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JORNADA DE CHAMPIONS

Casillas-Mou, aclamados por un día

El Chelsea llega a Oporto, donde el técnico portugués es una figura sagrada

José Mourinho, en el partido del sábado ante el Newcastle.
José Mourinho, en el partido del sábado ante el Newcastle. Lee Smith (REUTERS)

Lo primero que se encontró Iker Casillas al llegar al estadio de los Dragones el pasado julio fue una estatua de José Mourinho de tamaño natural. Su figura en gabardina y bronce da paso al Museo del FC Porto, el club con el que se proclamó campeón de Europa y le lanzó por esos campos de dios.

La época más gloriosa, y meritoria, de Mourinho se escribe con el Porto. Él lo sabe y su afición no lo olvida. Mourinho no se discute, se adora, en la ciudad norteña y también en el resto del país. Es un portugués triunfador, como Cristiano Ronaldo, como el agente Jorge Mendes, personalidades patrias, fuera de discusión.

Cuando Montserrat Seara, la mujer de Rafael Benítez, criticó los entuertos dejados por Mourinho en el Real Madrid, la respuesta del portugués no se hizo esperar: mejor que se ocupe de la línea de su marido. Esta respuesta fue alabada en la prensa portuguesa como la de un portugués que ha puesto a un español en su sitio; un portugués orgulloso y triunfador que se dobla ante nadie. Y mañana martes, Mourinho será recibido como un héroe.

Pero su Porto lo entrena un español, Julen Lopetegui, juega al tiqui-taca y la portería es defendida por Iker Casillas. Tres razones para querer ganar como esa, y "como sea", es mucho viniendo del lado de Mourinho. Pero el morbo español del encuentro Casilla-Mouurinho, no es tal entre los aficionados lusos. Casillas es una figura mundial que ha elegido un equipo portugués, y no un francés, inglés o italiano, para relanzar su carrera. La afición está con él, y el cariño es recíproco. Casillas lleva una buena temporada y es feliz en Porto. Cuando el martes el locutor del estadio chille “y con el número 12, Iker….”, la afición corerará “Casillas” más fuerte que con ninguno.

Anímicamente, los dos ídolos llegan a este encuentro con los papeles cambiados. El deprimido del Madrid ahora juega animado, corretea por el área con la pelota en los pies con mucho desparpajo y para lo que le toca. Le han marcado en los seis partidos de liga cuatro goles en cuatro partidos, ninguno en su campo, y su equipo aguante invicto en cabeza.

El técnico del Chelsea, que acabó la liga inglesa midiendo medio metro más que su escultura, ya no tiene a quien echarle la culpa de tanta derrota en esta temporada. Ha despedido a la médico, ha puesto verde a todos los jugadores y su defensa es, algo inconcebible en los equipos que entrena, de mantequilla. Se las cuelan por arriba, por abajo, por el centro y por los extremos. Catorce goles en contra en siete partidos de liga.

Arbitrados por el español Antonio Lahoz, el reencuentro de Porto y Chelsea, de Casillas y Mourinho, es también una diferente concepción del fútbol. El vasco Lopetegui busca controlar el balón para controlar el partido, Mourinho prefiere el golpe directo desde una defensa coriácea, el problema es que su defensa ha dejado de dar miedo, una ocasión única para que el Porto -tras la decepción de Kiev en el último minuto- empiece a asegurar una de las dos plazas de clasificaciónn de la Champions.

Fuera del césped, Mourinho va a dar pruebas de su señorío, buscando y dándole la mano a Casillas como hizo con Wenger en Londres. Pero dentro del campo, Mourinho va a lanzar todo su juego aéreo sobre el área chica de Casillas, para demostrar que él siempre tiene razón, que él nunca se equivoca, si acaso la culpa es del cuarto árbitro o del masajista.

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