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ANÁLISIS
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

El cruce de caminos de Messi y Cristiano

El argentino se ha alejado del área y todo ha mejorado. El portugués anida más en las zonas calientes del gol, pero ha perdido pujanza

José Sámano
Messi, felicitado por Cristiano tras recibir el Balón de Oro.
Messi, felicitado por Cristiano tras recibir el Balón de Oro.VALERIANO DI DOMENICO (EFE)

Nunca fueron lo mismo, pese a compartir tantos podios y copar debates infinitos. Pero la temporada abunda en la sensación de que, más que nunca, Messi y Cristiano van en direcciones opuestas. Un cruce de caminos. El argentino se ha alejado del área y todo ha mejorado a su alrededor sin que él pierda prestancia. En otra vía, el portugués anida más en las zonas calientes del gol, pero ha perdido pujanza, valor. Al igual que Neymar y Suárez en el Barça, sus compañeros de ataque, Benzema y Bale, han prosperado de forma notable. De la pujanza de los atacantes azulgrana mucho tiene que ver la lámpara de Messi desde zonas medias. El francés y el galés también se lo debena CR, pero en otro sentido: sin un Cristiano pletórico, ellos han tomado la delantera, van más por libre que nunca.

Messi, con menos forraje físico, ha pasado de jugadorazo a futbolista, si aceptamos este último término como alguien que domina todas las suertes, no solo las propias. CR, un Hércules con botas, no ha subido ese escalón y, con los huesos ya magullados, lejos de aproximarse al juego se ha refugiado en el gol, pero en otro tipo de gol: el del rematador puro, no el de aquel esprínter que hacía descarrilar rivales a varias cuadras de la meta adversaria.

Cristiano no se ha vuelto un piernas, para nada. Aún atemoriza a los adversarios, lo que por los pasillos del gol aprovechan Bale y Benzema. Si Neymar y Suárez no pestañean sin un vistazo a Messi, Benzema y Bale ya no se sienten tan anclados al luso. El británico siempre fue más un espíritu libre, el caso del galo es el más sintomático. El insigne Karim de este curso ya no solo es un arquitecto del gol ajeno, hoy busca la diana con alma de delantero. Este CR dispara y cabecea, pero se abre menos el camino a la red, ha perdido el turbo que ahora luce Bale. Habita más en la sala de espera, de la que antes salía Benzema para citar a CR. El luso está, ya no llega. Karim está y llega, con Benítez y con Zidane.

El quinto Balón de Oro de Messi no ha sido para el mismo Messi. Este Balón lo ha ganado otro Leo, el mejor visto. El Messi de 2015 fue mucho más que un solista extraordinario, condición que no necesitó sacudirse para al mismo tiempo ser un Messi gremial, un genio al servicio del método. El argentino cedió el nueve cuando quiso, reculó un rato hacia el extremo y por tramos, a la carta, también se hizo un diez.

Discurre hoy el Leo más versátil: tan capaz de ser un ilustrado desde el extremo como desde el satélite de Xavi; tan capaz de regatear por fuera como en diagonal; tan preciso en cruzar pases a la frontera contraria, a la de Neymar y Alba, como de citarse en paredes con Luis Suárez. Messi aún es Messi para Messi y encima ahora es Messi para todos. Ha enlazado con Neymar y Luis Suárez, y ello le hace feliz. El Leo amigo, sonriente, gozoso por el éxito propio y los ajenos. Ni rastro de aquel tipo huraño ante cualquier pase negado de Cuenca, Tello, Eto’o, Villa, Ibra... El astro ha forjado dos familias, lo que le ha humanizado. Tanto juega con Ney y Luisito como con Thiago y Mateo. El tipo se pasa la vida jugando, no hay quien le pare. Solo se para él, convertido en el primer futbolista que rota al jugar. Leo también administra su aliento.

Más confuso se advierte a CR, que no ha marcado en 12 de 21 partidos y cuyos tantos mayormente han llegado como pedrea en grandes goleadas, sin demasiada trascendencia. El mejor soporte de Ronaldo ha sido su privilegiado forro muscular, un atleta superdotado con voluntad espartana que ha cultivado su cuerpo como pocos. Él nunca fue un motor de juego y, con la mochila de los años, antes que practicar como un diez clásico (a lo Messi), se ha ido a acampar cerca de la portería rival. Nadie se conoce mejor que uno mismo. Pero la transición no le ha resultado del todo. Se le ve incómodo. En sus tiempos más atléticos, cazarle al vuelo era una quimera para los defensas. Hoy, al recibir de espaldas, es un saco de golpes. Los alguaciles están en el cogote y rascan y rascan tobillos. Él se calienta y ya ha sacado a pasear la mala baba con estacazos sin el balón por delante. Pero cualquier día puede ser que Ronaldo protagonice una racha tremenda. Así son los goleadores de área de toda la vida, en lo que se ha convertido. Lo que no se vislumbra es al CR imponente.

Brota otro Messi, cegador como nunca en lo colectivo y como siempre en lo individual. Quedan restos del particular CR, lo que no es poco. Uno fue hacia atrás para seguir adelante; otro fue al frente y parece ir hacia atrás. Siempre fueron más asimétricos que simétricos. Hoy todavía más.

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Sobre la firma

José Sámano
Licenciado en Periodismo, se incorporó a EL PAÍS en 1990, diario en el que ha trabajado durante 25 años en la sección de Deportes, de la que fue Redactor Jefe entre 2006-2014 y 2018-2022. Ha cubierto seis Eurocopas, cuatro Mundiales y dos Juegos Olímpicos.

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