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CR y Bale, meteoritos en colisión

Mientras en el Madrid preparan sus renovaciones, las estrellas de Portugal y Gales se enfrentan a vida o muerte

Manuel Jabois
Bale y Cristiano, con Gales y Portugal.
Bale y Cristiano, con Gales y Portugal.PATRICIA DE MELO (AFP)

Cuando Gareth Bale abandonó el lateral izquierdo en el Tottenham y explotó en posiciones ofensivas, hizo una declaración a la revista británica Sport: “Yo no modelo mi juego sobre el de Cristiano Ronaldo. Tengo mi propia forma de hacer las cosas”. Esto ocurría en febrero de 2013. Para entonces ya se escuchaba el tam-tam que el Madrid inicia cuando Florentino Pérez anuncia en Europa una tormenta. Y Zinedine Zidane hizo su trabajo en mayo, durante un acto promocional en Londres. El francés se soltó sorprendentemente la lengua: “Yo veo al Tottenham por la sencilla razón de que Gareth Bale juega allí, y después de Cristiano y Messi es el futbolista que más me impresiona. Es consistente: no se limita a elevar el nivel uno o dos partidos. Se marca constantemente metas”. Cinco días exactos después, Florentino hizo su tradicional fuera máscaras: “Bale nació para jugar en el Real Madrid”.

Desde ese momento, los focos se repartieron: unos se fueron a por el hombre del verano de 2013; otros se quedaron fijos en Cristiano Ronaldo, la estrella del club que había pasado media temporada sin hablarse con su entrenador, Mourinho, y sin ganar un título. El 28 de julio, The Guardian le marcó el camino a Bale: “Usurpando a Cristiano Ronaldo, Bale daría el último paso en su evolución”. La periodista Louise Taylor avisaba de que la marcha de Bale al Madrid podría suponer el regreso de Ronaldo al United, recordaba el récord del traspaso millonario del portugués y algo muy estudiado por el club: la adaptación de un inglés a la vida española, y la de una estrella a un vestuario dominado por CR7. Ese artículo se inicia con las quejas de Wenger y Ferguson: los dos tuvieron a tiro a Bale, pero no adivinaron la evolución del galés.

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Sin amistad personal

En su primer día de entrenamiento juntos, Gareth Bale y Cristiano Ronaldo aparecieron juntos y sonriendo para las cámaras; ya en el rondo, Bale hizo un túnel a Cristiano. Desde ese día, afición y prensa han seguido al detalle la relación entre los dos. En Gran Bretaña llegaron a hacer un artículo sobre el estilismo de Bale al llegar a Madrid. Su pelo más alisado, peinado con cera, y el traje del extremo en la presentación “mandan un mensaje de confianza al Bernabéu”.

No son amigos personales, de los que salen juntos. En el Madrid dicen que nunca se temió que Cristiano se sintiese amenazado jerárquicamente por un jugador que costó más que él. Están en etapas deportivas diferentes por su edad (CR 31 años, Bale 26), y el portugués llegó a Madrid siendo ya Balón de Oro.

En el campo, Cristiano se echa a la izquierda y Bale pasa a ocupar la banda derecha; el galés suele rebañar la pelota hacia su pie malo, llegando a línea de fondo, y centrar. El portugués, más directo, enfila al contrario para tratar de adoptar un perfil de disparo. Poco a poco, y en medio de la tormenta provocada por el traspaso multimillonario (CR había enterrado la suya con goles), los dos empiezan a juntarse en el campo, pero no a buscarse: no son jugadores asociativos, y más que buscar el balón piden campo. Necesitan metros, son esprinters. Se llevan a rivales, crean desequilibrios que el otro aprovecha.

En contrapartida, si el partido no es importante, el Madrid defiende sin ellos dos. Cuando uno no está, el otro le echa de menos. Eso llegó a verbalizarlo Cristiano en declaraciones a la prensa que sentaron mal en el vestuario, cuando dijo que si el Madrid no jugaba con los mejores, citando a Bale, no se podía jugar igual.

“Bale empezó un poco desconcertado”, dicen en el club. “En unas informaciones se decía que no podía jugar al fútbol y en otras, directamente, que él no era jugador de fútbol. El chaval venía y decía: ‘Pero yo dónde me he metido”. Se había metido en el Real Madrid, le dijeron. Uno de los que más ayudó a explicárselo fue Cristiano Ronaldo. El galés alucinaba con la cara imperturbable de Ronaldo cuando los aficionados se le echaban encima.

Este invierno, después del Real Madrid-Deportivo, el debut de Zidane en el banquillo del Bernabéu, Gareth Bale salió del estadio a la calle Padre Damián en un Audi. Paró en el semáforo en rojo (días antes había desobedecido a un policía que le indicaba la dirección correcta) y, al ser reconocido, una masa de aficionados se echó literalmente encima del coche. Con dos japoneses encima del capó acercando el móvil al cristal, y decenas de aficionados más rodeando el vehículo, Bale no movió un músculo pese a parecer King Kong traído a la ciudad.

Imagen del club

El jugador galés está en su mejor momento, dicen en el Madrid, y se le renovará en breve. ¿Convivirá muchos años más con Cristiano Ronaldo? Esa es la idea, dicen en la directiva: a Ronaldo también se le propondrá la renovación. Los dos son los purasangres que el presidente del Madrid, en su etapa posgaláctica, vende como imagen patrimonial del club.

Los dos juegan hoy un partido trascendental para sus carreras. Son los líderes de Portugal y Gales, dos equipos a los que no se esperaba en las semifinales de Eurocopa. De ningún modo Portugal, al no haber ganado ni un solo partido; menos aún Gales, un país en estado de trance. Las dos estrellas se cruzarán en el campo en un estado de excitación imprevisible.

Ayer se le preguntó a Gareth Bale si él era mejor que Cristiano Ronaldo, la pregunta trampa que lleva soportando Neymar en Barcelona sobre Messi. Lo normal es agachar la cabeza delante del líder declarándole sumisión, pero Bale hablaba como estrella de su selección, no como jugador del Real Madrid. “Yo no soy quien tiene que decirlo”, respondió. No se han enviado mensajes ni se han llamado en todo el torneo, tampoco en la víspera de uno de los partidos más importantes de sus vidas.

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Sobre la firma

Manuel Jabois
Es de Sanxenxo (Pontevedra) y aprendió el oficio de escribir en el periodismo local gracias a Diario de Pontevedra. Ha trabajado en El Mundo y Onda Cero. Colabora a diario en la Cadena Ser. Su última novela es 'Mirafiori' (2023). En EL PAÍS firma reportajes, crónicas, entrevistas y columnas.

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