivió a todos. Incluso en momentos en que no se encontraba futbolísticamente mejor que ellos. En la temporada 2011-2012 Kaká estaba más fuerte pero Mourinho prefirió poner a Di María lesionado. Su desempeño fue pobre. Sin embargo, le renovaron.

Consciente de que se quedaba sin padrino, cuando Mourinho dejó el club, hace un año, Di María se puso a buscar una salida. Hasta las pasadas Navidades no encontró un club (fue el Mónaco) dispuesto a pagar su ficha. El presidente, Florentino Pérez, tampoco le reservó un lugar importante en sus planes: Bale fue el elegido para ocupar el extremo derecha, e Isco el mediapunta señalado.

Di María tuvo suerte. Con Bale el equipo se partió y Ancelotti precisó centrocampistas resistentes como fondistas kenianos. Con la lesión de Khedira, el argentino cobró importancia. Descubrió que tenía un don para el puesto de volante interior. Allí se convirtió en un pilar. Un héroe de la hinchada. El hombre que rompió la final de la Champions con la jugada soberbia que posibilitó la Décima.

La virtud de Di María estuvo en comprender que los milagros no se repiten. Con Florentino Pérez dispuesto a ejecutar su propio plan, con nuevos fichajes decididos y sin un padrino fuerte, en el Madrid su futuro sería incómodo. Pidió ocho millones netos en la creencia —generalizada en el vestuario, aunque desmentida desde la directiva— de que Benzema y Kroos cobran eso, y Bale mucho más. Lo pidió como quien tantea el terreno y la contraoferta le llevó a la convicción. O cogía la puerta o no se vería en otra.

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Sobre la firma

Diego Torres
Es licenciado en Derecho, máster en Periodismo por la UAM, especializado en información de Deportes desde que comenzó a trabajar para El País en el verano de 1997. Ha cubierto cinco Juegos Olímpicos, cinco Mundiales de Fútbol y seis Eurocopas.

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