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Eurocopa 2016 | Portugal, 2 - Gales, 0
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Cristiano no se va

Cristiano está en otra dimensión, la dimensión ganadora de quien hace un partido malo y lo resuelve ganando

Manuel Jabois
Cristiano Ronaldo celebra el pase a la final.
Cristiano Ronaldo celebra el pase a la final. Martin Meissner (AP)

En la defensa del resultadismo ha pasado con Portugal lo que a esos padres que le dicen a sus hijos que en el colegio hay que tener personalidad y acaban en el ISIS. Se ha confundido todo,si bien con alegría. Hasta tal punto que Portugal ha pasado olímpicamente de ganar en 90 minutos durante todo el torneo, llevando a un extremo el culto al resultado: se puede ganar empatando siempre, claro que se puede.

Con ese fútbol sin destilar, entregado a una causa violenta que tuvo más suerte que oficio, Portugal llegó a semifinales de una Eurocopa para jugar contra Gales, lo que bien mirado es como empatar en el cuadro y pasar; el neorresultadismo en el sorteo. Y ahí, por fin, se atrevió a pasarse el balón. Fue como si descubriesen que los del mismo color fuesen compañeros. La consecuencia ha sido jugar la final de la Eurocopa. La última vez que la disputó fue hace doce años en su casa, cuando le ganó una selección, Grecia, que jugó peor que ella pero con más estilo. Hasta para ser mediocre hay que tener elegancia.

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Desde entonces Cristiano Ronaldo ha ganado balones de oro, Copas de Europa y tiene más de 30 años. Los partidos importantes los sigue inaugurando igual, con una chilena al aire que es como los fuegos artificiales de la fiesta del pueblo. Funciona como una haka: se eleva en el aire, hace la tijera y el balón pasa de largo; la afición ruge. Es la señal de que CR se ha metido en el partido. La señal de que se seguirá metiendo hasta marcar el gol de la victoria, comprometido como está con una especie de designio según el cual puede marcar este año los goles más decisivos del Madrid y de Portugal. Cristiano está en otra dimensión, la dimensión de quien hace un partido malo y lo resuelve ganando él solo. Por eso ayer, que agarró a Portugal de las solapas y la metió en el área de Gales, su papel tuvo también un mérito estético: la del capitán que lo parece no sólo con los gestos sino en la responsabilidad del juego. Con tal compromiso que hasta le hicieron un penaldo que tardó varios segundos en detectarlo, como si hubiese olvidado la liturgia.

A su cabezazo de locura, colgado del cielo como un ahorcado, le sucedió Nani poniendo el sobre lacrado en la mesa de Gales. Era la derrota de la selección milagrosa. Se sostuvo en pie lo que pudo hasta que le dio la gana de saltar a CR, y confió su arsenal a la avalancha de Gareth Bale, que apareció en todas partes y de tal manera que parecía Drácula. Empezaba y acababa las jugadas como esos costureros que no saben cómo, a veces por explotación, terminan desfilando en Milán. Corrió, disparó y asistió; fue la lucha de Bale no contra Cristiano, sino contra su destino. El destino ganó, esta vez en 90 minutos.

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Sobre la firma

Manuel Jabois
Es de Sanxenxo (Pontevedra) y aprendió el oficio de escribir en el periodismo local gracias a Diario de Pontevedra. Ha trabajado en El Mundo y Onda Cero. Colabora a diario en la Cadena Ser. Su última novela es 'Mirafiori' (2023). En EL PAÍS firma reportajes, crónicas, entrevistas y columnas.

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