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La vida en la punta de los dedos

El alpinista austriaco Auer habla de su relación con la escalada y de las motivaciones que le empujan a prescindir de cuerda y compañero

Auer, en una escalada.
Auer, en una escalada.ARKAITZ SAIZ

Escalar en solitario, sin compañero, sin cuerda, sin red, sigue siendo un tema incómodo de abordar, un tanto tabú, incluso entre escaladores. Por eso, la conversación con el austriaco Hansjorg Auer (1984) arranca en la isla griega de Kalymnos, durante el The North Face Climbing Festival y finaliza en el Bilbao Mendi Film Festival, donde Auer protagoniza (junto a Jordi Corominas y Rémi Thivel) un debate apasionado y lúcido sobre la escalada en solo.

Incluso para aquellos acostumbrados a la vida vertical, contemplar a una persona aferrada con la punta de sus dedos a una pared tiene algo de impúdico, algo rayano en lo desagradable. Aquí, un patinazo, un agarre que cede, significa matarse. Uno tiene la vida en la punta de sus dedos, como el título de la película de Jean Paul Janssen en la que Patrick Edlinger diseccionaba el ejercicio, casi un arte, de escalar sin cuerda.

Sea por falta de empatía o de curiosidad auténtica, todavía hoy (en una sociedad obsesionada con eliminar el riesgo de la vida cotidiana) cuesta entender las motivaciones de aquellos que prescinden de la cuerda. Hansjorg Auer escaló a la edad de 17 años 20 metros de pared a pelo. Las sensaciones fueron tan intensas que supo que nunca dejaría de hacerlo. No hubo miedo. No lo hay tampoco ahora. Hubo un tiempo en el que su temor principal tenía que ver con el rechazo de Matthias, su hermano mayor, escalador también, o el de sus padres. Honesto, Auer siempre anuncia a su familia sus proyectos, pero no se ganó su respeto hasta que un día llegó a casa desencajado para explicar que no se había atrevido con uno de ellos: al pie de la pared, miró las nubes amenazadoras, se miró a los ojos y regresó por donde había venido. Pero únicamente el día que su padre le estrechó la mano, tras escalar una vía sumamente técnica y de 900 metros en la Marmolada (Dolomitas), sintió su comprensión. Un alivio.

Explicar en público los porqués sigue siendo un asunto complejo. De hecho, el atleta de The North Face desgrana varias razones: “Porque siento la vida con más fuerza”; “la sed de vivir el momento y la gran incógnita son demasiado fuertes, al menos para mí”; “No tengo que convencer a la opinión pública. La gente sabe que no estoy jugando. He de convencer a mi familia y a mi novia. Pero para ser honesto, creo que todo el mundo debería tener la libertad de hacer lo que más le gusta”.

Y luego está, también, el placer del gesto libre, sin arnés, ni cuerdas, ni material de autoprotección, la fluidez y la libertad de escalar sin pausas. Sensaciones que embriagan, en las que la absoluta y perfecta concentración sustituyen al miedo, especialmente al miedo previo, ése que Auer experimenta en su casa, imaginando una escalada sin cuerda, preguntándose si, llegada la hora, su cabeza estará preparada para asumir el reto.

Todo esto, explica, le conduce a veces a su niñez: recuerda cómo en el parque había niños que nunca despegaban del suelo y otros que enseguida se subían a la estructura más elevada, escapando de la vigilancia de los padres. “No lo hacían por desobediencia, sino porque es un gesto placentero”, observa. Así se siente ahora: un adulto libre a la caza de momentos de intensa felicidad.

Todo esto, claro, crea adicción. Auer lo sabe y no desea caer en la rutina, razón por la que concede bastante espacio a sus proyectos en solitario y por la que censura a los que le tachan de suicida: “Si alguien piensa que soy un suicida, no me ha entendido a mí ni tampoco entiende la filosofía del deporte de montaña en general”, sentencia.

Escalar sin cuerda ha hecho famoso al suizo Ueli Steck o a los norteamericanos Dean Potter y, sobre todo, Alex Honnold. Todo filmado, tremendo, vídeos que provocan sudor en la palma de las manos. “Si yo hubiese nacido en América, sería muy mediático, mientras que en Europa la gente piensa que estamos locos. Puede haber cambiado un poco, porque ven que todavía estoy vivo... hago locuras, pero me ven como un ser loco por naturaleza. Es gracioso, porque hace 10 o 15 años mis compañeros de clase en la escuela iban siempre de fiesta el sábado por la noche y yo no iba con ellos sino que iba a correr, a hacer montaña y me decían: ‘tú eres tonto, tú no eres normal’. Pero ahora eso ha cambiado y cuando me los encuentro tienen mucho respeto por lo que hago. Creo que es importante para todos nosotros encontrar nuestro camino y seguirlo. No pensar demasiado en lo que otra gente diga. Por supuesto, todavía escucho que soy bastante egoísta y he de admitir que quizás la escalada en solitario es uno de los deportes más egoístas”.

Auer es, también, uno de los alpinistas de referencia en la escena mundial, alguien capaz de escalar al mismo tiempo a un nivel elevadísimo en roca, en hielo, en mixto o en montañas vírgenes del Himalaya de 7.000 metros… alguien movido siempre por la curiosidad: “A veces das un paso más y descubres algo. Algo realmente guapo. Y es lo mismo con el solo: das un paso más y descubres esta ligereza, esta libertad, esta mezcla de muchos ingredientes que nos hace feliz”. Como tener el control de tu existencia exactamente en la punta de los dedos.

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