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Estrellas contra el caos

Solo un gran espectáculo deportivo puede hacer olvidar los problemas con los que arrancan los primeros Juegos Olímpicos de América del Sur

Un trabajador en la pista de volley playa en Copacabana, Río.Foto: atlas | Vídeo: ATLAS
Amaya Iríbar

Dos nadadores rusos han recurrido al Tribunal de Arbitraje Deportivo para competir en los Juegos de Río, que se inauguran oficialmente el próximo viernes a las 11 de la noche para la España peninsular. Stepanova, la atleta que destapó con su testimonio a una televisión alemana el escándalo de dopaje, masivo e impulsado por el Gobierno de Vladimir Putin, suplica al Comité Olímpico Internacional (COI) que la deje competir. Isinbayeva, la gran estrella del atletismo ruso, ha tirado la toalla.

A cuatro días de que empiece la competición aún no está cerrada definitivamente la lista de participantes en los Juegos de Río, pues a los vetos de las Federaciones aún debe ponerle el sello el COI. Por el momento, el dopaje de los rusos ha dejado la representación de una de las grandes potencias olímpicas en Brasil reducida a un tercio de su capacidad y es el último problema, aún por resolver, de unos Juegos que solo pueden salvar sus estrellas. Únicamente los récords de Phelps, Bolt, Ledecky o Biles (y las sorpresas que surjan en los 16 días de abigarrada competición) pueden hacer olvidar el caos y la incertidumbre que todavía rodean los primeros Juegos Olímpicos que se celebran en América del Sur.

Ni la experiencia acumulada en el Mundial de Brasil hace dos años ha evitado que a unos días del comienzo del evento deportivo más grande del mundo, el mismo que el COI mima hasta el último detalle porque solo se celebra cada cuatro años y de él dependen sus ingresos e imagen mundial, Río siga navegando en un mar de incógnitas.

La grave crisis política y económica que ha vivido Brasil ha provocado retrasos en las obras —que se lo digan al equipo australiano que tuvo que recurrir a distintos hoteles para alojar a sus deportistas los primeros días porque la Villa Olímpica, la casa de los deportistas durante los Juegos, no estaba en condiciones—; la contaminación en la Bahía de Guanaraba, que acogerá las pruebas de windsurf y vela, aún preocupa, a pesar de las barreras artificiales que intentan detener la porquería al otro lado de las aguas olímpicas; pero la mayoría de las instalaciones, incluso el polémico velódromo, cuyo contratista cambió a última hora, están a punto y muchas de ellas ya han acogido competiciones de prueba.

Pero no es solo la puesta a punto lo que preocupa. Río de Janeiro es una de las ciudades más inseguras del mundo y proliferan las recomendaciones a los visitantes para que no cojan taxis en solitario, eviten determinadas zonas peligrosas y salgan a la calle sin joyas, cámaras de fotos o cualquier indicativo de que están de visita en la ciudad.

El Ejército ha tomado las calles y, junto a policías y agentes de seguridad privada, promete ser durante las dos semanas de competición parte del paisaje olímpico, desparramado por la ciudad, desde Barra de Tijuca, donde se aglutinan buena parte de las instalaciones, a la famosa playa de Copacabana o el mítico estadio de Maracaná.

El temor por el virus del Zika ha amainado, pero ha dejado tocado el regreso del golf al programa olímpico, con más de una decena de estrellas agarradas al mosquito como excusa para no participar en la competición.

Pero Usain Bolt ya lleva días en la ciudad y es momento de celebrar el deporte. El reto del jamaicano, el hombre más rápido del mundo, es conseguir de nuevo la triple corona —oro en 100m, 200m y el relevo 4x100m— que ya consiguió en Pekín 2008 y Londres 2012. El de Phelps es mucho mayor: volver a ganar tras años de zozobra y cambios en su vida (se ha trasladado a Arizona, ha sido padre).

El atleta y el nadador ya reinaron en Juegos anteriores. En Río se espera además a la pequeña Katie Ledecky, que a los 19 años es la gran dominadora de la natación mundial; a Simone Biles, la reina de la gimnasia estadounidense, imbatida en este ciclo olímpico y que aspira a un puñado de oros; el duelo entre el gran Uchimura (su contraparte masculina) y el ucranio Verniaiev, el único que parece capaz de hacer sombra al campeón olímpico...

Solo ellos harán olvidar el caos. Que empiece el espectáculo.

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Sobre la firma

Amaya Iríbar
Redactora jefa de Fin de Semana desde 2017. Antes estuvo al frente de la sección de Deportes y fue redactora de Sociedad y de Negocios. Está especializada en gimnasia y ha cubierto para EL PAÍS dos Juegos Olímpicos y varios europeos y mundiales de atletismo. Es licenciada en Ciencias Políticas y tiene el Máster de periodismo de EL PAÍS.

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