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Los “demonios” de Sergio García

El jugador de Castellón es el único español que puede con el campo en un día en el que se multiplicaron las tarjetas bajo par

Carlos Arribas
Sergio García golpea desde un búnker del hoyo 18.
Sergio García golpea desde un búnker del hoyo 18.DAVID CANNON (AFP)

Rory McIlroy, el cachas, lo llama la “semilla de la indecisión” y Sergio García habla del “demonio que permanentemente en las orejitas” le perturba siempre que juega en Augusta. Ambos golfistas hablan de lo mismo, del genio de Alister Mckenzie, el arquitecto escocés que siguiendo los ensayos de Bobby Jones diseñó el Augusta National Golf Club, un campo como Saint Andrews, la catedral, aparentemente fácil y en realidad complicadísimo. El mejor del día fue el tejano Jordan Spieth, con 64 golpes (-8).

McIlroy, que acabó con -1 la primera ronda (fue uno de los 30 que pudieron con el par en un día ideal para jugar: un síntoma de que el campo, aún húmedo por las lluvias de los primeros días de la semana solo puede endurecerse), dijo que para vencer a la indecisión, a la duda que acompaña cada elección de palo en los segundos golpes, apeló a la para él casi desconocida virtud de la paciencia. No consideró a los pares cinco de los segundos nueve, el 13 y el 15, como pares cuatro disfrazados y, por primera vez, salió con birdie de ambos.

El jugador de Castellón, aun inconscientemente, pues todo jugador español lo tiene tan interiorizado que surge automáticamente de las terminaciones nerviosas de sus manos, recibió el soplo genial de Ballesteros, que, ayer, 9 de abril, habría cumplido 58 años. Terminó García el primer día sexto clasificado con 68 golpes (-4), un resultado espléndido que debía, como le habría gustado a Seve, a un puñadito de toques mágicos con su juego corto. Uno de ellos, un putt complicado desde el borde del precipicio que es el green del 10 le sirvió para salvar el par en uno de los hoyos más complicados del Augusta National Golf Club. Con otro, un globito desde el rough del green del 14 logró un extraordinario birdie, inesperado después de lo que le había costado llegar allí con los hierros largos. El tercero fue otro par, el del 18, logrado con una gran salida del búnker del green, en el que había aterrizado queriendo salir del búnker de la calle. “Esta mañana me he acordado del cumpleaños de Seve, aunque luego ya en el campo tenía otras cosas en que pensar”, dijo García, feliz por haber conseguido romper la barrera de los 70 golpes, “algo que siempre hay que celebrar en Augusta”. “Tengo tan malos recuerdos de este campo, de golpes perfectamente ejecutados que acababan en desastre por un mal bote o una caída inesperada, que he decidido no volver a arriesgar. Y aun así, el campo me ha castigado”, dijo García, de 35 años, recordando cómo había preferido jugar un hierro 5 en el 15 en vez de un 6 para asegurar y que un cambio de viento le mandó la bola pasado el green hacia un bogey seguro.

Gran talento desde muy joven, desde que se le llamaba El Niño, del golf, García estaba destinado a ser, después de Ballesteros y Olazabal el tercer ganador de una chaqueta verde, por su larga distancia con las maderas y su gran toque en el juego corto. En Augusta, sin embargo, nunca respiró a gusto. Sus mejores clasificaciones han sido un cuarto y dos octavos puestos. En 2014 comenzó con 66 golpes y un 76 en la segunda jornada le envió a su último octavo. “Pero no quiero pensar que este año vaya a ser diferente”, dijo. “De momento he librado, pero quedan tres días muy complicados. No merece la pena hacerse ilusiones”.

Avanzada la tarde luminosa otro golfistas despertó la memoria de Ballesteros, pero no por español e inspirado, sino por joven y precoz, el estadounidense Jordan Spieth, quien, antes de cumplir los 22 años, hizo la mejor ronda del día, 64 golpes que le colocan como líder destacado con tres de diferencia sobre Charley Hoffman, Justin Rose, Ernie Els y Jason Day.

Antes de que Tiger Woods (quien tuvo un regreso “extraño”, como repetían los comentaristas televisivos y acabó con +1) reventara su marca, Ballesteros había sido el más joven ganador del Masters, justo al cumplir los 23 años. El año pasado, Spieth, tejano de Dallas, educado en los jesuitas, callado y sencillo, a punto estuvo de ganar el Masters antes de cumplir los 21, lo que habría privado a Woods de uno de sus motivos de orgullo. Terminó segundo tras el zurdo Bubba Watson, y lo hizo como dejando la puerta abierta a su regreso, que ayer hizo a lo grande. Sus 64 golpes de ayer son la segunda mejor primera ronda de la historia, tras los 63 que no le permitieron a Greg Norman ganar en 1996. “Pero Jordan es muy bueno”, dijo el veterano Ernie Els, quien a veces volvió a ser the Big Easy, tan elegante y relajadamente es capaz de golpear a la bola. “No destaca en nada especialmente, pero tiene un nivel muy alto en todo”. Y tiene, sobre todo, fe.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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