_
_
_
_
_
El que apaga la luz
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Bolt y Phelps contra la basura

Suerte que queda poco para que fontaneros, electricistas, poceros y manitas varios dejen su lugar a quienes pueden hacer grandes a estos Juegos

Usain Bolt y Michale Phelps
Usain Bolt y Michale PhelpsEFE / EDU BAYER

Nochevieja de 1989. Televisión Española emite el habitual programa de fin de año. En él, Martes y Trece hacen una parodia sobre la situación de los venideros Juegos de Barcelona 92. Y en ella vemos a Cobi, la mascota del evento, paseando por el estadio Olímpico protegido por un enorme paraguas ante el chorreo de goteras que caen de las gradas a la pista. Y eso ocurre mientras un saltador de longitud, el italiano Domenico Modugno, fofo, tripudo y cabezón, toma carrera en busca de un salto de 25 metros, propósito fallido no por la distancia (“casi, casi lo consigue”, dice el narrador), sino porque un obrero con una carretilla interrumpe su sprint, que finaliza en un foso de arenas movedizas. No le va mejor al gimnasta japonés Kushao Olimpiao, que en el salto de potro recibe una coz en sus genitales del propio potro. Quedaban aún dos años y medio para los Juegos de Barcelona y España se atrevía a reirse de sí misma (nada hay más saludable) dibujando una caricatura sobre su capacidad para organizar tamaño acontecimiento. Y ocurrió que aquellos Juegos fueron, al menos hasta ese momento, los mejores de la historia.

Cuentan los cronistas que el Cobi brasileño no tendría hoy, a cuatro días del inicio de los Juegos de Río, paraguas en el que resguardarse ante tantas calamidades como se le vienen encima. Y relatan los cronistas que en su estancia en la villa olímpica, junto a 15.000 inquilinos más, la atlética mascota podría encontrarse con problemas de agua, de electricidad, de ruido, de hedor, con escapes de gas, con algún agujero en el techo e incluso con algún pequeño incendio, como el que afectó al edificio de la delegación australiana. Por la villa olímpica, por lo visto, siguen desfilando capataces, fontaneros, electricistas, poceros y manitas varios, por lo que no es descabellado pensar que ande por allí aquel obrero que carretilla en mano interrumpía la carrera del gran Domenico Modugno.

Seguro que todo se arregla. Incluso, si no llueve demasiado, no habrá peligro de que las aguas fecales se hagan fuertes en la bahía de Guanabara, escenario de algunas pruebas de vela y windsurf. Seguro que todo sale bien, que no hay mosquito zika que detenga la gran ilusión de los dirigentes de un país empocilgado en la corrupción al estilo del partido que en España gana las elecciones.

Y suerte que llegará el momento en que la competición eche a andar. Y será entonces cuando el Cobi brasileño sonría a su manera viendo a Usain Bolt en la pista o a Michael Phelps en la piscina, dos de los miles de deportistas que pueden conseguir que estos Juegos se recuerden por algo más que por la basura.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_