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El planeta Mikkel Hansen

El danés, considerado el mejor atacante del mundo, es una estrella mediática en su país y el jugador mejor pagado del planeta

Alejandro Ciriza
Mikkel Hansen, ante Rusia
Mikkel Hansen, ante RusiaChristof Koepsel (Bongarts/Getty Images)

Será por ese aire a lo Kurt Cobain que tiene, por esa melena rubia y lacia que forra las carpetas de muchas adolescentes danesas, o por ese rostro amable y esas dos hileras perfectas de dientes que le convierten en un filón comercial para las marcas. O, tal vez, por esa simpatía que emana a pesar de saberse el jugador más creativo del planeta, uno de los grandes, objetivo de todos los focos. Probablemente, el aliño final contenga una pizca de todo ello. El caso es que en Dinamarca, su país, Mikkel Hansen (Helsingør, 27 años) está por todas partes. “Allí es el rey”, precisa Víctor Tomas, excompañero suyo en el Barcelona.

Allí, donde el balonmano es ley y encapota a otros deportes de mayor trascendencia internacional como el fútbol, el baloncesto o el tenis, el lateral es una deidad, un imán publicitario. Allí, donde la sociedad contempla el duelo de cuartos frente a España (19.00, Tdp) como un acontecimiento de primer nivel, en los soportes propagandísticos no figuran los rostros de Messi ni Cristiano Ronaldo; tampoco los de Lebron James o Roger Federer, no. Allí, en términos de marketing en imagen, Hansen lo acapara todo: champús, dentífricos, ropa casual y deportiva, bancos. Todo. Él, genio precoz de su deporte, un planeta aislado en la galaxia del balonmano, es el icono.

Hijo de Flemming, internacional danés y olímpico en 1984, Hansen se convirtió en una estrella mediática muy temprano. Tras impactar en el Svendborg y saltar al escaparate, el Barcelona le echó el lazo en 2008, pero en sus dos años de azulgrana su rendimiento fue muy por debajo de lo esperado. “Desde muy joven estaba idolatrado en Dinamarca y eso no es fácil de llevar, pero tiene la cabeza muy bien amueblada”, explica Tomás. ¿Por qué no funcionó entonces? “Llegó muy joven, con 22 añitos, y la camiseta del Barça pesa mucho. Estaba acostumbrado a ser la referencia, pero aquí no era así. Y encima tenía por delante a Rutenka”, agrega el extremo. “¿Barcelona? Bien”, responde de modo escueto el protagonista, en un más que correcto español, sin la cinta que le caracteriza mientras juega.

Mikkel Hansen, ante Rusia
Mikkel Hansen, ante RusiaMOHAMMED DABBOUS (REUTERS)

Pese a que él intente disimularlo, la espina quedó ahí. No triunfó en el Palau, y por eso decidió regresar a su tierra, al Copenhague. En casa creció y creció hasta convertirse en el mejor jugador del mundo, como lo refrenda el premio que le concedió la Federación Internacional (IHF) en 2011. Más tarde, la bancarrota del equipo danés lo forzó de nuevo a partir. El PSG, que hasta la llegada de los inversores catarís era un equipo sin pena ni gloria y un año antes luchaba por no descender, fue su destino. Firmó por cuatro años y percibe unos 800.000 euros por cada uno de ellos. Y allí, en la Ville des Lumières, encabeza el millonario proyecto parisino y sigue siendo el rey.

“Es el mejor”, señala el internacional español Antonio García, que compartió filas con él en Francia; “debemos basarnos en nuestra defensa colectiva para frenarle y no dejarle opciones óptimas de tiro. Tiene muchísimos recursos”. Teoría a la que se adhiere el seleccionador Manolo Cadenas: “Lanza, asiste y hace mejor a los compañeros. Es el mejor generador de juego que hay”. Y lo suscribe Tomás: “Sabemos cómo juega y quién es. Tiene una subida de balón y una calidad en el pase al contraataque que es mortífera. Es como un quarterback del fútbol americano: lo ve todo, tiene ojos para todo”.

“Tengo muy buenos amigos en España. No me gusta que llegue ahora este partido”, dice el ex del Barça

Subcampeón Mundial en 2011 y 2013, y campeón europeo hace un año, el torneo de Qatar estimula sobremanera a Hansen, que aparece en todos los carteles promocionales del evento y colecciona un larguísimo listado de galardones individuales. Fue designado mejor lateral izquierdo de la Copa del Mundo en 2011, además de máximo goleador; también fue elegido el mejor en su puesto en el Europeo de 2012, donde su selección ganó el oro; y un año después, en la cita de España, también se llevó el laurel al jugador más valioso del campeonato. En la final del Sant Jordi, eso sí, Dinamarca se llevó un sopapo fenomenal ante los Hispanos.

“Espero que eso no influya nada, espero”, dice ante los periodistas españoles presentes en Doha. “Perdimos ese día, pero el último [en el Europeo del año pasado] lo ganamos. Será difícil, España tiene una defensa muy fuerte, como nosotros, y a jugadores muy experimentados. Creo que la defensa será clave. Si hubiésemos sido primeros en nuestro grupo ahora no tendríamos que jugar contra ellos. Además, tengo muy buenos amigos allí, de Barcelona. No me gusta que llegue ahora este partido”, responde con una sonrisa.

Como su selección, a lo largo del Mundial ha ido elevando el listón de juego. Suma 22 tantos y con 34 asistencias es el pasador más fructífero. A eso añade su repertorio de fintas y lanzamientos, algunos inverosímiles. “¿Y qué tal te encuentras tú, Mikkel?”, le preguntan los reporteros. “Bien, muy feliz. Estoy muy preparado. He trabajado solo el pasado verano, muy duro”, responde él, la estrella mediática. Siempre desde su burbuja particular. Desde el planeta Mikkel Hansen.

VÍDEO: Mikkel Hansen, el mago del balonmano

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Sobre la firma

Alejandro Ciriza
Cubre la información de tenis desde 2015. Melbourne, París, Londres y Nueva York, su ruta anual. Escala en los Juegos Olímpicos de Tokio. Se incorporó a EL PAÍS en 2007 y previamente trabajó en Localia (deportes), Telecinco (informativos) y As (fútbol). Licenciado en Comunicación Audiovisual por la Universidad de Navarra. Autor de ‘¡Vamos, Rafa!’.

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