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El Madrid se consuela con el Levante

Los de Zidane superan con más efectividad que brillo a un Levante poco competitivo

José Sámano
Cristiano e Isco celebran el tanto del malagueño.
Cristiano e Isco celebran el tanto del malagueño.Kai Försterling (EFE)

Un Madrid remendado y en días de zozobra encontró consuelo ante el Levante, el colista. Más que suficiente para un equipo borroso, que apenas tiene nada que decir en esta Liga, pero que tampoco puede aflojarse del todo. Eso fue el Madrid, un equipo apesadumbrado, con poca gracia, más pendiente de su destino que de su presente. Sumó tres puntos analgésicos, sin brillo, con algo de solidez y poca púrpura. Suficiente para angustiar aún más a un Levante al borde del abismo, por más que los madridistas destilaran una extraña sensación final, con la gente agotada como si hubiera escalado el Himalaya.

Es abstracto este Madrid, sosaina por momentos, gobernante otros. No hay patrón, con titulares o reservistas, lo mismo da. Tan indefinido es este Madrid que ondula de la pujanza de Lucas Vázquez al desatino de James. Papeles cambiados, una estrella gripada y un chico de la casa con chispa. De este Real con tantas caras, el colombiano fue el póster negativo, el canterano el ancla de todos, el más decidido, el principal retador. Mientras sus colegas iban y venían, emergían o se sumergían en la nada, Lucas se encargó de la marcha, de poner el turbo a un equipo muy lento. Orban, que no es lateral, pasó un calvario en cada cita esgrimista del exjugador del Espanyol. El Levante, con buena armadura, tenía una fuga por el costado izquierdo. Tan evidente que Orban no tardó en anudar a Lucas dentro del área. Penalti o penalti. Esta vez no falló Cristiano, autor hasta entonces de las únicas acometidas visitantes, un disparo con buena respuesta de Mariño y un cabezazo desviado. Un Cristiano activo, muy activo. El Madrid encontró el gol más por el desequilibrio entre Orban y Lucas que por el dictado del juego.

Condicionado por tantas bajas, convenía descifrar la alineación de Zidane, obligado a tirar de gente como Nacho y Casemiro, pero con cesto para decidir el resto del equipaje. La crisis en la media punta dejó a la intemperie a Isco, relegado al banquillo en favor de Lucas, Mayoral y James. Entre el colombiano y el malagueño, señalados como nunca desde su trote cansino en el derbi, el técnico francés se decantó por el sudamericano. James, al borde del precipicio, no entendió el mensaje. Otra vez tuvo una actuación más que decepcionante. Hoy tiene piernas de mármol y cuando pesan las botas la cabeza se nubla. Ningún partido sacó el Madrid de James, tan pasota en remar en defensa como irrelevante en la vanguardia. James es un problemón. Se dirá que es víctima de los excesos del rastrillo, pero el mercado le encumbró y ahora no puede rasgarse la etiqueta monetaria. Es su losa, para bien y para mal. Con Zidane ha tenido, y tiene, carrete, ya no tiene excusas. De él depende.

Rebajada la alineación por las circunstancias, lesionados y sancionados, era una jornada para James, CR, Kroos, gente de primera fila. Ninguno se elevó por encima de un subalterno como Lucas, ni siquiera Kroos, liberado del pico y la pala por la presencia de Casemiro. Entre embestida y embestida de Lucas, siempre directo, ágil, revoltoso, el Madrid fue un equipo gris. Se llevó pronto un aviso del último de la Liga, con un golpeo de Rossi que salvó Keylor con una gran parada. El equipo de Rubi fue cristalino desde el principio, refugiado en el claustro a la espera de una carrera de los poderosos Morales y Deyverson, o fiado a la astucia de Rossi. De libro. Los fichajes de invierno le han revitalizado algo, pero el conjunto arrastra mucho lastre de la primera vuelta.

Tan transparente eran los locales como difusos los madridistas, que, Lucas al margen, se movían a arreones de Kroos. Con o sin Modric, no hay forma de que el alemán cuaje un partido redondo. Su posición le fija como el jugador orbital del Madrid, pero da la impresión de que ni lo asume del todo el equipo ni lo ha interiorizado como debiera el propio futbolista. Con Kroos en ruta, lo mejor del Madrid, el más colonizador; sin el teutón, un tiro al aire.

Espeso el duelo, los de Zidane encontraron un segundo aire en la primera, y casi única, intervención de Borja Mayoral, ariete del Castilla. El novel enganchó un tiro desde el balcón del área, raso y ajustado, que superó a Mariño y se estrelló en un poste. La pelota rebotó dos veces, una en los pies del portero y otra en su brazo derecho. Infortunio para Mariño y, de algún modo, para el recluta de Valdebebas, que no tuvo claro si el gol de su bautizo como titular era propio o ajeno. Hasta eso es difícil de descifrar en este Madrid.

Al gol de Mariño/Mayoral, respondió de inmediato el Levante, que hacía tiempo que no se asomaba por el perímetro de Keylor. Hasta que Casemiro se desmayó sin venir a cuento por una caricia rival y Deyverson le puso picante a la trama, tan poco excitante antes y después. Ni con la distancia recortada hubo trueque. El Madrid, al paso, quiso contemporizar, dar cuerda al reloj, sin más. El Levante, por su parte, se quedó en tierra de nadie, frenado por la hidalguía rival. Las congojas propias le dieran vuelo. Cristiano con un remate al poste tras asistencia de James, su única contribución, pudo sacarle de dudas y dejarle definitivamente fuera del partido. Ni así dio para más, como tampoco el Madrid, que bastante tuvo con encontrar un respiro con el colista cuando Isco evitó cualquier contratiempo con el tercer tanto ya en el suspiro final. En estos días de truenos necesita cualquier palmadita, ganar tiempo, aunque no se sepa muy bien para qué.

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Sobre la firma

José Sámano
Licenciado en Periodismo, se incorporó a EL PAÍS en 1990, diario en el que ha trabajado durante 25 años en la sección de Deportes, de la que fue Redactor Jefe entre 2006-2014 y 2018-2022. Ha cubierto seis Eurocopas, cuatro Mundiales y dos Juegos Olímpicos.

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