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Federer, a lomos de la épica

Al borde de la eliminación, el suizo remonta dos sets y salva tres bolas de partido en contra ante Cilic (6-7, 4-6, 6-3, 7-6 y 6-3, después de 3h 18m) para acceder a semifinales, en las que afrontará a Raonic

Alejandro Ciriza
Federer celebra su triunfo contra Cilic.
Federer celebra su triunfo contra Cilic.TONY O'BRIEN (REUTERS)

Roger Federer es un tipo al que difícilmente se le escapa cualquier tipo de emoción sobre una pista. El suizo controla la proyección exterior hasta el punto de que quien asiste a uno de sus partidos tiene la sensación de que ese finísimo estilista está hecho de cartón piedra, de que el hombre que golpea con raquetazos de seda ni siente ni padece, ni se cansa, ni suda ni pestañea. Pero no. Federer, de puertas afuera, ni transmite ni pretende hacerlo, porque en el fondo sabe que cualquier indicio de euforia o de sufrimiento puede volverse en su contra y beneficiar a su rival. Es, metafóricamente hablando, un gran jugador de póquer: frío y enigmático por fuera, pero un volcán en su interior.

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Ayer, en su portentoso triunfo contra Marin Cilic (6-7, 4-6, 6-3, 7-6 y 6-3, después de 3h 18m), el público de la central asistió a un hecho extraordinario. El suizo, citado ahora en las semifinales de Wimbledon con Milos Raonic (6-4, 7-5, 5-7 y 6-4 frente a Sam Querrey), sufrió y lo exteriorizó, y finalmente, tras voltear el marcador a lomos de la épica, también rompió el corsé que suele moderar su alegría y la expresó por todo lo alto, brazos en alto, en el centro de La Catedral. “Me animé cuando vi que mi nivel crecía conforme avanzaba el partido. Mis piernas y mi espalda seguían allí, así que eso me dio fuerzas”, admitió luego, después de escapar a un asedio tremebundo.

Si hasta ahora había tenido encuentros plácidos, perfectos para ir adquiriendo rodaje y rehabilitando poco a poco su juego y su cuerpo, el de ayer fue un test de máxima exigencia para él. Este año, a excepción del Abierto de Australia, donde firmó un torneo más que notable, no se le había podido calibrar a Federer; una primera lesión en el menisco (mientras bañaba a sus gemelas) y problemas de espalda después le han ido obligando a parar una y otra vez, y a rediseñar su calendario. Total, pocos partidos y escasa presencia en las pistas. Una incógnita. Y más teniendo en cuenta el factor de la edad, porque a punto de cumplir 35 años la anatomía tiende a ralentizar la recuperación.

67 tiros ganadores y 27 'aces'

Cilic ejecuta un servicio contra Federer.
Cilic ejecuta un servicio contra Federer.Adam Pretty (Getty)

Lo de ayer supuso un examen en toda regla, frente a un cañonero que le condujo al límite y le forzó a la heroica. Cilic, ganador del US Open 2014 después de dejar en la cuneta al suizo, llegó a disponer de tres bolas de partido para liquidar a Federer y terminar con el relato más romántico de este Wimbledon. El croata, tutelado por su compatriota Goran Ivanisevic (vencedor en Londres en 2001), dispuso de tres opciones de match point durante el cuarto parcial, con 4-5, 5-6 y 6-7 en el tie break. Emergió entonces el mito, el coloso, el gigante; el inmenso Federer, y con él ese poderoso intangible para salir de la encerrona, para encontrar la llave, quitarse las esposas y abrir la jaula, hundida ya en el fondo del mar.

Me animé. Vi que mis piernas y mi espalda seguían allí, así que eso me dio fuerzas Roger Federer

A medida que avanzó la mañana y se inclinó el terreno, no muchos pensaban que Federer sería capaz de remontar dos sets adversos ante Cilic y lograr una victoria a tan largo recorrido, de cinco sets. El calor azotaba y la derecha del croata todavía más. Sin embargo, el genio (67 tiros ganadores y 27 aces, por 59 y 23 de su adversario) también sabe sufrir, aunque no acostumbre a transmitirlo. Sabe apretar los dientes como nadie. Sabe resistir y eso le permitió ayer firmar su 307ª victoria en un partido del Grand Slam, por lo que ya supera a Martina Navratilova y le concede el récord en exclusiva, e igualar la cifra (87) de Jimmy Connors sobre el tapete del All England Tennis Club.

Ahora, su 11ª semifinal en el majorbritánico, frente a Raonic. Y el sueño de elevar su 18º trofeo del Grand Slam sigue muy vivo. “Peleé, lo intenté, creí. Y, al final, lo conseguí. Lo de hoy fue épico. Probablemente, si echo la vista atrás es uno de los grandes partidos de mi carrera. No recuerdo haber remontado nunca dos sets aquí, en Wimbledon”, concluyó Federer en la sala de prensa. Porque los genios y los artistas, para vencer o crear, también son conscientes de que el proceso requiere de penalidades. Bien lo sabe Federer, que hoy día se aplica. Y todo el mundo a sus pies. Otra vez.

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Sobre la firma

Alejandro Ciriza
Cubre la información de tenis desde 2015. Melbourne, París, Londres y Nueva York, su ruta anual. Escala en los Juegos Olímpicos de Tokio. Se incorporó a EL PAÍS en 2007 y previamente trabajó en Localia (deportes), Telecinco (informativos) y As (fútbol). Licenciado en Comunicación Audiovisual por la Universidad de Navarra. Autor de ‘¡Vamos, Rafa!’.

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