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Un Dakar en el baúl

Manuel García es el único motorista español inscrito en una categoría sin ningún tipo de asistencia mecánica

Gorka Pérez
Motoristas en el Dakar.
Motoristas en el Dakar.EFE

Si hay una palabra que repitan prácticamente a diario desde los propios pilotos del Dakar a sus organizadores es la de aventura. La amplitud de ese concepto sustenta los sacrificios que conlleva una prueba terrible que, sin embargo, sigue sin perder el encanto. Dentro de la complejidad de la carrera, resalta la disparidad de situaciones que se reúnen en un mismo trazado. En el apartado más libre del Dakar se juntan una moto, un piloto y una maleta. Son los pilotos inscritos en la categoría Malles-Moto o Motos-baúl, que hacen honor al nombre, pues no hay nada más con lo que carguen durante toda la competición. Entre todos ellos se encuentra por primera vez desde 2006 un español, Manuel García, logronés de 50 años y propietario de una tienda de ropa de niños, que junto a su Yamaha vuelve a competir en el Dakar tras hacerlo por última vez precisamente hace nueve años, pero entonces en la categoría de motos con asistencia.

El recorrido del Rally.
El recorrido del Rally.HEBER LONGÁS

"Esto es lo que yo quería hacer, pero si tuviera un botón para marcharme a casa lo hubiera pulsado ya 25 veces", reconoce sin miramientos. El calor sofocante de Argentina ha resultado demasiado para Murchi, como es conocido. "Intentamos sobrevivir cada día, pero hay muchos momentos que digo qué puñetas hago aquí. Tenemos todos los números de la lotería comprados para abandonar a las primeras de cambio. Es de tontos pensar en el último día, mañana se te rompe el motor y se terminó todo", señala. La dureza de la experiencia está directamente relacionada con la escasez de medios con los que cuentan los pilotos de esta categoría. Tras embarcar la moto, sólo pueden llevar consigo una pequeña mochila, la tienda de campaña en la que dormirán durante toda la carrera (los pilotos profesionales lo hacen en autocaravana), dos ruedas y el baúl que les da nombre, de 80 litros de capacidad, y en el que introducen unas pocas herramientas y alguna que otra pieza como filtros de aire o discos de embrague. Ese material lo transporta cada etapa la organización.

Las reparaciones corren a cargo de los propios pilotos, pues toda ayuda externa no está permitida, aunque reciben asesoramiento mecánico desde la organización. De ahí que la clave del éxito diario, el de llegar al siguiente vivac, dependa de la fiabilidad de la moto. "Yo llevo ayuda y se llama la necesidad, cuando te aprieta no sabes lo que puedes hacer. No soy mecánico, pero he montado y desmontado muchas motos. No envidio a los coches, para entender esto te tienen que gustar las dos ruedas", reconoce Manuel mientras retira el polvo con un trapo del asiento de su moto.

Aunque reconoce que antes de subirse a la moto siente bastante miedo por lo que puede sucederle, una vez arriba no se amilana. "La carretera es lo que más odio. En las especiales, si los demás suben, tú subes, y si bajan, tú detrás. La carretera te destroza psicológicamente. Vas cantando o haciendo el tonto para no quedarte dormido, es terrible. Lo que no sabe la gente es que a nosotros nos dan un cartón cuando salimos por la mañana y tienes un tiempo para llegar al final de la especial", explica Murchi. En la segunda etapa se quedó dormido encima de unas piedras y tuvo que salir bastante más retrasado, pero de momento sigue adelante. "No hay que ser negativos, la negatividad te puede enviar para casa", culmina.

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Sobre la firma

Gorka Pérez
Es redactor de la sección de Economía y está especializado en temas laborales. Ha desarrollado la mayor parte de su carrera en EL PAÍS. Antes trabajó en Cadena Ser. Es licenciado en Periodismo por la Universidad del País Vasco y Máster en Información Económica de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo.

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