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El partido que lo cambió todo en el Barça

Tras la derrota ante el Valencia la plantilla azulgrana se conjuró y Piqué vaticinó entonces, en plena crisis, su triunfo en la Liga

Jordi Quixano
Piqué se lamenta tras un gol del Valencia en el Camp Nou
Piqué se lamenta tras un gol del Valencia en el Camp NouLLUÍS GENÉ (AFP)

Los jugadores del Barça se conjuraron para ganar la Liga después de perder en el Camp Nou con el Valencia por 1-2. Acabado el partido, y una vez contados 22 remates a la portería de Alves, Piqué atendió a la prensa porque quería expandir su mensaje, por más que él se justificara con un “salgo porque me toca” al tiempo que se encogía de hombros. “No hay que lamentarse. Si jugamos como contra el Valencia, ganaremos los cinco partidos que nos quedan y seremos campeones”, soltó entonces, bravucón. El tiempo le ha dado la razón.

Desde el entorno del jugador le recriminaron un poco esas palabras, sobre todo porque era demasiado atrevido y se le podían volver en contra en el caso de que no sucediera su presagio. “Pero sabe lo que se hace, siempre lo ha sabido. Ya tiene callo ante las críticas y consideró que debía animar a los suyos, confiado como estaba realmente en ganar los partidos que faltaban”, explican personas próximas al central azulgrana. Sus frases, en cualquier caso, tuvieron eco. “Me aferro a mis jugadores y a la actitud que tienen para pensar que podemos ganar todos los partidos, estoy convencido”, expuso Luis Enrique pocos días después. Y hasta el presidente Josep Maria Bartomeu se animó y calzó una variable más: “La Liga siempre ha estado cerca. He escuchado a expertos y lo que tenemos que hacer es mantener la portería a cero. Haciendo eso, la ganaremos, seguro”. El Barcelona disputó cinco encuentros, los ganó todos y acumuló 24 tantos a favor por 0 en contra para cantar el alirón el sábado pasado en Granada.

Ese fue también el discurso del técnico a los jugadores, a los que les pidió que mantuvieran la misma intensidad exhibida en la presión adelantada para proteger al entramado defensivo, dado que los delanteros se quedaban descolgados arriba y el equipo se partía en la transición ataque-defensa. Se trataba de recuperar la valentía porque en ocasiones el equipo se tiraba hacia atrás, como si la media hora en la que el Madrid remontó el clásico (1-2) hubiera hecho mella en un grupo que durante 39 encuentros, no había conocido la derrota. Resulta que todo eso salió bien contra el Valencia, pero no llegó el resultado.

“En ese partido se juntó la mala suerte además de un par de cosas que no hicimos bien”, expone Busquets; “por eso, ese día nos dimos mensajes positivos para ver en qué fallábamos y decirnos que éramos los mismos jugadores que ganaron todo el año pasado y que este podíamos volver a ganar”.

No hay que lamentarse. Si jugamos como contra el Valencia, ganaremos los cinco partidos que nos quedan y seremos campeones Piqué

Unos días después, el presidente se acercó a la ciudad deportiva para charlar con los jugadores, capitaneados por Iniesta, Busquets y Mascherano —decisivos en la gestión del vestuario—, para transmitir la confianza que tenía puesta la directiva en ellos. “Sabíamos que estábamos pasando por un pequeño bache, pero también sabíamos que habría logros porque este equipo es muy competitivo y hace un gran tándem con Luis Enrique”, cuenta Bartomeu; “ellos saben que son muy buenos y que teníamos la posibilidad de ganar el doblete. Era cuestión de arreglar los problemas que podía haber y lo hicieron todos juntos”.

“Nos dijimos que debíamos confiar en nosotros”, cuenta Busquets. “Todos estábamos convencidos de ganar, aunque en el entorno vimos que algunos pensaban que estaba más oscuro y otros, más claro”. Algo, sin embargo, que no comparte Bartomeu: “Ya hace muchos años que no nos va el fatalismo. Los culés hemos aprendimos que somos positivos y que hay que confiar en todos”.

Una mentalidad que también tiene Piqué, que ya ha ganado seis Ligas con el Barça desde que regresó al Camp Nou de la Premier. Por eso, acostumbrado a la crítica y a la pita en cualquier estadio menos en el Camp Nou, enarboló la bandera del triunfo y aireó a los cuatro vientos que el Barça sería campeón.

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