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La última frontera del genio angustiado

Phelps se recuperó de sus adicciones y volvió a su mejor nivel en Arizona, un estado con poca tradición en natación

Diego Torres
Phelps entrenándose en la Universidad de Arizona
Phelps entrenándose en la Universidad de ArizonaEdu Bayer

Levantada en un bosque de saguaros en el límite septentrional del desierto de Sonora, la ciudad de Phoenix es la más caliente de Estados Unidos. Cuando a mediados de abril los primeros rayos del sol iluminaban la piscina de la Universidad de Arizona la temperatura no tardaba en superar los 30 grados. El aparato de radio vibraba con un programa de boleros rancheros y el entrenador, Bob Bowman, tocado con un sombrero de ala ancha, como de capataz de plantación, ordenaba un ejercicio ligero: 30 largos de nado libre a ritmo de descarga. 1.500 metros en media hora. Algo así como una siesta para Michael Phelps, que se deslizó por la piscina sin provocar apenas ruido. Chaf, chaf, chaf. Solo el golpe de las manos al romper la superficie del agua quieta y una ondulación de mamífero marino bañándose en la corriente.

Si Estados Unidos es una potencia en los deportes acuáticos es gracias a la contribución de clubes y universidades muy alejadas del valle del Gila

Bowman puso fin al entrenamiento pidiéndole un 50 de mariposa a ritmo de competición y Phelps interrumpió la deriva somnolienta para exhibir su clase. Serio. Casi de mal humor. Sin dar muestras de esfuerzo, recorrió los 50 metros del largo de la piscina con 18 ciclos de brazada en 29 segundos. Aproximadamente el tiempo que le llevó nadar el penúltimo largo de los 200 mariposa en los Campeonatos Nacionales de 2015, cuando hizo 1m 52,54s, la mejor marca de siempre con bañador textil. Bowman parecía satisfecho. A punto de cumplir los 31 años, su viejo discípulo gastaba las últimas reservas de combustible antes de dedicarse a otra cosa. Su novia, Nicole Johnson, lo esperaba al salir del vestuario luciendo una barriga de ocho meses de embarazo que pronosticaba un cambio de época. El niño se llamaría Boomer.

Arizona, el país de los apaches, fue uno de los últimos territorios en someterse al estado federal en la época de la conquista. En natación el retraso es equivalente. Si Estados Unidos es una potencia en los deportes acuáticos es gracias a la contribución de clubes y universidades muy alejadas del valle del Gila: California, Indiana, Michigan, el área metropolitana de Washington, Florida y Texas componen el gran cinturón productivo de nadadores de América. La coincidencia de Bowman y Phelps en este rincón resulta tan extraña como la pareja que forman. Nunca en la historia de la natación hubo una relación de entrenador y pupilo más longeva. Llevan juntos desde 1996.

La cadena causal parece tan aleatoria como el hecho de que en 2014, Phelps acabara internándose en The Meadows, una clínica de desintoxicación enclavada en el norte de Phoenix. Toda una señal. Un viaje paralelo al de Bowman, contratado en esos meses como jefe de natación por la Universidad de Arizona.

La adicción a los juegos de azar y al alcohol destapó la crisis existencial de un muchacho atormentado por lo que parece un complejo de Edipo como una catedral. La clase de angustias inexorables que muchas veces alimentan la furia de los campeones empujó a Michael Phelps al desierto. Más allá de todos los límites.

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Sobre la firma

Diego Torres
Es licenciado en Derecho, máster en Periodismo por la UAM, especializado en información de Deportes desde que comenzó a trabajar para El País en el verano de 1997. Ha cubierto cinco Juegos Olímpicos, cinco Mundiales de Fútbol y seis Eurocopas.

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