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El visionario del balón

Cruyff, bajo la tutela de Michels, entendió y enseñó antes que nadie el fútbol moderno

Jordi Quixano
Cruyff, en 1969.
Cruyff, en 1969.ROBIN VAN LONKHUIJSEN (EFE)

Mr. Mármol, conocido así por lo duros que eran sus entrenamientos, se subió en el autobús de línea camino al estadio y vio que varios de sus jugadores estaban de cháchara en la otra punta. Uno de ellos daba profusas caladas a un cigarrillo y se acercó con sigilo para sorprenderlo. Al verlo, el joven, de pelo largo y escuchimizado hasta el punto de que parecía cualquier cosa menos futbolista, se lo escondió en el bolsillo. Pero dos minutos después, no le quedó otra que tirarlo al suelo junto con un alarido ahogado. Cuentan que Rinus Michels se contentó con la quemada y una pequeña multa como castigo y que Johan Cruyff la aceptó de buena gana. “Porque nos jugábamos todo el dinero al final del año en partidos de dos contra dos y él siempre ganaba”, recuerda Sjaak Swart, futbolista con más partidos en el Ajax (603) que ningún otro. La anécdota, sin embargo, reúne la esencia de la vida de Cruyff; aleccionado por Michels, fue un rebelde con éxito en cuantas cosas se propuso menos en la batalla del tabaco.

Para Jopie —como le llamaban de niño— el fútbol fue la forma de evadirse de Betondorp, barrio obrero creado para explorar las posibilidades del hormigón en la vivienda. “Las cosas que le vi hacer de crío, no se las vi a nadie”, cuenta Swart. Era un genio que, mientras ayudaba a su madre en la frutería o se hacía amigo del cuidador del césped del estadio De Meer, soñaba con jugar con el Ajax. Ocurrió pronto.

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Michels creó el fútbol total con un juego de toque, vocación ofensiva y obsesión por la pelota, extremos abiertos, laterales que doblaban y delanteros que ayudaban en la construcción. Receta que le hizo ganar tres Copas de Europa seguidas (1971, 72 y 73, ya con Kovacs en el banquillo) con Neeskens, Krol, Rep y Blakenburg, además de la estrella: Cruyff. Antes de 1974, sin embargo, Cruyff siguió a Mr. Mármol en otras dos aventuras: el Mundial de Alemania, donde nació La Naranja Mecánica por su fútbol ofensivo —dicen que tras el 4-0 a Argentina Wolf se llevó una felicitación de Cruyff por ser el único en cruzar la medular en el primer acto—, pero que perdió la final ante Alemania; y el Barcelona.

Billetes de ida y vuelta

La llegada de Cruyff al Camp Nou fue de chiripa porque la directiva quería a Gerd Müller, estrella del momento que no llegó porque para Alemania Occidental era una cuestión de Estado. Rápido y con un doble cambio de ritmo terrorífico, Johan impulsó al Barça en la Liga de 1974, escribió su nombre en oro en el 0-5 sobre el Madrid y participó de la Copa del 78. Pronto asumió el brazalete y se da por cierto que consiguió que echaran y readmitieran a Rinus Michels; que influyó decisivamente en el fichaje de Neeskens y en el despido de Weisweiler. Pero sus problemas con la directiva hicieron que se marchara en 1978. Cansado del balón, prefirió el dinero de Los Ángeles Aztecas y Washington Diplomats (EE UU), jugó varios meses en el Levante en Segunda y regresó a Holanda. Y, en lo que fue en un gesto de despecho porque no le quisieron en el Ajax, firmó por el enemigo, por el Feyenoord,donde colgó las botas.

En 1985 regresó a casa, al banquillo del Ajax. Tras dos copas holandesas, Núñez lo recuperó para el Barça en 1988, aunque renegaba de él en las asambleas de compromisarios por flirtear con la oposición. Ayudado por su segundo, Charly Rexach, asentada la filosofía del rondo y reversionado fútbol de Michels —posesión, extremos abiertos, salida del balón limpia, al menos tres opciones de pase en cualquier parcela del campo...— se expresó a través del 4, el mediocentro creador (Milla, Celades, Guardiola). Ganó cuatro Ligas y la primera Copa de Europa del Barça, el 20 de mayo de 1992. También perdió otra, dos años más tarde, ante el Milan (4-0). Fue el principio del fin.

Muchos amoríos y líos con el Barça y el Ajax le han seguido después, pero ya solo volvería a sentarse en el banquillo de la selección de Catalunya de 2009 a 2013. Podía decir que él, al contrario que casi todos, no le debía nada al fútbol sino que era al contrario.

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