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Tobalina, con sus 20,50m, marca el camino a los jóvenes que llegan

Gran marca, victoria y mínima olímpica del lanzador de peso cántabro, la figura de la primera jornada

Carlos Arribas
Carlos Tobalina, en el mitin Villa de Madrid, el viernes 26 de febrero.
Carlos Tobalina, en el mitin Villa de Madrid, el viernes 26 de febrero.Kiko Huesca (EFE)

El invierno no termina de irse y los jóvenes se acercan, los atletas. Carlos Tobalina (20,50m, mínima para el Mundial de Portland y para los Juegos de Río) derrotó a Borja Vivas (20,19m), quien empujado por el que llega no ha logrado establecerse intocable en la cima del peso patrio como lo hizo antes Manolo Martínez, largos años inaccesible. Celia Antón, de 19 años y de Aranda de Duero, corrió los 3.000m con la actitud de Paula Radcliffe, en cabeza hasta la muerte, si llega, y el estilo aéreo, erecto y rítmico, como su larga trenza hacía evidente, de Tirunesh Dibaba, 3,06m el primer mil, 3,02m el segundo, mientras a su espalda, Nuria Fernández, 21 años mayor que ella y un estilo devastador, afilaba el cuchillo que le clavó feliz a falta de 500 metros. Llegó exultante la veterana atleta de la prosperidad, pero los aplausos y las esperanzas de la afición se fueron con la esbelta, y aún delicada como una obra de arte en construcción, burgalesa mimada por Antonio Serrano.

Celia Antón, plata, y Nuria Fernández, oro, en los 3000m.
Celia Antón, plata, y Nuria Fernández, oro, en los 3000m.Víctor Lerena (EFE)

Sandra Myers, la atleta que llegó de Kansas a España en los años 80 para ganar una medalla mundial en los 400m, se pasó por Carabanchel para recibir un homenaje a su carrera atlética, aunque ella se siente ahora más pianista y musicóloga, profesora en Salamanca y autora de sesudos estudios sobre oscuros compositores, madre de violinista y de arquitecta en Nueva York, que deportista. “Aunque la dedicación y sacrificio que exigen la música, los ensayos permanentes, y el atletismo, siempre entrenando, son parecidos”, dice Myers, quien aún no se ha atrevido con las Variaciones Goldberg, aunque sí que puede con algo de Bach, un compositor tan difícil de interpretar para un teclista, como difícil es convences a Kevin López de que participe en los Mundiales en pista cubierta de dentro de dos semanas, donde tendría una medalla a tiro.

“Que no, que no”, dice el mediofondista sevillano, a quien le salen la fuerza y la velocidad por los poros. “Sé que soy de los primeros del ránking mundial, pero ya decidí en su momento que este año solo pensaría en los Juegos y no quiero distraerme para nada. Además, el Mundial es muy tardío, el 20 de marzo…” En la semifinal de 800m que ganó distanciado atacó a los 500m y sin darse cuenta se vio solo, único en la pista. En la final del domingo no le será tan sencillo derrotar al joven que llega, al salmantino Álvaro de Arriba, de 21 años, largas piernas y zancada muy amplia, que corre relajado, aparentando mínimo esfuerzo y se pega al que va el primero y le gusta superarlo en los últimos 50m, en la mínima recta de la pista cubierta. “Sí, ya sé lo que me espera”, dice Kevin López. “Pero yo también soy rápido”.

Carlos Tobalina, cántabro de progresión tardía, pues ya a los 30 años ha logrado su mejor marca, los 20,50m que le convirtieron el sábado en la persona más feliz del pabellón, saca su fuerza no de su volumen, que aunque es imponente no destaca ante los gigantes verdaderos del peso, sino de la velocidad que imprime a los giros con los que lanza el peso, y su barba, larguísima, la envidia del circuito como en su tiempo lo fue la del polaco imponente Tomasz Majewski, vuela casi libre con el último impulso, como volaría según describen los relatos bíblicos la de Sansón. “No me la afeito, no”, dice el pupilo de Charly Burón en León. “Pero tampoco la llevo por nada especial sino porque, sencillamente, el pelo crece hacia afuera”.

En las gradas, hasta arriba de público, los entrenadores manejan listas Excel y aseguran satisfechos que los jóvenes están llegando, que los que fueron buenos júniors están apropiándose de las pistas y que hay futuro, y algunos citan nombres de atletas que les encantan y a los que auguran gran futuro. José Luis Ureña solo tiene ojos para su hijo, Jorge, que ya ha cumplido los 23 años y se está asentando en la elite mundial de las pruebas combinadas. Como tiene que ir al Mundial de Portland después de haber batido el récord nacional de heptatlón, el decatleta de Ibi, participó solo en las pruebas en las que destaca, como los 60m vallas, en las que tiene que asegurar sus mejoras, como la pértiga en la que un malentendido le dejó fuera, y en las que tiene que afinar, la longitud, en la que consiguió la medalla de bronce con un salto de 7,49m. “Tenemos que ir a Portland”, dice Ureña, padre y entrenador. “Pero el objetivo es el verano. Hacer la mínima olímpica en los Europeos y mostrar sus progresos en lanzamientos…”

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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