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¡Viva el delantero centro!

Benzema y Luis Suárez reivindican el papel del ariete, del jugador que se instala en el área rival para batallar con fútbol, cuerpo y alma ante las defensas

Jordi Quixano
Suárez festeja su gol al Madrid.
Suárez festeja su gol al Madrid.ALBERT GEA (REUTERS)

El Barça ya no es lo que era. Entre otras cosas porque prioriza llegar cuanto antes a la portería contraria y sobre todo porque Messi ya no es el falso 9, sino que parte desde el extremo para entregarle el área rival y sus inmediaciones a Luis Suárez. Y el delantero uruguayo reivindicó la figura del ariete, ese que fija a los dos centrales con su fútbol, cuerpo y batalla. Exaltación a la que se sumó Benzema en el lado opuesto, menos tosco y tan eficiente como el anterior, todo un genio que hace fútbol y crea ocasiones por el arte de birlibirloque.

Bravo. Aunque se marcó un control con el pecho para empezar la noche, debió emplear las manoplas de lo lindo para desactivar al Madrid, sobre todo a Ronaldo y a Benzema. Varias paradas de mérito, difusión de seguridad y un gol en el que poco pudo hacer que le atornilla en la portería azulgrana y niegan el posible debate con Ter Stegen.

Casillas. No fue una ayuda para su defensa con el juego con los pies, un tanto torpe en el pase, pero no titubeó en jugar adelantado hasta el punto de que despejó un balón con la cabeza a 30 metros de su portería. Nada pudo replicar en el gol de Mathieu, pero sí que se venció antes de tiempo en el segundo tanto de Luis Suárez.

Alves. Una vez más salió perdedor de su duelo con Cristiano Ronaldo. Si bien le venció en la primera carrera, después no pudo con el sprint y regate del 7. Encontró en las ayudas de Piqué y Rakitic el mejor de los consuelos, el aliento necesitado. Y, tan atento como estaba a no pifiarla atrás, apenas se dejó ver en campo ajeno, que es donde hace daño.

Carvajal. En el primer acto no cayó en las trampas ni en los driblings que le tiró Neymar, pero tampoco fue decisivo en sus ascensiones. Otra versión Arbeloa. Después, sin embargo, y amonestado como estaba, nada pudo hacer ante un brasileño en combustión. Ni las vio venir.

Piqué se multiplicó en defensa y emitió la seguridad que por momentos le faltó a su línea

Piqué. Inconmensurable. Fino y rápido en la corrección, acertó el momento de tirarse al suelo para rebañar el balón a Ronaldo y sobre todo a Bale, que se plantaba delante de Bravo. Se multiplicó en defensa y emitió la seguridad que por momentos le faltó a su línea. Sin él, Benzema se hubiera puesto las botas.

Ramos. No fue su noche. Le costó salir con el balón jugado y se fio demasiado al juego de contacto. Vio una tarjeta amarilla por una tarascada por detrás a Messi y falló en el marcaje a Mathieu en el gol azulgrana. En el segundo acto, todo coraje, despejó cualquier peligro por arriba, pero se vio superado por los delanteros azulgrana y por la falta de ayudas en la zaga.

Mathieu. Aunque no perdió carrera alguna, en defensa palideció porque le pillaron descolocado en numerosas ocasiones. No supo atar en corto a Benzema y tampoco ofreció una salida limpia del balón. Pero en el área rival resultó capital, al menos en ese centro lateral de Messi que cabeceó de forma impecable y cruzado a gol.

Pepe. Aparatoso como habitúa, se las tuvo de todos los colores con Luis Suárez, que le provocó una tarjeta amarilla al notar contacto a sus espaldas. Le devolvió la jugarreta de igual manera. Pero salió perdedor del duelo cuando el delantero marcó. Al final, fue sustituido.

Alba. Sufrió con Bale porque por primera vez en mucho tiempo le discutieron su reinado de velocidad. No estuvo entonado en el pase y tampoco en sus ofensivas por el carril. Tuvo más voluntad que fútbol, pero con eso le valió para disfrutar una ocasión que malogró.

Marcelo. Que Messi no le siguiera la estela fue un desahogo para el lateral, que se subrayó con el balón entre los pies. Descontaba rivales con su movimiento de cintura y carrera, incluso con virguerías propias del jogo bonito brasileño. Pero le faltó el broche final, el disparo y el gol.

