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Final Four de la Euroliga | Madrid, 96-Fenerbahçe, 87
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Tres tenores inesperados

Nocioni, Ayón y Rivers, los fichajes de este año, decantaron la noche con su ardor guerrero

Nocioni intenta anotar una canasta.
Nocioni intenta anotar una canasta.A. Kudacki (AP)

Si hay un tema sobre el que se ha debatido hasta la saciedad en esta temporada, ha sido el de las comparaciones entre el Madrid del año pasado y el de este curso. Después de quedarse en blanco en cuanto a títulos de enjundia se refiere, no solo se cambiaron un buen numero de jugadores sino que durante los primeros meses no había rastro del estilo de juego luminoso que había enamorado a los aficionados. Como al final todos estos asuntos acaban personalizándose, las nuevas incorporaciones fueron puestas bajo la lupa, y no salieron muy bien paradas por unas razones o por otras. En teoría las contrataciones de gente como Nocioni, Ayón, Rivers o incluso Campazzo buscaban elevar la competitividad del grupo. Se perdía brillo, pero se pretendía ganar ardor guerrero en los partidos donde se juegan los títulos. A la espera de lo que ocurra el domingo, la semifinal les ha dado la razón. Porque los grandes triunfadores de la noche fueron precisamente tres de los nuevos, un mexicano con pinta de haber salido de un capítulo de Breaking bad, un argentino al que el paso del tiempo le ha quitado piernas pero no corazón y un norteamericano discreto hasta que se pone a enchufarlas como un loco. Tres tenores inesperados que dieron presencia, acierto, ánimo y colmillo.

El partido había comenzado con malas noticias, pues Felipe Reyes se cargaba rápidamente de faltas. Luego no fue tan malo, ya que la salida de Slaughter elevó el tono defensivo interior, maltratado hasta ese momento por el talento de gente como Vesely. Ayón empezaba a dar señales de andar enchufado pero no fue hasta que salió Nocioni cuando el Madrid tocó a rebato. Si alguien se cuestiona de qué hablamos cuando se remarca la capacidad competitiva casi congénita de los deportistas argentinos, el partido del Chapu lo explica perfectamente. Estuvo en todas partes, sacó de quicio a Bjelica, reboteó, metió triples y hasta puso un tapón estratosférico al final del tercer cuarto, cuando el partido se había puesto algo feo por la dureza de los de Obradovic, que comprendieron que, por el camino que llevaban, se iban a llevar una tunda de cuidado. Con Nocioni omnipresente, el partido se abrió y a la carrera, al Madrid le llegó la inspiración, por dentro y por fuera. De los triples se encargó Rivers, en uno de esos días de tirador endiablado. El trabajo interior fue cosa de un Ayón superlativo. Le ha costado un mundo entrar en buena dinámica, pero hace un par de meses comenzó a crecer. En el día más importante, dominó las dos zonas con una autoridad que por momentos parecía más Shaquille O’Neal que el dubitativo jugador de principios de temporada.

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Empujado por un trío estelar inesperado, el Madrid se fue hasta un +27 que parecía definitivo. Lo fue, pero hubo que remar un poco más pues el Fenerbahçe ensució el partido todo lo que pudo, con alguna acción no muy digna pero que logró su objetivo. El Madrid perdió lucidez y sus rivales, sobre todo Goudelock, recuperaron el acierto. Pero el botín era demasiado grande como para perderlo. El Madrid jugará su tercer final consecutiva. Toca ya ganarla.

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