_
_
_
_
_
MEMORIAS EN BLANCO Y NEGRO
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Aquel asombroso cabezazo de Felines

A los dos les valía el empate. Al Rayo para subir a Primera, donde nunca había jugado, y al Getafe para no bajar a Segunda B

Felines marca de cabeza el 1-0 al Getafe en la temporada 1976-77.
Felines marca de cabeza el 1-0 al Getafe en la temporada 1976-77.AS

—Cuando un partido tiene que acabar en empate, acaba en empate. Eso siempre ha sido así, y siempre será así. Pero no se pacta, sale solo.

El que me habla es Félix Barderas, Felines. Un jugador pequeño y delgado, de 1,61 y 58 kilos, pero de talento extraordinario. Extremo de ambos lados o interior, con movilidad, regate y visión. Viendo a Iniesta estos años le he recordado mucho. Como Iniesta, marcaba pocos goles, pero muy escogidos.

El más sonado se lo marcó de cabeza al Getafe, el 5 de junio de 1977 y permitió al Rayo comparecer en Primera, haciendo real el sueño de un barrio pobre. Tras ese gol llegó muy pronto el empate. Como a los dos les valía un punto, al Rayo para ascender y al Getafe para no bajar a Segunda B, se llegó a decir que Felines marcó involuntariamente, cosa que aún le envenena. Lleva encima la grabación del gol, que se puede ver en Youtoube. Y sí, fue golazo marcado a ley.

—El partido era raro. Nosotros habíamos perdido la última salida, en San Andrés. Veníamos aflojando. ¡Subir a Primera! El Rayo nunca había estado en Primera, todos nos pusimos nerviosos, empezamos a jugar mal. El Getafe necesitaba un punto para salvarse, así que toda la semana se empezó a hablar de si habría tongo o no.

Para Felines el día era especialmente importante. Había llegado al Rayo en la 64-65, procedente del Carabanchel, con ficha de aficionado. En su primer año, el Rayo subió a Segunda, rearmado con una gran generación de la cantera del Madrid. Todo el Madrid amateur flamante campeón de España pasó al Rayo. Desde entonces, toda la carrera de Felines se desarrolló en Segunda. Fue internacional en la selección olímpica, pero a Primera no había llegado, aunque calidad le sobraba. Bernabéu se interesó por él, cuando lo encontró en ese Rayo que había prohijado. Preguntaba a sus técnicos:

—¿Y con este pequeñín, no podríamos hacer algo?

Dispuso que dos días por semana fuera a comer, a cuenta del Madrid, a un restaurante de la calle Hartzenbusch. Felines aún lo recuerda con deleite: primer plato de cuchara, luego un filete (que se salía del plato) con patatas, y de postre queso y membrillo.

Pero no medró lo bastante como para subir al Madrid. Sin embargo, en el verano del 66 el Atlético le fichó, preparando el relevo de Collar. Como aún era amateur no hacía falta traspaso. Pero Pedro Roiz, el presidente del Rayo, que era al tiempo el Jefe Provincial del Movimiento, abortó la operación. Tuvo que hacer su primer contrato como profesional con el Rayo, al que ya quedó ligado de por vida por el derecho de retención. Adiós Atlético, adiós Primera División. Eso sí: fue ídolo en Vallecas. Siempre en Segunda, superando el exilio de Vallehermoso, donde jugó cuatro años el Rayo, lejos del barrio, por derribo y reconstrucción de su viejo campo.

Así que aquel 5 de junio de 1977, cuando ya camino de los 34 recibía al Getafe a un punto del ascenso, era especialísimo para Felines. En realidad era especialísimo para toda la barriada madrileña. Y también para Getafe, que se arriesgaba al descenso si perdía. Toda la semana estuvo preñada de rumores: ¿se pondrían de acuerdo?

El partido se juega a las seis de la tarde, algo inusual para el Rayo, que siempre jugaba por las mañanas. Pero se trataba de unificar el horario. Hay varias aficiones pendientes: la del Oviedo, que aspira al ascenso, y la de varios clubes enmarañados en el descenso. Hay lleno, hace calor, la atmósfera es de intriga y ansiedad.

Y el partido es malo. Los dos equipos juegan nerviosos, arriesgan poco, hacen faltas. No hay deseo de riesgo. Al descanso siguen 0-0. El público se empieza a inquietar. Tras el descanso aparecen los primeros gritos de “¡Que se besen! ¡Que se besen!”.

Hasta que en el minuto 77, ocurre. Hay una falta a la derecha del ataque del Rayo. Macua toca para Francisco y este, que tenía buen pie, centra por alto al área. Allí se eleva repentinamente Felines sobre su propia estatura y mete un cabezazo tenso y preciso, moviendo el cuello con energía, para colocar el balón abajo, junto al palo derecho de Vidal. Imparable. 1-0, clamor y cohetes en Vallecas.

José María García, el locutor más popular de la época, que venía dando por hecho el empate, comenta: “Le ha dado en la cabeza. Pero tranquilos, pronto llegará el empate”.

A Felines eso aún le enfada, y muestra en su teléfono la grabación del gol, que le da la razón. Todo un cabezazo, hecho de ímpetu y ortodoxia, digno de Santillana o Quini.

Pero en la segunda mitad del aserto sí que no se le pueden poner pegas a García. El Rayo se paraliza, se repliega. Anero, lateral derecho aquel día y durante muchos años más (en los que sacó, al tiempo, la carrera de Ingeniero Aeronáutico), me razona: “Era natural. Ahí delante… Piensas en ellos, en que te podría estar pasando a ti. No ves al que está en otro campo… No es un pacto, es algo insensible… Aflojamos… Hay que ser futbolista y pasar eso para entenderlo…”.

Y en el minuto 81, cuatro minutos después del milagro de Felines, llega el empate. Lo marca Polo, estupendo interior y un apasionado de la literatura:

—Yo había entrado poco antes del gol de Felines. Tenía una luxación de hombro, como ahora Sergio Ramos. Pero Segura me pidió que saliera. Nos fuimos para arriba, desesperados. Hubo un córner, una serie de rebotes, me adelanté a ver si me caía a mí y así fue. Me llegó a la mala, la izquierda, le pegué fuerte y salió junto al palo derecho de Alcázar. ¡Qué alivio!

Y ya no hubo más. Nueve minutos de armisticio: “Les valía, subían a Primera, nos valía, nos manteníamos. No se habla, se sabe, está en todas las mentes. No me agredas, no te agredo”.

El final fue un festejo compartido. El pagano fue el Pontevedra, al que le tocó el descenso, y no ha conseguido reponerse de aquello. El Oviedo, que aspiraba a subir, no pudo quejarse, porque perdió en su visita al Levante.

Así que Felines llegó, por fin, a Primera, donde jugó su última temporada como profesional. Aquel Rayo hizo muy buenos resultados ante los grandes (ganó al Madrid, al Barça y al Atlético en Vallecas) y fue bautizado como Matagigantes.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_