_
_
_
_
_
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Una máquina de destrucción

El deterioro, la degradación y la decadencia galopan en ausencia de proyecto y de liderazgo en el Camp Nou

Ramon Besa
Bartomeu, Luis Enrique y Zubizarreta.
Bartomeu, Luis Enrique y Zubizarreta.ALBERT GEA (REUTERS)

No hay club en el mundo que tenga la capacidad autodestructiva del Barça, especialmente manifiesta cuando se dan derrotas que no tienen consuelo, pocas tan desmoralizadoras como la de Anoeta, imposible de sobrellevar después de la caída del imbatible Madrid en Mestalla. La entidad azulgrana ha entrado en combustión desde su llegada de San Sebastián: el director deportivo (Zubizarreta) ha sido destituido, la figura (Messi) no se entrena por la misma dolencia que acabó con Ronaldinho, el entrenador (Luis Enrique) no se explica con los jugadores ni tiene ganas de hablar con la prensa y uno de los símbolos de la institución (Puyol) ha dimitido como asesor —o se ha ido—, antes de que a algún directivo se le ocurriera nombrarle capitán general de una Ciudad Deportiva de la que ya fueron largadas dos figuras como Puig y Amor.

Los dos directores generales, el deportivo y el general (Rossich), han sido despachados de la misma manera, mediante un comunicado, agotados los dos por una errática política del consejo directivo

Los dos directores generales, el deportivo y el general (Rossich), han sido despachados de la misma manera, mediante un comunicado, agotados los dos por una errática política del consejo directivo y convencidos también de que su salida era una cuestión de tiempo o, si se quiere, su estancia se interpretaba como una medida de gracia de Bartomeu. Ambos, sin embargo, merecían un trato diferente en su despedida, sobre todo Zubizarreta, que se había ganado un digno adiós del Camp Nou. El presidente quemó de mala manera el paraguas de Zubizarreta. Aunque estaba cantado, el despido del secretario técnico sonó a medida fácil y populista, extemporánea, como un signo de debilidad de quienes mandan, asustados ante la carga ambiental de los próximos partidos, el jueves con el Elche (Copa) y el domingo ante el Atlético.

A Zubizarreta se le podía echar por diferentes motivos, convertido en saco de todos los golpes del Barça. La suya ha sido una gestión controvertida, con claroscuros, especialmente criticada por la remodelación de la plantilla y la sanción de la FIFA. Nadie puede discutir, sin embargo, su sentido de club, su condición de hombre del Barcelona. Así que se imponía desvincular el cese de sus declaraciones en Anoeta. Zubizarreta expresó una obviedad: el presidente actual y el anterior eran corresponsables con el director deportivo de las fichas tramitadas de los menores de La Masia. La junta interpretó en cambio que las palabras de Zubizarreta eran una provocación y por tanto merecían una respuesta inequívoca por parte de Bartomeu. No hay dudas en el consejo: Zubizarreta prefirió forzar su destitución a presentar la dimisión, extremo que sólo se planteó en verano cuando el club pretendía prescindir de sus ayudantes Julià y Valentín. Calificar las palabras del director deportivo como un acto de deslealtad o desafío no es consecuente por tanto con su proceder en el Camp Nou.

Rosell y Bartomeu han dilapidado una herencia deportiva única y un apoyo histórico de los socios. No le será fácil al presidente aguantar sin anticipar las elecciones

Zubizarreta verbalizó una verdad dolorosa y negada por los rectores del Barça. Nada nuevo, de todas maneras, si se repasa su vida en el Camp Nou. Ya pasó las de Caín para sustituir a Urruti y fue elegido como cabeza de turco de la derrota de Atenas. Ocurre ahora que su continuidad se había convertido en insostenible para un presidente que suelta lastre a diario para ganar tiempo con vistas a las elecciones de 2016. Bartomeu intenta desmarcarse de Rosell con tics autoritarios que evocan su etapa de responsable del baloncesto con Laporta.

Rosell y Bartomeu han dilapidado una herencia deportiva única y un apoyo histórico de los socios. No le será fácil al presidente aguantar sin anticipar las elecciones después de los muchos frentes abiertos en el equipo y en el club, incluso en la directiva, convocada para mañana a instancias de uno los directivos disidentes (Freixa).

A los aficionados nada les preocupa más que la situación de Messi, el único personaje que no ha sido pitado después de que las sospechas se hayan extendido a Luis Enrique por su mala dirección en Anoeta. El 10 está harto de perder y no vislumbra la victoria con Lucho. No es un problema de futbolistas sino de juego, de manera que el técnico precisa ganarse a Messi para hacer crecer al Barcelona. El problema es que el Barça se ha convertido en una máquina de destruir con Rosell y Bartomeu. El deterioro, la degradación y la decadencia galopan en ausencia de proyecto y de liderazgo en el Camp Nou.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Sobre la firma

Ramon Besa
Redactor jefe de deportes en Barcelona. Licenciado en periodismo, doctor honoris causa por la Universitat de Vic y profesor de Blanquerna. Colaborador de la Cadena Ser y de Catalunya Ràdio. Anteriormente trabajó en El 9 Nou y el diari Avui. Medalla de bronce al mérito deportivo junto con José Sámano en 2013. Premio Vázquez Montalbán.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_