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Maica García: “Ahora toca divertirse”

Licenciada en publicidad y relaciones publicas por la UAB, la mejor boya del mundo, afronta sus segundos Juegos Olímpicos

La jugadora de la selección española posa en la piscina del CAR de Sant Cugat
La jugadora de la selección española posa en la piscina del CAR de Sant CugatVicens Giménez

La recuerdan como una bolita preciosa, un gorro y unos enorme ojos azules, siempre sonriente, nadando en la vieja pileta de Sabadell. Una niña pizpireta que como muchas en la capital vallesana, que huele a cloro, había llegado con una beca, desde el colegio Santa Clara empezó a ser asidua de la piscina de la calle Montcada. Tenía siete años. Los sábados, de la mano de sus padres Mari Carmen, administrativa, y Manuel, topógrafo, corría por allí mientras su hermano, Víctor, un año mayor, jugaba con un balón en el agua.

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“Ese es mi primer recuerdo de un partido de waterpolo, esas tardes”, explica ahora mientras se toma un café en el chiringuito de la estación de los ferrocarriles catalanes de Sant Joan, la que lleva al CAR de Sant Cugat. La que probablemente es la mejor boya del mundo nació en Sabadell hace 26 años y practicó gimnasia rítmica antes de empezar a nadar. “Con once años todo era medio broma. Éramos tan pocas las niñas que jugábamos con niños, con Óscar Carrillo y Marc Soler. Algunos están en Primera, otros lo dejaron en categorías”, explica mientras asegura que mantiene la sensación de que todo fue muy rápido.

“Un día se formó un equipo, de chicas, al otro apareció Mateo Celma, el entrenador de categorías, me cogió y me dijo que me lo planteara: 'Si te lo propones, vas a llegar, si te lo tomas en serio, si trabajas y fortaleces, puedes llegar a algo', me dijo”. Entonces, ni soñaba con ir a unos Juegos: “Ni se me pasaba por la cabeza, por supuesto”.

 El primer recuerdo del waterpolo son los partidos de mi hermano Víctor”

Fue entonces cuando tocó buscar posición. “Era la más gansa, la más alta de todas”, asegura. Le propusieron ser portera, porque con aquellos brazos, tan grande como era, tapaba mucho. “Me daban muchos balonazos y dije que no, ni hablar”. Tenía talento y en el Sabadell lo sabían. “Me propusieron ser boya y dije que vale, que boya". A veces se arrepiente. “Hombre, preferiría jugar fuera, y hay días que maldigo mi suerte, pero yo esto lo disfruto. Si no, hace años que lo hubiera dejado. Es duro, es un horror ser boya, pero al final lo disfrutas”, se ríe. Y al hacerlo, le brilla la mirada, la sonrisa y hasta el piercing de la nariz.

Se puso las pilas y en apenas dos años, Jordi Valls la seleccionó para el CAR y la becó. Llegó con Laura Ester, la actual portera de la selección que venía del Mediterrani, el club de Sants. Y ahí estaba Ona Meseguer, Eli Gazulla, Marta Recio… Y otra vez, todo fue muy rápido. A finales del 2006, España acababa de quedar cuarta en Belgrado y Mar Sanromà, entonces la seleccionadora nacional, la citó en diciembre para el Mundial de Melbourne'2007. Ahí estaba Blanca Gil. “Blanca era mi referente absoluto”, admite.

De alumna a maestra

Con una dfierencia de edad de ocho años, asume que se convirtió en su niña: “Me protegía; yo la miraba, le preguntaba, aprendía viéndola jugar”. Blanca era un referente del waterpolo femenino. Con el tiempo, la alumna mejoró a la maestra “No sé si se puede explicar así”, discute. Lo cierto es que le está agradecida y sigue teniendo muy buena relación con ella. Tampoco cree que se parezcan en el agua pero matiza: “Por como cojo los balones, como hago los pases, puede. Pero en general, no nos parecemos. Los acabados, la habilidad técnica, eso es más mío. La recepción, coger la pelota, eso sí lo pillé de ella. Era la mejor del mundo y me fijaba mucho pero creo que jugando, en general, no nos parecemos".

Ahora es ella la maestra. Y tiene buena mano: de niña quería ser profesora. No hay día que no escuche a Miki decir: “Maica enséñale dónde se ha de poner”, la que siente que cuando termina la jugada, tiene los ojos de Paula Leitón sobre ella: “Es un encanto”, dice al hablar del bebé boya de la selección, 16 años, jugadora del CN Terrassa. “Un encanto de niña”.

 De niña nunca soñé con ir a unos Juegos,  todo era medio broma. Éramos tan pocas  que jugábamos con niños”

Desde aquel primer Mundial en Australia a Maica se le acumulan los torneos, los partidos, las experiencias, los golpes, las peleas con decenas de defensoras de boya, historias, derrotas, alegrías, apuestas con chocolate de por medio perdidas, “y hasta sesiones de hipnosis”, se ríe a carcajadas, en un guiño al equipo que no explica. Risas y lágrimas, a veces mezcladas, como la tarde de Trieste cuando se clasificaron para los Juegos de Londres en 2012.

El salto llegó con Oca. “No creo que sea casualidad. Mentalmente nos hizo creer en nosotras, dimos un paso adelante y llegaron los resultados. Miki tiene culpa en lo mental y en lo táctico también. Sin él, la película del waterpolo sería diferente”, dice antes de razonar por qué la aportación de los clubes catalanes en el waterpolo resulta decisiva: “Siempre ha sido pionero, por la cultura de clubes, y por los valores deportivos que se transmiten”, asume.

Dice que para las chicas, en las piletas, el punto de inflexión llegó en la Copa Kirishi en el 2011, antes del Preolímpico de Trieste. “Ahí cambia todo, nos damos cuenta de que podíamos ganar. Veníamos de la nada y fuimos a Trieste a por todo. Nos lo creímos”. Y se metieron en los Juegos. Y ganaron la plata y pusieron al waterpolo femenino español en el mapa. Y fueron las mejores en el Mundial de Barcelona y en el Europeo de Budapest. Y mientras, Ligas y una Copa de Europa tras otra en Sabadell. “Luego nos dio un bajón”.

Les costó un mundo meterse en Río'2016: “No creo que fuera mas difícil que ir a Londres , pero después de aquello, sabes lo que es, lo que te puedes perder y no dejábamos de pensar en Rio”. Logró el pase, se compró un perro y le puso Samba. Anda preparando las maletas. “Ahora viene lo mejor, toca disfrutar. Pero muriendo en la piscina. El objetivo es el oro porque sabemos que podemos ganar a cualquiera. Ahora nos respetan”. Y eso, el respeto, a veces pesa más que las medallas. Maica, la niña de la calle Daoiz, lo sabe bien.

Coincidirá con Marc Roca, su novio, en Río 2016

L.M.

Maica, bautizada como Maria del Carmen, se cambió el nombre oficialmente hace dos años porque “nadie me llamó nunca Mari carmen”, dice. Nació y vive en la calle Daoiz de Sabadell. Lo hizo con sus padres hasta que fue a vivir Marc Roca con quien vivirá en la villa olímpica en Rio. Rocas es Boya del Barceloneta, su equipo de toda la vida, donde lleva jugando 14 años. Medalla de oro en el Campeonato Europeo de Budapest 2014, de oro en el Mundial de Barcelona 2013, fue Plata en los Juegos de Londres'2102 y con el Sabadell, su club, acumula 4 copas de Europa, 10 ligas y 8 copas de la Reina, entre otros títulos.

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