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La nueva Inglaterra merece más

Un Rusia muy plana rasca un empate en el último suspiro ante un adversario superior y más refinado de lo habitual

José Sámano
Dzyuba y Smalling luchan por el balón.
Dzyuba y Smalling luchan por el balón. ROBERT PRATTA (REUTERS)

Inglaterra, sacudidos sus peores hábitos, puso el fútbol. Rusia, un equipo raso, solo el empate, lo que ya fue mucho. Un azote inmerecido para esta refrescada selección inglesa que le ha cogido más gusto a la pelota que al juego de caballería, al choque, el balonazo y demás viejos códigos británicos. Ahora busca otro camino. Ante los rusos dejó huellas interesantes y se ganó con creces la victoria hasta que el capitán adversario, Vasili Berezutski le hizo la “pirula” en el último parpadeo. Un empate accidental que en absoluto fue hijo del juego. Eso fue asunto inglés. No es que los “pross” sellaran un partido para enmarcar, pero exhibieron mucho más que su rival. No le alcanzó por infortunio, o quizá porque con su nuevo estilo domina peor las áreas, la propia incluida.

Hay otra Inglaterra a la vista, al menos en apariencia. La selección más joven de la Eurocopa, con 25,3 años de media, ya no es refractaria a las influencias externas. No le queda otro remedio, la Premier hace tiempo que abrió las ventanas de par en par y la escuela inglesa ha sido laminada, pura arqueología. Basta comprobar el once de Hodgson, marcado por jugadores tutelados esta temporada por un chileno (Pellegrini), un argentino (Pochettino), un alemán (Klöpp) y dos holandeses (Hiddink y Van Gaal). La nueva generación, la de chicos como Lallana, Delle Alli, Rose o Dier, interpreta el juego de otra manera, con más agudeza y finura. La única tiza genuina es la de Hodgson y sus ayudantes, Gary Neville entre ellos. Los que más dudas despiertan.

Esta Inglaterra poco tiene que ver con los tiempos en los que desfilaba por los campeonatos con un mixto de marines y aviadores para las dos áreas. Algo ha prendido en la Premier, tan contracultural que hoy alguien como Rooney juega de arquitecto en el medio centro. Más simbólico aún: el ariete, Harry Kane, tiene la pinta del tanque inglés de toda la vida, pero resulta que es quien ejecuta los saques de esquina. Hay otra vocación, la pelota ya no es solo un artefacto que dinamitar por vía terrestre o aérea. Ya hay quien la mima un poco.

Rusia resultó un equipo plano y sosaina, sostenido únicamente por el tendal de sus centrales, dos centuriones de guardia permanente como Vasili Berezutski (34 años) e Ignashevich (37). Sin ingenio, solo incordió algo a balón parado y así rascó el empate en el último segundo, un azote inmerecido para su rival. Al contrario que Inglaterra, Rusia vuelve a ser muy rusa porque tras sonados fracasos ha dejado de exportar y prácticamente todos sus alistados para este torneo militan en casa. Poco dice de una selección que será anfitriona en el próximo Mundial que sus tipos más fiables, los centrales mencionados, sumen 214 partidos internacionales. Para una renovación, Rusia tiene más trecho que tiempo, su fútbol parece momificado, sin gracia, por más que rescatara un punto de la nada.

Rusia resultó un equipo plano y sosaina, sostenido únicamente por sus centrales

No es que los británicos deslumbraran, pero siempre tuvieron mucha mejor intención, con Rooney como punto de partido, en el ancla. El capitán no es ni una secuela del delantero que fue. Ha reculado y ahora articula el juego con sentido, con solvencia, marca las horas. Y no parece que pretenda enmascarar su treintena. Los años le han templado y ahora circula con más cabeza que piernas. A su lado, Delle Alli y Lallana tienen buen manejo del balón y no se han prohibido el pelotazo. Lo mismo que los laterales, dos ventiladores sin freno como Walker y Rose. Una estupenda trenza entre el primero, Delle Alli y Lallana, con remate final de este último que se alejó del gol por poco fue el reflejo de esta nueva Inglaterra. No fueron pocas las veces que hizo trabajar al meta ruso, Akinfeev, y casi siempre con jugadas y toques a ras de suelo.

A los ingleses el gol se les demoró más de la cuenta, en parte porque les cuesta hacer el acordeón. Al disponer de gente más bien huesuda en el medio campo, futbolistas de poco hormigón, el equipo se repliega con un 4-5-1, lo requiere movimientos en bloque. Fue Dier, el medio centro tapón, quien abrió la lata. Otra señal. El tradicional machote inglés de medio campo tiene tacto para el lanzamiento de las faltas. En una de ellas batió a Akinfeev, que bien pudo hacer algo más. Poco antes, Rooney había disparado al poste derecho del guardameta del CSKA. Inglaterra estaba en alza, ganaba y gustaba. Pero el destino le hizo un quiebro con el tanto de Vasili Berezutski pasado el minuto noventa. Un cabezazo en globo al que Hart, portero inglés, se limitó a echar un vistazo. Un patinazo imprevisto para quien más mereció. Inglaterra ha cambiado el molde, pero no su mal fario en las Eurocopas. Jamás ha ganado en sus diez partidos inaugurales. Ni esta atractiva nueva prole lo ha conseguido. Inglaterra, el menos campeón con más ruido de la historia (un título es todo su botín), tiene ante sí un recorrido más que interesante. Llegue donde llegue, la mutación merece la pena seguirse con detenimiento.

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Sobre la firma

José Sámano
Licenciado en Periodismo, se incorporó a EL PAÍS en 1990, diario en el que ha trabajado durante 25 años en la sección de Deportes, de la que fue Redactor Jefe entre 2006-2014 y 2018-2022. Ha cubierto seis Eurocopas, cuatro Mundiales y dos Juegos Olímpicos.

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