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El Atlético de Madrid no puede con un ordenado Sevilla

Rojiblancos y sevillistas empatan en un partido marcado por las pizarras de los dos entrenadores y la expulsión de Vitolo

Ladislao J. Moñino
Augusto Fernández intenta llevarse un balón por alto ante Llorente.
Augusto Fernández intenta llevarse un balón por alto ante Llorente.Claudio Alvarez

La batalla táctica y física que se preveía entre Atlético y Sevilla acabó en empate a cero, un resultado que confirmó que este iba a ser un partido de entrenadores. Fue mejor el Atlético en los resquicios que dejó ese juego de trincheras y pizarrero, pero acusó la falta de gol que le viene caracterizando. No pudo marcar ni contra once, ni contra diez, cuando Vitolo fue expulsado con cerca de media hora por jugarse.

Se forraron Simeone y Emery en el medio. Ambos más de la cuenta, por si acaso uno se quedaba corto respecto al otro. Simeone formó con su centro del campo más pétreo, aparcando de inicio la velocidad de Carrasco. Augusto, Gabi y Saúl formaron el triángulo central con Koke de falso extremo, es decir, para romper, rasgar y elaborar lo que se pudiera. Vietto y Griezmann arriba, para raspar todo lo que llegara por vía buena, directa a mejor ser, y por supuesto, de los rebotes, que en este tipo de partidos pueden contar como asistencias de gol.

Emery renegó de Reyes para meter junto a Krychowiak los centímetros y el músculo con N’Zonzi. Un pilar voluminoso para el choque y para el juego aéreo porque las líneas maestras del juego apuntaban a mucho balón largo, como se demostró con la primera pelota tras el choque inicial. Arriba, Emery también varió su paisaje. Volvió a la opción Llorente, más centímetros para el juego aéreo, para relegar la velocidad de Gameiro. Así que fútbol posicional de cuadrícula. Esa clase de partidos en los que los entrenadores están más encima y dan más órdenes en los saques de banda que en cualquier otro lance del juego. Un metro aquí, ponte detrás de aquel, ojo con el espacio a tu derecha. El saque de banda convertido en el arte de mover futbolistas como peones de ajedrez en medio de un avispero táctico, de espacios reducidos donde la pierna dura cuenta tanto como el pie delicado. La dialéctica de voces y señas como imagen sonora del oficio de entrenador.

El Sevilla siguió igual de bien formado con dos líneas de cuatro

En ese cuadro áspero, salpicado de un número grosero de faltas tácticas, se desarrolló el primer acto. Al Atlético le dio para una combinación rápida entre Gabi, Vietto y Saúl que este empotró en el lateral de la red, para un centro raso al que no llegó Griezmann, como tampoco pudo cazar otro en vuelo acrobático en una dejada de Godín. Fue precisamente en un abandono impetuoso de la cueva del central uruguayo cuando el Sevilla rondó el gol. Un pase largo con Gabi guardando las espaldas, que se resbaló, lo ganó Escudero. Su centro atrás lo empaló Banega y la pelota se endiabló por encima del larguero tras pegar en Savic. La posición de Banega, de segundo punta, casi siempre pegado al costado derecho también describió a qué quisieron jugar uno y otro. Orillado, en la periferia de los choques y los rechaces, Banega hizo de cada pelota que tocó un discurso de que todavía en el fútbol manda la pelota para hacer daño. Su problema fue que cuando desatascaba a base de cintura y pisaditas de pelota no encontraba alternativas de pase. Y cuando lo encontró estaba Savic, imperial en los en su velocidad para los cruces laterales que tanto gustan a su técnico y que le hacen competir con Giménez por el puesto.

El primero en quitarse ropaje acorazado fue Simeone, que dejó en la caseta a Augusto, para meter a Carrasco. Fue un cambio atrevido, apuntando a descoser al rival con el uno contra uno y la velocidad del belga. Fue una señal que metió al Sevilla más atrás y le dio el peso del partido al Atlético. Carrasco fue una daga que empezó a contactar con Vietto. Volcado en el campo del Sevilla, Koke, que también estuvo dominador en ese fútbol que requiere desgaste y dinamismo, le puso un balón medido a Griezmann, que se anticipó a los centrales del Sevilla y conectó un cabezazo que se fue al palo. Al poco Vietto, pegado al banderín, fue derribado por Vitolo cuando se disponía a pisar área. El canario vio la segunda amarilla y chafó la reacción de Emery, que había metido a Krohn-Dehli para equilibrar la entrada de Carrasco. Se marcaron de cerca las pizarras de Simeone y Emery hasta el momento de la expulsión. Ya no pudieron hacerlo más porque uno tenía superioridad numérica y el otro, también fue expulsado.

Las expulsiones, en este tipo de partidos de entrenadores, influyen más en el desgaste del que juega con uno menos que en otra cosa. El Sevilla siguió igual de bien formado con dos líneas de cuatro, con Krychowyak multiplicándose. El polaco fue otro de los futbolistas de peso, incrustado perfectamente en ese fútbol de trincheras donde su poderío físico lo mismo le dio para intimidar a Griezmann en carrera como para tratar alguna aventura en solitario.

Se quedó el Sevilla a expensas de su defensa y de si Gameiro cazaba alguna contra, pero también se topó con Savic. El bombardeo final del Atlético se quedó más en los malos centros desde los costados que en los remates en sí. Gabi, en una dejada de Correa, estampó una volea centrada contra Sergio Rico y Carrasco no marcó de falta porque la barrera del Sevilla desvió la pelota. Ahí se quedó el Atlético, con un punto en un partido en el que fue mejor en la guerra, pero al que le faltó gol.

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Sobre la firma

Ladislao J. Moñino
Cubre la información del Atlético de Madrid y de la selección española. En EL PAÍS desde 2012, antes trabajó en Dinamic Multimedia (PcFútbol), As y Público y para Canal+ como comentarista de fútbol internacional. Colaborador de RAC1 y diversas revistas internacionales. Licenciado en Ciencias de la Comunicación por la Universidad Europea.

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