Rakitic. Mostró una vez más su lado más solidario, generoso en las coberturas a Alves para tratar de poner freno a Cristiano Ronaldo. Trató también de participar en el juego, pero cogió el balón lejos del área y no tanteó el disparo de larga distancia.

Los pies de Kroos dictaron el fútbol del Madrid, pero se desbravó en la segunda parte como el resto de su equipo

Kroos. Se adueñó del balón en los ataques del Madrid en el primer acto, casi siempre con precisos cambios de orientación que descompensaba a la temblorosa zaga azulgrana. Sus pies dictaban el fútbol del Madrid. Pero se desbravó en la segunda parte como el resto de su equipo.

Mascherano. Es un mediocentro de corte defensivo y así se desenvolvió ante el Madrid, más pendiente del corte que del pase. Pecó de conducir el balón y sus pases no descontaron líneas de presión. Pero no perdió la pelota -una de las mayores preocupaciones de Luis Enrique- y se impuso en su parcela en la segunda mitad.

Modric. Estupendo en la contención, fue el complemento ideal para Kroos porque se definió con el pase interior. Como en que encontró a Benzema antes de que este asistiera a Ronaldo en el gol. También probó el disparo desde lejos y hasta hizo la falta táctica oportuna a Messi para que no culminara una jugada de peligro. Se desgastó, sin embargo, demasiado pronto.

Iniesta. Corre sin parar y casi siempre lo hace sin el balón en las botas, un castigo tremendo para un futbolista que se expresa por los pies y no las piernas. No tuvo incidencia en el juego ni presencia en el ataque del Barcelona.

Isco. Intermitente. No sobresalió en defensa ni tampoco fue desequilibrante en el ataque, por más que también probara el disparo de media distancia.

Messi. Empezó el partido con un caño. Un espejismo porque arrancó el encuentro en su versión vaga, esa que se ofrece a cuentagotas en ataque y sobre todo que no defiende porque entiende que el peligro es él y no el rival. Pero un poco de Leo es mucho. Así que puso el balón perfecto en el gol de Mathieu y cuando se animó, allá en el segundo acto, evidenció que es sinónimo de peligro y espectáculo. Se quedó, en cualquier caso, sin la guinda del gol.

Bale. Velocidad pura. Puso en aprietos a Alba por su tenacidad y profundidad, por su voluntad. Y con eso le valió para marcar un gol bien anulado por previo fuera de juego de Ronaldo y para lograr un disparo con la derecha a la salida de un saque de esquina que le cuchicheó al palo. Despareció al unísono que sus compañeros con el segundo gol azulgrana.

Aunque empezó mal, los zigzagueos, quiebros y carreras de Neymar quitaron el hipo en el segundo acto

Luis Suárez. Es un auténtico moscón para cualquier defensa. No da un balón por perdido y no se amilana ante nadie. Paladeó la batalla con Ramos y Pepe (incluso se las ingenió para fijarlos) y en muchas ocasiones salió victorioso. Como en ese balón largo de Alves que controló de primeras y que cruzó a la red ante la salida de Casillas. El triunfo del delantero centro.

Benzema. Bajó a recibir, abrió el campo y se entregó al juego colectivo. Suya fue la obra de arte del taconazo para el gol de Ronaldo y suyo fue el centro que el portugués envió al larguero. Se significó también con el disparo, pero no embocó. Un pequeño pero a su gran labor, excepcional hasta en la pelea.

Neymar. Se enredó de inicio en las bicicletas y en unas carreras que no descartaban rivales. Pero se alió con Luis Suárez para tocar más balón, sentirse cómodo y acabar por absorber el protagonismo que siempre quiere. Zigzagueos, quiebros y carreras que quitan el hipo. Ocurre, sin embargo, que fracasó en un remate franco y bien sencillo, quizá porque le pudo la sorpresa del mal disparo de Luis Suárez.

Cristiano Ronaldo. No tuvo tanto balón como acostumbra, pero sí que se remarcó con él. Descascarilló a Alves al galope y conectó un disparo al larguero. También festejó su gol al utilizar la puntera –el único recurso que le quedaba- en el remate. Mandó callar al Camp Nou y vio una amarilla por simular una falta. Aderezo de su gran fútbol y de unos obuses que no encontraron la dirección exacta. Sacó la lengua a falta de media hora.

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