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Zarco, la victoria del monje

El nuevo campeón de Moto2 tiene una vida tranquila en Aviñón que dedica a entrenarse y a formar a los niños de su escuela de pilotos

Nadia Tronchoni
Johann Zarco, ayer en el circuito de Motegi.
Johann Zarco, ayer en el circuito de Motegi. Ajo Motorsport

Johann Zarco es lo más parecido a un monje de clausura. Es piloto de motociclismo: un piloto de Cannes que duerme en los circuitos, en el mismo camión en el que lo hacen sus mecánicos; y que convive, cada día de su vida, con su entrenador y representante, Laurent Fellon; tiene un móvil sin internet, cuyo número apenas conocen una decena de personas, y no quiere saber nada de las redes sociales. “La calma y un buen entrenamiento son lo más importante. Me paso la vida preparando los grandes premios. Vivo sencillo”, resume él. Y efectivamente, vive por y para las motos. En los días de carreras y en sus días libres. Y no es una forma de hablar. Aunque apenas tiene 25 años, ha montado junto a Fellon una escuela de jóvenes pilotos en Francia. Y a ellos dedica los fines de semana que no compite, como este, en Japón, país en el que ganó su primera carrera en el 2011 y donde este domingo se proclamará campeón del mundo de Moto2.

De hecho, se puede decir que ya lo es, de manera virtual, pues la no participación de Tito Rabat en el gran premio le ha facilitado todavía más las cosas al francés, que dependía de sí mismo para ponerse la corona este fin de semana en Motegi. Rabat, que se lesionó el lunes mientras se entrenaba en el circuito de Almería, como acostumbra, se fracturó el radio y no fue capaz de soportar el pilotaje de su Kalex este viernes. Dio ocho giros al circuito japonés y desistió. Su brazo, con una fuerte inflamación, la operación aún demasiado reciente, no lo aguantó. Zarco será campeón oficialmente la mañana de este sábado, cuando se configure la parrilla de salida. Y ni siquiera necesitaría correr para beberse una merecida (y enorme) botella de champán. No es dado a los excesos, pero es de suponer que el domingo hará una excepción.

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Si hay alguna celebración prevista para entonces, él lo desconoce. Al menos, eso afirma. “Laurent, quizá, está preparando algo. Yo no quiero saberlo. Si gano, eso sí, seguiré haciendo el mortal atrás. Lo hice el primer día para festejar que era mi primera victoria en Moto2 y desde entonces lo he repetido con cada victoria porque a la gente parece que le gusta. Ojalá se cansen de él, significará que gano muchas más”, decía él, orgulloso, en paz consigo mismo, ni muy excitado, ni demasiado expresivo, puro Zarco, incluso el día en que lograba su sueño de ser campeón del mundo.

En ese sueño tiene mucho que contar Fellon, el representante que lo acogió en su propia casa, en Aviñón, desde los 13 años. Y a quien el chico, que fue el primer ganador de la Rookies Cup, en el 2007, ha seguido desde entonces con los ojos cerrados. Lo de la Rookies le sirvió de poco por aquel entonces: se probó en España, con poca suerte, compitió en Francia e Italia, en mini motos, y en Hungría, el país de origen de la esposa de Fillon –“le estoy muy agradecido, también ella ha hecho muchos sacrificios por mí”, dice Zarco–, conoció a Gabor Talmacsi, quien le hizo una prueba que le abrió definitivamente las puertas del Mundial en 2009. Y para cuadrar el círculo, en 2011 conoció a Aki Ajo, el primero que supo conducir su talento y con quien se ha reencontrado este curso. Aquel 2011 peleó con Nico Terol por el título de 125cc, algunos días a la desesperada, como aquel domingo, en Montmeló, en que lo sacó con un codazo de la misma línea de meta: “He logrado tener mucha más confianza en mí mismo. Se me ve más fuerte porque estoy más calmado, soy más racional, analizo mejor cada situación”, explica el francés.

Debo seguir con esta vida tranquila para que las cosas me salgan bien. Si me pongo a vivir como una estrella me convertiré en un vanidoso” Johann Zarco, campeón de Moto2 de 2015

No cabe duda. Este curso ha quedado marcado por su maravilloso dominio, su consistencia, su regularidad y su ambición: ha arriesgado incluso cuando no se esperaba de él que lo hiciera porque era el líder y se jugaba el tipo. Hasta ahora sólo contaba un triunfo en su historial, este curso ha ganado seis carreras, y quiere seguir sumando. “Me di cuenta de que para pelear por el Mundial necesitaba victorias. Siempre que pudiera ganar, tenía que hacerlo. No quería arrepentirme de haber sido conservador. Los triunfos te hacen muy feliz, al fin y al cabo”.

Cuando no hay grandes premios también tiene carreras. De otro tipo. La escuela que ha montado junto a Fellon, ZF Grand Prix, aspira a formar a unos 25 chicos de entre ocho y 13 años, entre ellos Lorenzo, el hijo de Laurent, a quien Zarco trata con un mimo especial –“es como mi hermano pequeño”–, como hicieron con él. Y mientras corre y enseña, vive como un monje. “Debo seguir con esta vida tranquila para que las cosas me salgan bien. Además, si me pongo a vivir como una estrella me convertiré en un vanidoso y no quiero hacerlo, no sería un buen ejemplo para los niños”, dice.

El año que viene defenderá el título en Moto2. Tenía una oferta del equipo Aspar para subir a MotoGP, pero la consideró un proyecto demasiado arriesgado. Quiere seguir ganando carreras. El dinero y la fama son lo de menos.

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Sobre la firma

Nadia Tronchoni
Redactora jefa de la sección de Deportes y experta en motociclismo. Ha estado en cinco Rally Dakar y le apasionan el fútbol y la política. Se inició en la radio y empezó a escribir en el diario La Razón. Es Licenciada en Periodismo por la Universidad de Valencia, Máster en Fútbol en la UV y Executive Master en Marketing Digital por el IEBS.

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