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‘Air’ Nairo Quintana: patria, familia y Tour

El ciclista colombiano ayuda a su hermano en San Luis, en la primera prueba hacia el Tour

Carlos Arribas
Nairo Quintana, tras una etapa del Tour de San Luis.
Nairo Quintana, tras una etapa del Tour de San Luis.

En Argentina, en el Tour de San Luis, algunos de los más grandes del ciclismo mundial están casi de vacaciones. El campeón mundial, Peter Sagan, aún no se ha afeitado las piernas, símbolo de seriedad y profesionalidad, y luce largos pelos rubios sobre la piel que comienza a tostarse, y el siciliano Vincenzo Nibali, ganador de Tour-Giro y Vuelta, antes de la salida de la dura etapa del jueves se pasó por su autobús eslovaco para regalarle una maquinilla de afeitar. Nairo Quintana, Air, lo que no pesa, como figura estampado en su maleta, un recordatorio de que debe ser ligero como el aire, de que se siente así cuando escala las más empinadas pendientes, podría estar de broma con ellos y argumentos no le faltarían: es enero, hace calor veraniego, el Tour está lejos, hay tiempo de sobra para tomarse en serio el año… Sin embargo, para el colombiano, la de San Luis, como todas, es una carrera importante.

“Vengo a luchar por el podio. Es el comienzo de una larga temporada, el físico y el peso aún no están muy aptos y no se puede pensar inmediatamente en ganar o ganar, pero espero estar en la montaña”, dijo Nairo a comienzos de semana, en la presentación de la carrera. Y luego, serio, añadió las razones que le habían llevado un año más al cono sur de su continente. Habló del buen tiempo, del sol del verano austral, de las carreteras argentinas que le recuerdan a las de su país y las montañas, y terminó con una razón que en su conciencia parece pesar más que todas las demás. “Y vengo porque esto es América, la región que represento”.

Con el mismo orgullo patrio habla Nairo Quintana de toda Latinoamérica como de su región, del Boyacá donde están sus raíces y el durísimo circuito de Tunja en el que se entrena a más de 2.700 metros de altitud, que los de Medellín odian porque allí se ahogan.

Como habla de las esmeraldas que los mineros extraen de Muzo y los guaqueros que sueñan con hacerse millonarios buscan entre las tierras negras que arrojan desde las minas a las orillas de los ríos, y de la negrura surge la belleza verde oscura como gotas de aceite o nueces, y su relato se convierte en una metáfora, en un canto de esperanza para su pueblo. “Las esmeraldas de Boyacá son las más hermosas del mundo. Los mineros de las esmeraldas ya cuentan con tecnología pero antes lo hacían con pica y sudor”, dice. “Es un orgullo hablar de esto. Es un mineral precioso que sale de nuestra tierra. También es el color de nuestra tierra, el verde, y representa el trabajo de muchos hombres”.

Como habla del chibcha y los muiscas, de la lengua que se hablaba antes de la colonización española y de los indígenas que aún resisten y que han dado nombre a sus ciudades. Sogamoso es la Puerta del Sol y Cómbita, el pueblo en el que nació, Mano de tigre. “Me gusta ayudar a la gente de mi tierra, que todos tengan trabajo y oportunidades”, dice. “Me gusta hacerles felices con lo que hago”. Recuerda Nairo a Patrocinio Jiménez, vecino, boyacense de Ramiriquí, quien ganó la montaña en el Tour del Porvenir de 1981, casi 30 años de que Nairo ganara el mismo Tour del Porvenir. “Solo cuando fui ciclista comencé a conocer lo que hizo aquella generación que nos abrió a todos los colombianos las puertas del ciclismo europeo y las grandes carreras. Lo sé ahora que hubo corredores de Colombia muy valientes, que se atrevieron e hicieron cosas muy grandes”, dice Quintana. “Pero esta generación de ahora va a ser y está siendo mucho más superior que ellos”. Se refiere a los jóvenes colombianos, ambiciosos y magníficos, por los que se pelean los mejores equipos del mundo: el sprinter Fernando Gaviria, del Ettix, que ganó a Sagan la primera etapa en línea de San Luis, los escaladores Esteban Chaves y Miguel Ángel López, el veterano Rigo Urán, su hermano, él mismo…

No habla Nairo de otra razón importante que le ha llevado a Argentina la penúltima semana de enero, de la familia. En su equipo, el Movistar, corre también su hermano pequeño, Dayer, a quien ayuda siempre que puede. Lo intentó en San Luis el año pasado, sin gran éxito, y este año ha vuelto a hacerlo, como se vio el jueves en la subida final al Cerro del Amago. Atacó de lejos Dayer hacia la victoria y el liderato y desde cerca controló los contraataques Nairo, quien no puedo evitar, sin embargo, la escapada veloz y fulgurante de Eduardo Sepúlveda, el escalador de la Patagonia, un corredor distanciado en la general, que rebasó a Dayer y ganó la etapa, y por solo 3s sobre el hermano se puso líder.

Para Sepúlveda, que corre en un equipo bretón, y había sufrido una caída en otra etapa, la victoria tuvo mucho de reivindicación. La última vez que se había sentido protagonista fue en el pasado Tour de Francia, y más le habría gustado entonces que nadie supiera lo que le había ocurrido: sufrió una avería cuando el pelotón lanzado se acercaba a la subida de Mende, paró a un lado de la carretera esperando que su equipo le diera una bicicleta de repuesto, pero entre el barullo, su director no le vio y paso de largo. Desesperado, Sepúlveda se subió al coche de otro equipo, el Ag2r para alcanzar a su director. La maniobra, prohibida, le valió la deshonrosa calificación. Todo eso, y la rotura del peroné en una carrera en Italia en septiembre, lo olvidó el ciclista argentino ascendiendo feliz con el viento de espaldas y venciendo.

En la subida al Filo de la Sierra de Comechingones, el sábado, se decidirá la carrera. Nairo, a 42s en la general de un Sepúlveda que aspira a saber defenderse, seguirá al ataque con su hermano, y seguirá pensando en el resto del año. En la Volta a Catalunya, que quiere ganar la próxima Semana Santa, después de volver a entrenarse a sus tierras, y en el camino hacia el Tour y hacia los Juegos Olímpicos, pues el circuito de Río de Janeiro, durísimo, le viene bien a sus condiciones de escalador aéreo. “Tengo que salir muy bien del Tour para los Juegos, pero mi objetivo es el Tour”, dice. “Haré la misma preparación que en 2015, cuando terminé segundo por segunda vez, pero con competiciones diferentes, con menos días, para no llegar tan saturado de competición, sino con entrenamientos buenos. Las tres semanas es un aliado que me acompaña, porque soy capaz de mantener mis fuerzas de comienzo a final y eso hace que parezca más fuerte la última semana. Voy tranquilo porque sé que si hago el trabajo bien y no nos acompaña la mala suerte estaré bien en el Tour. El resultado se va a dar, tiene que llegar”.

Y si llega, lo celebrarán su patria, su familia y la bicicleta, las tres motivaciones de Nairo, Air, Quintana, llegado de Boyacá, Colombia, para conquistar el ciclismo mundial.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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