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La infancia de Pablo Iglesias son recuerdos de Los Pajaritos

El líder de Podemos inicia junto al entrenador del Rayo, Paco Jémez, los diálogos de políticos y deportistas en el programa de José Ramón de la Morena

Jémez, De la Morena e Iglesias, la madrugada del martes en El Larguero./ Foto: EL LARGUERO/ Vídeo: ATLASFoto: atlas
Carlos Arribas

Las camisas negras que visten ambos, casualidades de la noche, Paco Jémez y Pablo Iglesias, no se pueden ver por la radio, pero José Ramón de la Morena, camisa gris, sabe retransmitirlas como quien narra una jugada de gol y hace que la de del entrenador del Rayo, hijo de cantaor, reviva flamenca y bien planchada en la imaginación del oyente que lucha contra el sueño, y que la del líder de Podemos en campaña se pueda imaginar tierna y arrugada, de chico muy ocupado para ocuparse de cosas sin importancia. Los dos dialogan en El Larguero con De la Morena repartiendo juego y marcando el ritmo y comienzan siendo un político que busca crearse una imagen en un territorio que desconoce, el de los oyentes de un programa deportivo que buscan olvidar, quizás, los problemas de la vida, y un entrenador que juega en casa y que, inteligentemente, representa el papel del sentido común, y terminan siendo dos personas de prácticamente la misma generación (Jémez nació en el 70, Iglesias en el 78) hablando de su vida, de su infancia, de sus preocupaciones, de España. Y eso, hasta pasada la una de la mañana, la hora en la que un lunes la Gran Vía empieza a quedarse casi desierta.

A Iglesias, que tiene la inteligencia de darse cuenta y la humildad de reconocerlo, le pierde al comienzo la impaciencia para colocar su discurso sobre el problema catalán, sus metáforas futbolísticas bien ensayadas –el fútbol como espacio de tolerancias, el fútbol donde la bandera une a todos, donde incluye a todos los excluidos, magrebíes, hindúes de Lavapiés, africanos, que cantan los goles de la Roja y salen a la calle ondeándola--, su tono mitinero que contrasta casi chillón con su lenguaje corporal relajado y con el reposo y el tiento de Jémez, que no tiene votos que ganar. De la Morena, que necesita salvar el programa, se da cuenta, baja el tono para que lo imiten quienes con él dialogan, y habla de la infancia. Es la hora de los sueños, de la nostalgia y el dolor.

Jémez recuerda una infancia dura, "perra, perra", de padre cantaor, Lucas de Écija era su nombre artístico, al que los señoritos de Córdoba chuleaban y emborrachaba todas las noches, porque aquellos tiempos eran así, y de una madre con “dos cojones más grandes aún que el padre” que pudo con todo y llevó al niño hasta la universidad donde el fútbol pudo con la ingeniería que comenzó a estudiar. A tal desafío de naturalismo descarnado, Iglesias lo derrota con Machado, a quien no cita, pero sí su infancia, “mi primera patria”, que son recuerdos de Soria heladora, de Los Pajaritos y del Numancia, su equipo, al que recuerda contra el Valladolid Promesas de Fernando Hierro y años más tarde ante el Barça en Copa. Pero entonces ya vivía en Vallecas con su madre, y en el instituto de Moratalaz al que iba con la bufanda de su equipo, del que nunca renegará, ya leía a Marx y Lenin, y le marcó el San Manuel Bueno, mártir, de Unamuno que le hicieron leer en COU, y discutía de política con los compañeros y a veces corría delante de los policías, que ya vestían de azul, porque él, tan joven, no llegó a conocer ni a grises ni a maderos.

A Pablo Iglesias le dio tanta ternura Errejón comiendo pan con azúcar que decidió adopatarlo en cuanto lo vio

Se lanza Iglesias, que nunca en su vida ha tenido traje, y cuenta que sus padres, socialistas de toda la vida, se conocieron ante la tumba de otro Pablo Iglesias, el fundador del PSOE, y que le dio tanta ternura Iñigo Errejón la primera vez que lo vio en la facultad de Políticas, con su cara de niño de siete años, comiendo un panecillo con azúcar para convencerse de que era un suizo, que no tuvo más remedio que adoptarlo.

Paco Jémez recuerda una infancia dura en Córdoba, su padre, cantaor flamenco, chuleado por los señoritos

De la ensoñación poética, de la infancia y la juventud que tanto le regalan a su personaje, le saca la voz chillona de otro niño que le pregunta de sopetón qué ha hecho mal para que las encuestas le vayan así así a Podemos. Iglesias recupera la voz y el porte que se le supone a un político en campaña, y el discurso. Habla del poco valor de las encuestas, de su programa deportivo que incluye una tercera hora semanal de Educación Física en la escuela, la práctica deportiva recetada para ahorrar en Sanidad y una revisión del sistema de Sociedades Anónimas Deportivas. Es lo que se espera de él, lo que traía preparado, pero ya se siente tan a gusto en el territorio nuevo, que ya no le es tan extraño, que cuando Jémez le pregunta de sopetón que por qué los políticos prometen tantas cosas que no saben si van a poder cumplir porque desconocen la realidad de lo que se van a encontrar cuando lleguen a Moncloa, él responde con aplomo que nunca prometerá nada, que su discurso no es de promesas sino de garantías de cambios.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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