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opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

El amor al fútbol

Para los ultras el futbol es lo de menos, puesto que lo prioritario siempre es ajustar cuentas con los del país de enfrente

J. Ernesto Ayala-Dip
Un hombre con un sudadera de Ultras en Lens.
Un hombre con un sudadera de Ultras en Lens. LEON NEAL (AFP)

Horas antes del partido de España contra Turquía, la Policía Nacional tuvo información de que un grupo de ultras españoles se había citado en Niza con sus coleguillas franceses para plantar cara a sus equivalentes turcos. Al final, solo las banderas que blandían cada uno los diferenció. En lo demás, se parecían bastante. Me imagino que estas hinchadas irán larvando los puñetazos que infligirán a sus contrarios con precisión troglodita, antes de cada partido que sus selecciones vayan jugando durante el transcurso del campeonato. El partido para ellos, ya lo sabemos, siempre es lo menos importante. (Como habrá sido lo de menos para rusos e ingleses hace dos semanas). Para este grupo de personas (para llamarles de alguna manera) el futbol es lo de menos, puesto que lo prioritario (o lo primario) siempre es ajustar cuentas con los del país de en frente. A estos seguidores ya nos los podemos imaginar gritando como energúmenos el nombre de su país. Ya sabemos que les dará lo mismo quién gane o pierdan y cómo lo hagan.

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Las sutilezas estratégicas del partido que verán (o que no verán) no van con ellos. A los ultras españoles, ya lo sabemos, ni les va ni viene si Del Bosque alinea o no al cabreado Pedro en próximas justas. Apenas si saben que Iniesta es uno de los mejores medios ofensivos o falso interior del mundo. Como si le hablaran en chino. Si Piqué marca otro gol con la Roja, probablemente les descolocará un rato, perdonable en todo caso si es contra alguien. Ellos están en otra cosa. Lo suyo es lavar ofensas. No sé sabe exactamente cuáles son, tal vez la bandera, el color de la piel o la insignia religiosa que tengan enfrente. Lo importante es marcar territorio. Territorializar lo que debería ser una práctica deportiva sin fronteras. Ante la violencia de estos días y la que se puede avecinar, ya estoy extrañando los tiempos en que a la Roja la acompañaba el inofensivo Manolo el del bombo.

Ya lo escribí alguna vez aquí mismo. A la Roja le deseo la mejor suerte del mundo en esta Eurocopa. Pero si por mí fuera, prohibiría los Mundiales o las Eurocopas de futbol de la faz de la Tierra. Lo haría tal vez de forma temporal. Esperando mejores tiempos. Esperando un poco de educación y respeto por el otro. Y sobre todo, más amor verdadero por el futbol.

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