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Curro no verá a Andrés

El centrocampista del Villanovense compartió litera con Iniesta y Puyol durante cuatro años en La Masia

Curro, con la camiseta del Villanovense.
Curro, con la camiseta del Villanovense.fernando zueras

A los 16 años, desde la ventana de su habitación, veía el Camp Nou y cada mañana, uno de sus compañeros de habitación, repetía por rutina: “Un día jugaré allí”. Y jugó. De hecho, Carles [Puyol], que así se llamaba su compañero, se convirtió en un mito. Curro no, Curro nunca llegó a pisar aquel estadio, pero durante cuatro años, uno de cadete y tres de juvenil, defendió la camiseta del Barcelona, equipo contra el que esta tarde se enfrentara en Villanueva de la Serena. Las vueltas que da la vida. “La pena es que no viene Andrés”, se lamenta. Porque Andrés Iniesta también soñaba en aquella habitación con vistas. “Me hubiera gustado saludarle”. Curro puede dar fe de lo mal que lo pasó aquel niño recién llegado de Fuentealbilla y de cómo Víctor Valdés cuidaba de todos. “Era el hermano mayor para cualquiera”, asegura mientras recuerda con cariño a Quique Costas y a Rojo, a los que tuvo de entrenador.

Nacido en Coria, donde sus padres regentan un bar, Francisco Sánchez Curiel dejó el Barça para luego jugar en el Sant Andreu, el Badalona y el Terrassa –“me fichó Tito Vilanova”, dice con emoción- antes de viajar a Zamora, a la Línea de la Concepción y a Cáceres, última escala antes de Villanueva de la Serena, donde hoy se medirá al Barça. Curro, a los 33 años, echa la vista atrás y solo tiene palabras de agradecimiento. No llegó al primer equipo como sí hicieron Puyol o Iniesta, sus compañeros de litera, pero asegura que las enseñanzas de aquellos cuatro años en La Masia le han acompañado toda la vida. “Puede que me haya resultado menos útil en lo futbolístico que en lo humano, fíjate”. Y se explica. “Al final, a fútbol como en el Barcelona solo puedes jugar en el Barcelona. Pero la educación que me dieron me formó como ser humano y eso sirve en Barcelona y donde vayas”. Y pone un ejemplo: “Un día llegó el señor Mussons, un directivo. Yo estaba sentado y sentado le saludé. Con mucho respeto, pero sentado. Cuando se fue, el señor Ferrer, que era mi tutor, con muy buenas palabras me dijo que jamás en la vida volviera a darle la mano a un señor mayor sin levantar el culo de la silla. Y como ese, mil detalles. El señor Ferrer es una de las personas más importantes de mi vida por cositas como esa”, relata ahora, tomando una caña a la espera de jugar por vez primera contra el Barça.

Admite que para él lo de hoy no es una cuestión casual. “Es cerrar un círculo. Supongo que las emociones volverán cuando llegue al Camp Nou, pero es especial recibir en Villanueva al Barça, por supuesto. Me da igual el resultado, es solo por una cuestión de respeto”. En el fondo, eso le enseñaron en La Masia. Y es tan honesto que no engaña. “Llevo al Barcelona en el corazón, pero soy del Sevilla”, reconoce.

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