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Baloncesto | Sucesos
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Nosotros creamos a Lamar

Lamar Odon, en un partido con los Lakers.
Lamar Odon, en un partido con los Lakers.Chris Carlson (AP)

Lamar Odom vuelve a ser noticia después de una juerga que empezó en un prostíbulo de Nevada y que acabó, tres días después, en un hospital de Las Vegas. Todo parece bastante confuso, como suele pasar cuando hablamos de este tipo de jaranas, pero lo que sí que está claro es que la cosa no ha ido muy bien para la salud física y mental de nuestro protagonista.

Me enteré de su ingreso médico a través de la policía. Doy clases de escritura en una academia que prepara a futuros agentes y, cuando acabo, suelo ir a la sala de profesores para preparar la lección del día siguiente. Allí, un policía me puso al día y me explicó que “al parecer, se había pasado tomando viagra vegetal y había acabado en el hospital”.

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Vivo en Los Ángeles así que, de primeras, pensé que ese sorprendente interés en Lamar Odom obedecía a su paso por los Lakers y los Clippers. Básicamente porque, para mí, sólo es un jugador de éxito moderado que probablemente rindió por debajo de lo esperado en sus 14 años en la NBA. Pero pronto me di cuenta de que el resto del mundo no comparte mi visión del sujeto en cuestión, especialmente al ver los titulares de la noticia en Internet. Los medios no parecían dispuestos a dejar pasar la carnaza: “Lamar Odom consumió cocaína y hasta diez fármacos para mejorar su rendimiento sexual antes de ser hospitalizado” (USA Today); “Lamar Odom consumió estupefacientes y tiene daños cerebrales” (NBC News); “Lamar Odom, en cuidados intensivos. Los servicios de emergencia afirman que había tomado cocaína” (Fox News).

Ni una sola mención a su pasado como jugador, probablemente porque ya ha trascendido ese pasado y ahora es más un concepto. Nada raro (muchos deportistas son conceptos) salvo por la forma en la que atravesó esa frontera, no gracias a su carrera como profesional sino gracias a un matrimonio que le emparentó con la familia más mediática de la actualidad en Estados Unidos: los Kardashian.

Como millones de doctores Frankenstein, ahora nos sentamos a ver cómo se desmorona

Ganas me dan de escribir aquí que el mundo sería un lugar mejor sin las Kardashian, pero eso sería simplificar ridículamente el asunto. De hecho, si no fuesen ellas, otra familia —igualmente insulsa, manipuladora y completamente inútil— ocuparía su trono en la prensa sensacionalista. Parece ser que incluso en los lugares donde no existe una monarquía, la gente necesita su propia Familia Real, alguien en quién pensar para no tener que ocuparse de ellos mismos. Y ahora Lamar Odom es uno de esos alguien. Un concepto que ha dejado atrás su condición de exjugador de baloncesto e incluso su condición de ser humano.

Ahora es más bien un algo. Un algo que probablemente sería muchísimo más feliz si nunca hubiese jugado en la NBA, si nunca hubiese conocido a ninguna Kardashian y si nunca hubiese acabado en un prostíbulo de Nevada tratando de encontrar todo lo que ha perdido a lo largo de su vida.

Como millones de doctores Frankenstein, nosotros creamos a Lamar Odom. Y ahora nos sentamos a ver cómo nuestra criatura se desmorona.

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