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Un doblete de Benzema concede el triunfo al Madrid frente al Athletic

Dos tantos del francés decantan el duelo en San Mamés (1-2) a favor de los de Benítez

Benzema celebra su primer gol ante el Athletic.
Benzema celebra su primer gol ante el Athletic.MIGUEL TOÑA (EFE)

Calidades y jerarquías al margen, Athletic Real Madrid dirimen sus partidos en San Mamés (en el Bernabéu es otra cosa) por intangibles. La calidad se les supone a algunos tipos como Cristiano, Benzema, Aduriz, Isco o Susaeta, así mezclados, así tomados de uno en uno. Pero lo intangible es lo que el fútbol aporta de crimen y castigo. San José es tan buen futbolista como buena persona, pero cometió un crimen y tuvo su castigo. No se le ocurrió otra cosa que jugar de memoria, de pizarra, sin darse cuenta que la tiza estaba mojada. Su cesión a Iraizoz, tan ingenua, tan infantil, acabó en los pies de Benzema, que actuaba como el pillo del barrio para robarle la pelota al chavalito y llevarla a su corral, o sea a la red. Nada había hecho el Madrid hasta entonces salvo sufrir en defensa, porque el Athletic le veía la espalda con demasiada facilidad, y poco sacaba el Athletic de esa visión, más allá de ver el número de sus rivales.

San José es tan buen futbolista como buena persona, pero cometió un crimen y tuvo su castigo

El tanteo, el cambio de miradas, era excesivo para la trascendencia del partido. El Madrid le daba el gobierno a Kross para que Modric inventase y Cristiano, Benzema e Isco tuviesen el espacio que necesitan para sentirse importantes, imprescindibles. Pero desfallecían con facilidad, tropezaban con las botas de los defensores rojiblancos, con su actitud indestructible. A cambio, el Athletic operaba con el manejo de Beñat, un activista del centro del campo aunque la dispersión a veces le abruma. Al Athletic le sobraba marea, pero le faltaba espuma, es decir, se asomaba a la orilla bramando, pero cuando el balón llegaba a Aduriz apenas burbujeaba, pese a las facilidades de Pepe, a medio gas. De Raúl García, no había ni noticia, ni positiva ni negativa, como si su papel de mediapunta le hubiera robado la intensidad en beneficio de una sutileza desconocida.

ATHLETIC, 1 - REAL MADRID, 2

Athletic: Iraizoz; De Marcos, Etxeita, Laporte, Balenziaga; San José (Mikel Rico, m. 71), Beñat (Sola, m. 84); Susaeta (Ibai, m. 80), Raúl García, Sabin; y Aduriz. No utilizados: Herrerín; Gurpegi, Lekue y Eraso.

Real Madrid: Keylor Navas; Carvajal, Pepe, Varane, Marcelo; Modric, Kroos; Isco (Jesé, m. 71), Kovacic (Lucas Vázquez, m. 88), Cristiano Ronaldo; y Benzema (Casemiro, m. 80). No utilizados: Casilla; Arbeloa, Cheryshev, Nacho.

Goles: 0-1. M. 19. Benzema. 1-1. M. 67. Sabin. 1-2. M. 70. Benzema.

Árbitro: Mateu Lahoz. Amonestó a Cristiano, Pepe, Beñat, De Marcos, Kroos e Ibai.

Unos 45.000 espectadores en San Mamés.

Pero el autogol de San José, que marcó Benzema, activó al Madrid, De pronto apareció Marcelo, que no se desperezaba por la banda, y Modric, que dio un paso adelante, e Isco que supo administrar la intermitencia de jugar en un costado . De pronto, el Madrid convirtió el sirimiri, suave y manso, en una pequeña tempestad plena de llegadas al área que o bien exigían lo mejor de Iraizoz o morían por centímetros en el último pase.

Entre medio el Athletic filtraba alguna ocasión, generalmente a la espalda de Pepe, tan descolocado como lento, aunque ni Raúl García, más lento aún, ni Aduriz consiguieron batir a Keylor Navas en condiciones inmejorables. Es decir, prevalecía el error en el campo sobre las habilidades compartidas. Era un partido serio del Madrid de mediocampo hacia arriba y un partido serio del Athletic de mediocampo hacia atrás. Pero prevalecía el error, el accidente, el volantazo inadecuado, el despiste, el imponderable.

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Y en esto llegó el peso de la historia. El fútbol cambia, los futbolistas cambian, los estilos se modifican, las técnicas se perfeccionan, pero la genética pervive enlazando la historia. A eso apeló Laporte, a los viejos tiempos del central que se cabrea, que se sube el pantalón, se olvida de la pizarra, tira la tiza al suelo y avanza, y avanza, y mira al frente. Lo hizo Laporte y en un regate tropezó con un defensa, y siguió y siguió. La espalda ya era historia y llevó el balón hasta Susaeta que centró para que Sabin Merino rematase rodilla en tierra rompiendo la magia y el récord de Keylor Navas. El chaval cabeceó a donde el lumbago impide a los porteros rectificar sus intenciones.

En un partido obrerista, el Madrid le dio la última mano al salón, la que queda. No le abrumó el trabajo

Era el gol clásico del Athletic que ponía las cosas en su sitio, le reconciliaba con la historia y con el partido. Y lo incendiaba, comprometiendo la actitud condescendiente del Madrid, presuntamente ocupado en llevar el partido a su reloj. Pero el corazón tiene sus taquicardias. Y en una de ellas, el Athletic desertizó la banda izquierda y le invitó a Isco a recorrer el pasillo con tiempo para mirar y pensar al mismo tiempo. Cristiano y Benzema llegaron como locos al área pequeña, pero el francés llegó antes y la empujó a la red. Cristiano tropezó con la red en su ansia de gol. El coraje contra la astucia, viejas historias del fútbol, se apoden como se apoden. Y el error, tan constante como el gol, tan inesperado como inevitable. En un partido obrerista, el Madrid le dio la última mano al salón, la que queda. No le abrumó el trabajo. Sabía lo que le esperaba. Ronaldo fue una sombra, pero otros hicieron su trabajo. Y Benítez por fin ganó en San Mamés. Y el Athletic recuperó parte de la autoestima perdida aunque se fuera con los bolsillos vacíos. Ni el sirimiri faltó para homenajear al pasado.

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