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Rayo Vallecano y Sevilla empatan a disgusto

Los andaluces no supieron cerrar un partido que tenían de cara y dieron pie a que los de Paco Jémez creyeran en un remontada que no lograron llevar a cabo

GORKA PÉREZ
Los jugadores del Sevilla felicitan a N'Zonzi por su gol.
Los jugadores del Sevilla felicitan a N'Zonzi por su gol.PEDRO ARMESTRE (AFP)

Seguramente el partido le gustó a Jémez y lo aborreció Emery. Aunque acabara en empate, ya se sabe que el reparto casi nunca satisface por igual a las dos partes. Sobre todo si una de ellas ve pronto la victoria en sus manos. Al Rayo le valió con saber reaccionar a tiempo para rehacerse ante el Sevilla, al que no solo supo neutralizar sino que pudo acabar por dejarle sin nada que llevarse a la boca. Se adelantaron dos veces en el marcador los andaluces aunque cuando vieron como los locales les igualaban en el marcador se deformaron de una manera inusual. Lo aprovechó el Rayo para intimidarle en los últimos minutos aunque no le dio para rematar la faena.

No cuestiona el Rayo su forma de jugar, aunque en ocasiones debería adaptarla a las circunstancias. Lo hace Jémez de la manera más radical -gastó dos cambios en media hora-, y aunque su equipo reaccionó, la solución llegó una vez que la herida había desangrado gran parte del partido. Al Sevilla le bastó con utilizar sus armas en un terreno más que propicio. La defensa adelantada del Rayo, que utiliza el pase hasta en la peor de las circunstancias, permitió a Gameiro, una gacela a la que siempre parece faltarle terreno para correr, volver a enseñar esa colección de virtudes que lo convierten en uno de los delanteros más en forma de la Liga. Lo padeció Nacho, tanto que fue uno de los dos cambios de Jémez, pues cuando no le tocó lidiar con el francés tuvo que hacerlo con Vitolo, otro espécimen de zancada poderosa.

Los goles del Sevilla llegaron de una manera casi industrial. El primero, de N'Zonzi, tras recibir un balón perdido en el área, que había pasado primero por la cabeza de Gameiro y por las piernas de Juan Carlos después. El francés lo recogió y lo envió a la red arrastrándose por el césped. El medio centro del Sevilla volvió a demostrar que la fortaleza bien entendida iguala la imprevisibilidad del toque. No hubo balón alto que no llegara a su cabeza, ni despeje que no acunara con el pecho para darle salida por banda. Sin Banega como desatascador, Cristóforo y N'Zonzi se limitaron a bloquear la creación del Rayo y a acompañar el ataque desde la segunda línea.

El segundo tanto, diez minutos después, también nació del aprovechamiento una vez más de la velocidad de Vitolo al espacio. El remate cruzado del canario lo repelió bien Juan Carlos , pero el rechazo llegó a los pies de Iborra que lo embocó con un gesto sencillo. Los dos goles obligaron a Jémez a cambiar su planteamiento, algo que hizo introduciendo a dos delanteros -Embarba y Manucho-, por un defensa y un centrocampista -Nacho y Baena-, lo que permitió al Rayo ampliar su horizonte ofensivo y no sobrecargar a Bebe, hasta ese momento el único jugador que pareció superior a su par. Pablo Hernández con un remate ajustado al palo que se marchó fuera hizo entender al Sevilla que las marcas en ataque habían cambiado. Sin embargo, el extremo se alojó poco después en la banda izquierda y envió un centro cruzado que Manucho envió a la red lanzándose en plancha. Fazio contempló la escena unos metros más atrás, como si el congoleño hubiera aparecido de la nada.

Gameiro volvió a demostrar por qué es uno de los delanteros más en forma de la Liga

El gol alentó al Rayo que manteniendo el gusto por el toque empezó a sacar más provecho de él. Sin embargo, le resultó sencillo al Sevilla aprovecharse de los espacios que dejaba a la espalda el conjunto vallecano. De ahí que Gameiro siguiera moviéndose a su gusto y combinando con Krohn-Dehli, que a punto estuvo de cortar la reacción del Rayo con un remate raso ante Juan Carlos que no encontró portería. Sí lo hizo Rami en un saque de esquina -una auténtica tortura para el Rayo-, aunque el meta local despejó acrobáticamente el remate de cabeza del francés.

Se endureció el partido a medida que la pelota viajaba sin control de un lado del campo hacia el otro. Miku se convirtió en un elemento difícil de controlar para la defensa del Sevilla. De tal forma que el venezolano empató el partido tras recibir un gran centro de Bebé desde la banda derecha. El balón pasó ante Fazio -de nuevo mirando-, y Rami, que cubría la espalda del delantero -¿?-, por lo que no le resultó complicado al delantero del Rayo superar a un Sergio Rico vencido.

Miku celebra su gol al Sevilla.
Miku celebra su gol al Sevilla.Juan Carlos Hidalgo (EFE)

Tanto cambió el partido que al Sevilla se le agotó la fuerza en el centro del campo -N'Zonzi se disolvió como un azucarillo-, y era ahora el Rayo el que parecía más musculado que su rival. Introdujo Emery a Carriço y Banega para tratar de luchar por la pelota. No lo logró pues el partido se convirtió en un correcalles de esos que enloquecen al público y enferman a los entrenadores. No había un dominador claro aunque el Rayo se le veía merodear el área de Rico con mayor frecuencia. No entraba en juego Banega por lo que al Sevilla solo le quedaban los saques de esquina como mejor recurso. Sin embargo, no logró intimidar al Rayo, crecido -literalmente-, que se veía con posibilidades de dar la vuelta al marcador. No lo logró y por eso no se quedó satisfecho con el empate. Porque aunque compartir es vivir, el fútbol es competir.

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Sobre la firma

GORKA PÉREZ
Es redactor de la sección de Economía y está especializado en temas laborales. Ha desarrollado la mayor parte de su carrera en EL PAÍS. Antes trabajó en Cadena Ser. Es licenciado en Periodismo por la Universidad del País Vasco y Máster en Información Económica de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo.

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