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“Nosotros no tenemos ningún jugador nba. Es una plata de ley”

Djordjevic valora la final como una prueba de aprendizaje y madurez para un equipo joven que aspira a reencontrarse con los estadounidenses en los Juegos de 2016

Faustino Sáez
Djorjevic abraza a Teodosic durante la final
Djorjevic abraza a Teodosic durante la finalalejandro ruesga

En la ceremonia final se mezclaron la emoción del vencedor, el orgullo del derrotado y las tribulaciones del anfitrión. La ovación cerrada a Pau Gasol como miembro del quinteto ideal del torneo (junto a Teodosic, Irving, Batum y Faried), los gritos unánimes y reiterados de ¡Orenga dimisión! y el intenso y concentrado abucheo al presidente de la federación española, José Luis Sáez, durante la entrega de medallas. No sonó el tradicional y recurrente We are the Champions de Queen sino el I Gotta Feeling de The Black Eyed Peas recogió la Copa Naismith James Harden de manos del Rey Felipe VI y comenzó la fiesta de Estados Unidos. Mientras, en un rincón de la pista y ajenos al bullicio, Djordjevic y Teodosic abrazaban su emoción, que era la de toda Serbia.

“Estoy orgulloso de la profesionalidad, el esfuerzo, la entrega y el corazón de mis jugadores. Ha sido un honor entrenarles durante estos dos meses, he aprendido mucho de ellos y he tratado de ayudar con mi experiencia”, comenzó Djordjevic su emotiva rueda prensa como subcampeón del mundo. “Estamos decepcionados porque no pudimos competir con Estados Unidos, pero tenemos que felicitarles porque han sido el mejor equipo del campeonato, se han merecido el oro y nos han sacado de la pista en la final”, reconoció. “Mis jugadores son jóvenes, no tenemos ningún nba en el equipo, más allá de Raduljica que ha jugado allí y ahora está sin equipo, y las diferencias individuales son grandes. Pero aprenderemos mucho de este partido y del torneo en general para el futuro que nos espera. Vamos a intentar ir a los Juegos Olímpicos y encontrarnos con Estados Unidos con dos años de crecimiento y jugando más maduro. Tenemos que ser modestos. Quizás nuestras caras no lo reflejen, pero estamos muy felices”, explicó el seleccionador serbio, que aspiraba a convertirse en el segundo hombre sobre la tierra después de Obradovic en conseguir el Mundial como jugador y como entrenador.

El técnico vivió un partido en paralelo al que presenciaba el resto de la humanidad. Su equipo perdía por 26 puntos y sus jugadores eran una colección de almas en pena que asistían abrumados al espectáculo de los Estados Unidos. Pero a Sasha Djordjevic aún le sobraba nervio y furia como para acudir al centro de la pista a zarandear a base de carantoñas a Nikola Kalinic después de que anotase, sobre la bocina, el triple que daba paso al descanso.

Ya no había partido. El espejismo serbio apenas había durado cinco minutos (7-14). Pero entonces llegó un chaparrón en forma de 15-1 de parcial que dio paso a la tormenta Harden y al huracán Curry. Toda Serbia asumió con resignación la derrota. Sólo Djordjevic se negó a escenificar la rendición. Cada vez que descubría su imagen en los videomarcadores del pabellón en actitud meditabunda se levantaba como un resorte para animar a su tropa a una gesta imposible. Crecía y crecía la diferencia, pero no de daba por enterado. Sabía que el gigante que tenía enfrente era inabarcable, pero su orgullo le impedía expresarlo. Perdía por 24, pero celebró un dos más uno de Kalinic con falta de Cousins como si valiera el empate. Perdía por 26 pero protestó una antideportiva a Raduljica como si le fuera la vida en ello. Perdía por 31 pero agitaba el banquillo como quien busca el abordaje definitivo. Perdía por 32 y se desgañitaba invadiendo la pista en su intento de ajustar una defensa descosida. Sus jugadores habían bajado los brazos hacía muchos minutos pero él no paraba de levantarlos.

A falta de 1m 26s para el final del tercer cuarto, DeMar DeRozan cruzó la frontera de los cien puntos (102-65) y sólo ahí torció el gesto Djordjevic. Una leve mueca de impotencia, un breve paso por la silla, un pequeño trago de agua y vuelta a su arenga infinita con eco y sin respuesta. Estados Unidos se convertía en el primer equipo en la historia del Mundial en llegar a los 100 puntos antes de la conclusión del tercer cuarto. Los de Krzyzewski lograban la segunda mejor anotación al final del tercer periodo en la historia de los Mundiales y Juegos (anotaron 119 contra Nigeria en 2002). Pero Djordjevic seguía a lo suyo. Seguía viviendo cada segundo y apretando los puños con cada punto. A falta de cinco minutos comenzó su particular homenaje a sus guerreros de plata. Uno a uno fue retirando de la pista a los líderes del equipo. Desfilaron Bjelica, Raduljica, Teodosic, Krstic, Markovic y Bogdanovic bajo el mismo ceremonial: arrumaco y beso del entrenador y achuchón multitudinario de sus compañeros. El oro fue estadounidense, la orgullosa plata fue serbia. “Es una plata de ley. Hemos superados las expectativas porque hemos competido en el torneo con concentración, intensidad y grandeza. Estados Unidos es inalcanzable”, expresó el vicepresidente de la federación serbia, Dejan Bodiroga, en las galerías del Palacio.

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Sobre la firma

Faustino Sáez
Es redactor de deportes del diario EL PAÍS, especializado en baloncesto. Además del seguimiento de ACB y Euroliga, ha cubierto in situ Copas, Final Four, Europeos y Mundiales con las selecciones masculina y femenina. Es licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid y ha desarrollado toda su carrera en EL PAÍS.

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