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Rafa Iriondo, el primero y el último de la fila

Fallece el último superviviente de la delantera mítica del Athletic de los años 50

Iriondo durante un partido con el Athletic ante el Real Madrid.
Iriondo durante un partido con el Athletic ante el Real Madrid.DIARIO AS

A Rafa Iriondo costaba mucho desdibujarle la sonrisa. Se la borró la muerte este miércoles, a los 97 años, mientras quizá por su cabeza circulaban imágenes de San Mamés o del Benito Villamarín o de Atocha o de Garellano. O de su gato marrón y juguetón que le rodeaba por el sillón desde donde veía el fútbol con la mirada fija y las emociones controladas. Rafa Iriondo ha sido el último de la fila mágica, aquellos cinco de abajo en la fotografías que conformaron la delantera mítica del Athletic. Se fueron yendo, Panizo, Venancio, Gainza, Zarra. Y él ha sido el último, él que era el primero en esa retahíla que todo aficionado al fútbol tan bien conoce. Iriondo era el 7 cuando los delanteros se contaban del 7 al 11 por estricto orden de ubicación en el campo. Por eso Iriondo, que era extremo derecho, iba el primero y le seguía Venancio, el interior derecho, y Zarra, el delantero centro, y Panizo, el interior izquierdo y acababa con Gainza como extremo izquierdo.

Iriondo iba viendo como sus compañeros y amigos le dejaban cada vez más solo. Especialmente dura para él fue la muerte de Telmo Zarra, su gran amigo, convecino de vivienda en el centro de Bilbao y socio empresarial cuando el fútbol quedó atrás por razones de edad. Y ni aún así se le borraba la sonrisa, bajo aquellos ojillos chispeantes que proponían una gran ternura y que se hacían grandes cuando recordaba las gestas rojiblancas y seguían siendo grandes cuando aparecía Sevilla en la memoria, -donde etrenó al Betis- “y donde siempre nos trataron de maravilla y nunca se olvidaron de él”, solía repetir su familia.

Rafa Iriondo en agosto de 2013.
Rafa Iriondo en agosto de 2013.LUIS TEJIDO (EFE)

La delantera mítica del Athetic de aquellos años 50 demostró que no hace falta ganar muchos títulos para ser mítica y grande e inolvidable. Y sin embargo pasaron a la historia con la grandeza de los ídolos de carne y hueso. Suele pasar. Lo mismo ocurre con Iribar que solo ganó dos Copa y, sin embargo, fue y es considerado uno de los mejores porteros del mundo.

Iriondo, que había nacido en Gernika, sobrevivió al bombardeo de la Villa Foral en la Guerra Civil, al término de la cual tuvo que hacer la mili en el cuartel de Garellano, en Bilbao. Llegó al Athletic por casualidad y necesidad. El equipo rojiblanco tenía que refundarse sobre los escombros de la guerra. Buscaba jugadores donde los hubiera o pareciera. A Iriondo lo ficharon porque había jugado un partido oficial, con el Gernika. Desde entonces jugó 13 temporadas en el Athletic, tras debutar junto a Zarra en Mestalla con empate a dos goles, todos marcados por vizcaínos: Zarra, los del Athletic; Mundo y Gorostiza, los del Valencia. Iriondo consiguió cuatro Copas y una Liga y anotó 117 de los 550 tantos marcados por la delantera mítica, muchos de los cuales surgieron de sus botas. Jugó después en el Barakaldo, en la Real Sociedad, en el Indautxu y como entrenador lo fue del Athletic, (con el que ganó una Copa), de la Real Sociedad y del Betis con el que consiguió la famosa Copa de los penaltis, cuando Esnaola batió a Irbar en el lanzamiento decisivo. Pero, la memoria tenía sus rincones. Y lo mismo te hablaba de la felicidad de Sevilla que de aquella temporada en la que ejerció de entrenador-jugador en el Indautxu, el segundo equipo de Bilbao donde coincidió, en Segunda División, con Zarra y Panizo, los tres ya veteranos. “Estuvimos a punto de ascender a Primera pero no pudo ser. En el último partido nos pitaron un penalti en contra. Y luego otro. Y Luego otro. Tres penaltis en contra. Estaba caro que no podíamos ascender”, recordaba hace unos pocos años, cerrando la frase con su habitual muletilla: “A todo te acostumbras...” Pero no a perder, porque como recordaba su hijo, cuando eso ocurría llegaba a casa se tomaba una aspirina y se iba a la cama”. Era su ritual de la derrota. Ni se acostumbraba a que las mujeres fueran a verle jugar “porque no le gustaba que escuchasen los improperios que decía la gente cuando hacían algo mal”, aseguraba hace unos pocos años su mujer.

Luego el fútbol, pasó de las piernas a los ojos, mientras los años se sucedían en la tranquilidad de su hogar en el centro de Bilbao. Él seguía poniendo voz a la delantera mítica que habitaba en el recuerdo de los aficionados al fútbol. La voz se extinguió este miércoles, un día antes de que el Athletic se cruzase en San Mamés con el Olympique de Marsella. El gato, marrón y juguetón, con su sexto sentido, le dará noticias del encuentro.

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