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Rooney oposita a leyenda

El delantero inglés llega a las 100 internacionalidades, pero se exige un título con su selección para ser un grande.

Wayne Rooney celebrando un gol con su selección.
Wayne Rooney celebrando un gol con su selección. BEN STANSALL (AFP)

En 1886 la Football Asociation, la Federación Inglesa de Fútbol, determinó que cada vez que un jugador disputase un partido con su selección recibiría una gorra de seda blanca con el bordado de una rosa roja. Nació entonces la denominación de caps (gorras) para referirse a las internacionalidades de un futbolista, costumbre que en las islas sólo pervive de manera nominal. El tiempo y la acumulación y mayor frecuencia de los partidos han propiciado que ya no se entreguen caps en cada partido, pero hace tres años una iniciativa de la UEFA quiso homenajear aquella tradición para entregar, incluso con carácter retroactivo, una gorra a cada jugador que llegue a las 100 internacionalidades. Este sábado el que alcanzará esa cota, si es alineado contra Eslovenia en Wembley en partido de la fase previa de la Eurocopa, es un inglés, Wayne Rooney, el noveno en lograrlo en el país donde nació el fútbol. Once años le han bastado para llegar a esa cima. “Y todavía puede dejar más huella porque tan sólo tiene 29 años”, incide el técnico inglés Roy Hodgson.

Algunos números ayudan a creer que Rooney está cerca de la leyenda. Si disputa 25 partidos más, cota que está a su alcance si no se lesiona o su rendimiento no decrece de forma alarmante durante las dos o tres próximas temporadas, habrá llegado a la par de Peter Shilton, el inglés con más internacionalidades. Y si marca seis goles más superará a Bobby Charlton como máximo goleador de los pross. Su palmarés luce a estas alturas cinco títulos en la Premier, dos Copas y una Liga de Campeones, pero subyace la sensación de que se ha quedado varios pasos por debajo de las expectativas. Aquel Rooney expansivo y exuberante que con apenas 16 años se batía y superaba a los más fornidos centrales de la competición inglesa disparó una desbordante ilusión que por ahora no ha encontrado parangón en su rendimiento, el de un futbolista que, por ejemplo, ha disputado tres Mundiales y sólo ha marcado un gol en ellos (en la derrota contra Uruguay el pasado mes de junio); el que se presentó en sociedad a nivel internacional en la Eurocopa de 2004 con cuatro goles, pero no pudo pilotar la presencia de su selección para disputar la siguiente en Austria y Suiza y pasó de puntillas en 2012 lastrado por una sanción que le impidió jugar los dos primeros partidos cuando llegaba de marcar 27 goles en 34 partidos en la Premier League, su mejor marca de siempre.

Al menos Inglaterra tiene una esperanza, un joven colectivo que a pesar del fracaso en Brasil dejó la sensación de que ahí se germina algo

“Puede que llegase a su tope demasiado pronto”, sugirió hace unos meses su ex compañero Paul Scholes. Quizás le lastre su estilo expansivo, que le lleva a abarcar varias funciones, que invita incluso a los técnicos a explotar una polivalencia que no le ha terminado de favorecer. Ahora, en la madurez de su carrera, tras dejar atrás su propensión a engrosar la lista de escándalos de los tabloides británicos o lanzar improperios a las cámaras, con el bagaje de un futbolista estimable y capitán de la selección tras el adiós de Gerrard, asume un liderazgo y el desafío de dar un paso más, el que le lleve sin ninguna duda a la leyenda. “Para serlo tendré que ganar un gran torneo con la selección –se exige-. Al final de mi carrera podría tener 200 caps y haber marcado 100 goles, pero lo que de verdad importa es levantar un trofeo”.

Al menos Inglaterra tiene una esperanza, un joven colectivo que a pesar del fracaso en Brasil dejó la sensación de que ahí se germina algo. El inicio de la fase de clasificación para la Eurocopa confirma esa idea, tres victorias en tres partidos, entre ellas un triunfo en Suiza. Eslovenia no es un rival sencillo, renovada tras el regreso de Srecko Katanec, aquel espigado mediocentro que triunfó en la Sampdoria y que luego se convirtió en el técnico que la llevó a su primer Mundial, el de 2002. Es segunda en un grupo de clasificación donde el resto de equipos también juegan hoy. San Marino recibe a la meritoria Estonia, que acaba de ganar un amistoso a Noruega a domicilio, y en la jornada anterior apenas cedió una derrota por la mínima ante Inglaterra en el tramo final del partido y con gol, precisamente, de Rooney. Y Suiza juega en casa contra Lituania con la obligación de ganar y enmendar su mal inicio en esta previa.

El resto de la jornada del sábado acoge los dos partidos del grupo de España con una asequible visita de Ucrania a Luxemburgo y una oportunidad para que Eslovaquia frene su inmaculada trayectoria en Skopje ante Macedonia. Allí acude con Hamsik al frente, pero sin Gyomber, el zaguero del Catania que operó como mediocentro ante España y que ha sido operado en un tobillo ésta semana. También en los Balcanes esperan a la mejor Suecia y a Zlatan Ibrahimovic, ya operativo tras disputar unos minutos en el clásico del pasado fin de semana entre PSG y Olympique de Marsella. En el Prater, Austria recibe, con la ausencia del lesionado David Alaba, a Rusia para tratar de mantener el liderato del grupo mientras los parias Moldavia y Lietchtenstein completan la jornada.

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