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EL QUE APAGA LA LUZ
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

El Barça y la conspiración

Messi, durante un partido de Liga con el Barça.
Messi, durante un partido de Liga con el Barça.Emilio Morenatti (AP)

Entre ayes, quejidos y lamentos vive el Barça, circunstancia extraña tratándose del club más laureado del mundo en el año en curso. Pero tan feliz coyuntura ha pasado a un segundo plano, inmersa como está la entidad en ciento y una batallas judiciales que han hecho que los tres títulos logrados parezcan cosa del Pleistoceno y no de hace unos meses. Viven el club, sus directivos y algunos jugadores entre togas y banquillos. El último episodio tiene a Messi como protagonista, acusado por la Abogacía del Estado de tres delitos fiscales por ocultar a Hacienda 4,1 millones de euros, por lo que pide para el jugador 22 meses de cárcel, igual pena que para su papá, el que le instaba a firmar los contratos correspondientes que él, como buen hijo, firmaba sin leer.

Conocidos los hechos, el Barça se lanzó en tromba a defender a Messi mediante un comunicado en el que, primero, mostraba su extrañeza por la divergencia de criterio entre la fiscalía, que no pide cárcel para el jugador, y el letrado público, divergencia que no es la primera vez (ni será la última) que se da. A continuación, el club se dio el lujo de denunciar lo que llama “cúmulo de decisiones externas, totalmente inadmisibles y que hace tiempo que empezaron, y que son ajenas al ámbito estrictamente deportivo”. Traducido al castellano: una conspiración.

Pero, ¿quién conspira? ¿Y dónde? ¿En qué despacho? ¿En el de la Federación, la UEFA, la FIFA? ¿En La Moncloa, quizá? ¿Conspirará Rajoy cuando, tras arrebatar a su hijo el Marca de las manos mientras desayuna, lee la buena nueva sobre algún triunfo azulgrana? Y más preguntas: esas decisiones “totalmente inadmisibles”, ¿son las de un juez? Se sabía que el Barça era más que un club, lo que acaso le dé bula para no admitir la decisión de un tribunal. ¿Y es ajeno “al ámbito estrictamente deportivo” el fichaje de Neymar, que comenzó costando 17,1 millones, se elevó de súbito a 57 y acabó disparándose hasta 86,2, dejando para el futuro la pregunta sin respuesta de “¿cuánto costó Neymar?”, que nada tiene que envidiar a aquella de “¿quién mató a Kennedy?”.

El ciudadano Messi tendrá que responder sobre sus cuitas con Hacienda como tendría que hacerlo cualquier vecino que tuviera 4,1 millones y los ocultara. Y el presidente Bartomeu, y su antecesor Rosell, subirán al estrado por fraude fiscal. El Barça ya fue acusado, y condenado, a raíz de los fichajes de menores. La Abogacía del Estado, la Audiencia Provincial de Barcelona, la FIFA... todos conchabados para tomar decisiones “totalmente inadmisibles”. Son demasiadas las manos negras que impiden no que el Barça gane partidos sino que sus dirigentes puedan sentirse los amos del paraíso.

¿Quién le hace trampas a Luis Enrique?

Pero ocurre que el tono plañidero resulta contagioso. Y ahí está el técnico azulgrana, Luis Enrique, para demostrarlo. Dijo este tras caer fulminado en Vigo (4-1) lo siguiente: “Prefiero que me gane un equipo como el Celta, que juega bien, con el césped bien regado, sin trampas más allá del fútbol”. Traducido al castellano: algún equipo ha ganado al Barça, además de con el césped mal regado, con trampas. ¿Qué equipo? ¿Cuándo? ¿Dónde? ¿Con el consentimiento de qué árbitro? ¿De la FIFA? ¿De la Audiencia Nacional, tal vez? ¿De Montoro? Aún hay más. Inspirado como está cuando se sienta ante el enemigo, léase la prensa, el técnico declaró que existía gente “que quiere que al Barça le vaya mal”, frase a la que Busquets, uno de los capitanes, puso un remate que ya quisiera Gila: “A lo mejor hay gente que quiere que gane otro equipo”. Es lo que tiene el fútbol. Que hay gente que quiere que gane otro equipo.

Y mientras, Messi se fue al teatro. Acudió a ver la obra Escenas de la vida conyugal, protagonizada por su compatriota Ricardo Darín. Allí recibió los parabienes de los presentes, que le animaron a recuperarse cuanto antes de su lesión. Alguno, quizá, pensó que el chico iba mejorando, que de ir al teatro a leer lo que se firma solo hay un pequeño paso.

(Nota: Añádase el término presunto a todos los delitos consignados en este artículo. Por si acaso).

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